La Cultura en tiempos de cínicos


Laura Etel Briseño
Antiguamente había en el techo de las casas el nido de un animalito llamado Pitu yu ―decía un juchiteco a otro― que servía para curar la vergüenza. Ahora ya no se les ve. ―Sí ―contestó el otro―, es que ahora tampoco hay vergüenza que curar. De esta manera los viejos juchitecos caracterizan los nuevos tiempos, tiempo de sirvegüenzas. Estos nuevos tiempos sobre todo lo padecemos quienes estamos dedicados a la cultura, algo que no es redituable para los políticos, para la cual no hay recursos; los mismos que corren como turbios ríos  cuando se trata de las campañas para ocupar los cargos desde donde se maneja el dinero y se manipula el nombre del pueblo.

Viene a cuento este chiste ahora que los jóvenes hacedores de la revista Istmo autónomo pasan apuros económicos cuando se preparan a festejar  el número primer aniversario de su publicación. Para que no se desanimen hay que recordarles que los políticos, salvo honrosas excepciones que confirman la regla, siempre le han tenido miedo a la cultura por su poder subversivo y liberador; por eso un general español cuando oía la palabra inmediatamente desenfundaba su revólver. Quienes hicimos la revista Guchachi’ Reza, como si fuera una publicación del “H. Ayuntamiento Popular de Juchitán”, nunca recibimos un solo centavo de las autoridades municipales de entonces, cuyas riquezas y miserias ahora nos son conocidas. A pesar de todo, hay todavía ejemplares de esa publicación en muchas bibliotecas que ahora inspiran a quienes empiezan su andar por los caminos de la historia y la literatura, es decir: las humanidades.

En un artículo reciente (La Jornada, 3 de julio de 2005), escrito en defensa de Las humanidades, don Miguel León Portilla decía: “Pero ahora bien, o mejor dicho, ahora mal, hay en nuestro presente quienes se empeñan en cerrar caminos que llevan nada menos que a disfrutar en plenitud cuanto puede enriquecer lo más noble del ser humano. Quienes así actúan nos dicen que las humanidades son ya obsoletas y acercarse a ellas es pérdida de tiempo. No son rentables, el tiempo que se dedica a ellas es inútil despilfarro. Lo que en verdad importa, nos dicen, es capacitarse para obtener un trabajo productivo, de esos que te permitan medrar, bien sea en los negocios y hasta, ¿por qué no?, en la política”.

Este desconocimiento de las humanidades o la falta de humanistas en un pueblo es lo que hace a sus dirigentes y a muchos de sus habitantes confundir los héroes liberadores ―como don Miguel Hidalgo y José María Morelos― que nos dieron patria, independencia y libertad,  con los represores ―como José María Calleja o Antonio López de Santana― que nos las negaron. O en Juchitán confundir a Che Gómez, que luchó contra los porfiristas, con  Pancho León, quien los encabezaba y mandaba a matar “en caliente” a los rebeldes. Así es cuando un pueblo ha perdido la memoria, es decir ha olvidado su historia por falta de humanistas que lo orienten.

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Texto publicado en Istmo Autónomo (hoy Revista Guidxizá - Nación Zapoteca), Año II, Núm. 7, Julio-Septiembre de 2005. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.

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