Canta la voz
del poeta.
Esta mañana
los chituguís nos trinaron una historia
sus cantos hablaban de una mujer que no tuvo
origen
una bellísima mujer
de largo cabello moreno
los chituguís
después de cantarnos la historia
desplegaron sus alas
en su garganta de barro
se marcharon lejos
a otras tierras del Istmo
donde volverán a cantar
la historia
de la mujer sin origen.
Canta la voz
del chituguí.
Lucía Zenteno habitó la cueva de la iguana
en un árbol de guiriziña fundó su casa
y su corazón
desde entonces nadie pudo llegar tranquilo
a cohabitar con su pareja
se marchó lejos el venado
se fugó al instante el jabalí
la iguana huyó al monte
y la mujer se bañó en el río.
Yo conocí a Lucía Zenteno
cuando aquí no era pueblo
sino cogollo del Istmo
llegó no sé de dónde
en su enagua traía miles de mariposas
infinidad de flores
y una iguana, trotando, al lado
caminaba suavemente Lucía Zenteno
su huipil le quedaba corto al frente
por sus senos redondos y puntiagudos
no era muy alta
de cintura breve y cadera de buen parir.
Tras ella, destrenzada,
su larguísima cabellera.
Cuando entró al pueblo
se oscureció el día
por eso se fue a vivir a la rivera del río
a cohabitar con el guiriziña
con el alma de las nutrias.
Canta la voz
del guiriziña.
Lucía Zenteno se quitó la enagua
y la arrojó al río
se desprendió del refajo
y se talló los muslos
su huipil trepó por sus brazos
y llegó a la copa de sus dedos.
Entonces
sus senos redondos y puntiagudos
perforaron el agua del río
y su abundante cabellera
se fundió con la corriente.
Canta la voz
de la nutria.
Una piedra redonda, inmensa
descansa a la orilla del río
como si fuera lunar en el agua
cuando se ha bañado
en ese lunar de piedra
se sienta Lucía Zenteno.
De su frondosa cadera escurre agua
en su cabellera
nadan nutrias y peces de colores.
Todo el río vive en su cabello tranquilo
con espina de mezquite se formó el peine
que expulsara las nutrias, la arena
los peces y el agua furiosa
del río que ya no existe.
Lucía Zenteno se ha ganado
el odio y la envidia
de las mujeres de mi pueblo.
Canta la voz
de Lucía Zenteno.
Cuando mi cuerpo busca agua
mi cabello se bebe al río
muchos pueblos me han corrido
de sus brazos
por haber bebido su agua
pero mi cabello tiene sed.
Cuando llegué a este guiriziña
el pueblo macho
me vino a espiar desde el chamizo
y les mostré mis senos
mi cadera y mi cuerpo entero.
No podía salir
las lenguas de las mujeres
castigaron mis oídos y mi nombre
me hicieron brotar una flor de odio
en las plantas de mis pies
la saliva de sus bocas
marchitaron mis flores y mi albahaca
me corrían del mercado
y los hombres me acosaban en las veredas
si bajaba a lavar la ropa
había diez brazos para cargarla
había diez manos para tenderla
si sacaba agua del pozo
había diez brazos para cargarla
si sonreía al aire
eran cinco rostros para atraparla.
Entonces desarrugué mi venganza
para este pueblo podrido.
Canta la voz
del río.
Nací en la montaña
entre las rocas salvajes y el follaje tierno
siglos tengo de caminar sin prisa
nunca me fatigo
he besado el cuerpo
de tantísimas mujeres
conozco poro a poro sus senos
y sus bocas
en esta tarde me he sentido solo
me brotó un lunar en esta orilla
y ahí llegó a sentarse
una mujer de abundante cabello
cuando Lucía Zenteno bajó a bañarse
mis nutrias y mis peces
se volvieron locos
mi torrente rugió de placer
y arremetí con fuerza en sus caderas.
Nunca sabré por dónde ando
Lucía Zenteno me raptó en su pelo
y aquel camino de siglos
tanto verdor, tanta frescura, tanta humedad
se convirtió en una culebra de arena.
Camino en la espalda de Lucía Zenteno
no me importa adónde voy
me importa que no me deje.
Canta la voz
del binnigula’sa’.
Lucía Zenteno
se marchó del pueblo
con el río a cuestas
con la iguana al lado
y en la frente la flor.
Desde entonces no llueve
ni cantan los pájaros
ni saltan las nutrias
y nos brota la sed
de nuestro pecho engusanado
Lucía Zenteno se perdió en el mundo.
¡Ojalá, algún día regrese!
con el río a cuestas
con todos los peces
con las fieras nutrias
con su hermoso cuerpo.
*Poeta y luchador social ixtepecano que se interesó por rescatar y difundir, en cuento, poesía y anécdota, las historias que le contaban los ancianos. Su estilo es directo y lúcido, como la expresión de sus paisanos. Murió asesinado en 1987, a los 27 años de edad. Nota de Guidxizá.
Texto publicado en Guidxizá (Nación Zapoteca), Año VII, Núm 15, Octubre-Diciembre de 2010, tomado de Una pinta al cielo, de Alejandro Cruz Martínez. Ixtepec, Editorial Lucía Zenteno, 2005.