A los hijos
de nuestros hijos.
Por supuesto.
Dices, Esteban,
«Toda palabra nace del silencio».
Yo os digo:
y si no termina uno por concentrarse nunca?
Ayer, estuve leyendo un libro,
y me topé con las palabras tuyas
desentrañando la piel de tu pueblo.
Dices, Natalia,
«De mis manos crecieron flores rojas…»
Yo os digo:
Bastará perseguir entonces,
el ritmo de tus pasos, para construir
un pétalo con tu sombra?
Dices, Natalia,
«Soy la última rama que hablará zapoteco. »
Y entonces me acuerdo de los abuelos
denegándonos la lengua de los viejos.
Y me digo:
Cómo desatar las correas
de los niños que no hablan zapoteco?
Cómo desamarrar los pasos suyos
para que palpen la tierra con sus dedos?
Ayer,
presencié el color de la tierra…
Y vi cómo florecían las voces
bajo un árbol frondoso de rosas.
Irma, Javier, Gregorio, Víctor,
báculo creciente de luciérnagas…
Desde Netzahualcóyotl, el Popol Vuh,
o la Sandunga; la tierra
como un árbol fructuoso, es nuestra.
¿Y dónde, decidme,
dónde andará Dionisio?
Algún pájaro perfumado
se desdobla en su pensamiento?
Venid, cantores míos,
bebamos la savia de la tierra
como el Bupu mojando nuestros labios.
Poema publicado originalmente en la Revista Guidxizá, número 13, período abril-junio de 2009.
_______
Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos ―Año I, N° 4, Dom 19/Ago/2012―, suplemento cultural del Comité Melendre en EL SUR, diario independiente del Istmo. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente. Puede consultarse en formato PDF desde el siguiente enlace: https://issuu.com/guidxizapatriazapoteca/docs/numero4