La Carambada: ¿asesina de Benito Juárez?

Juan Manuel López Alegría

“Tocóme la fortuna de haberme sentado a la derecha del Presidente de la República, a quien procuré atender con galantería, no sin depositar furtivamente en su copa el fatal dedalillo que debería conducirlo al sepulcro. Me pareció que ninguno de los comensales me vio vaciar el tóxico en la copa del Presidente”.

Esas palabras las pone Joel Verdeja Sousse (después será Soussa) en boca de Oliveria del Pozo, personaje principal de su libro La Carambada. Realidad mexicana  (Editorial Polis. 1941), y con ello comienza el mito de que Benito Juárez murió envenenado con “veintiunilla”, la yerba que mata a los 21 día de ingerida. 

Más de setenta años después de esa publicación, hay mucha gente que cree que en realidad Juárez fue asesinado, pues pseudo-historiadores han propalado esa versión que inventó el escritor. Incluso conocedores de la historia como Francisco Martín Moreno la consigna en Las Grandes Traiciones de México (2000); de tal forma que hasta lo sigue el doctor Moisés González Navarro en su libro Benito Juárez (vol.3. Colegio de México.2007).

También cae el historiador Alejandro Rosas: “Entonces, ‘la Carambada’, con el corazón roto, decidió romper el de don Benito. Gracias a sus encantos, el 28 de junio de 1872, fue invitada, por Guillermo Prieto, a una cena en casa de Sebastián Lerdo de Tejada. A sabiendas de que el presidente Juárez sería el invitado de honor, preparó el veneno y cumplió su cometido. El 18 de julio de 1872, después de 21 días, don Benito falleció”. (“¿Quién mató a Benito Juárez?”, en la revista Quo: http://quo.mx/2012/03/21/expediente-q/quien-mato-a-benito-juarez).

A eso contribuyen páginas como las del gobierno del Estado de Querétaro donde se cuenta una historia deformada:

LEYENDA DE “LA CARAMBADA”

“Leonarda Emilia (nombre real de ‘La Carambada’) fue originaria de un pueblito de indios cercano a esta ciudad, llamado ‘La Punta’. En los tiempos del imperio de Fernando Maximiliano de Habsburgo, Leonarda se enamoró de un militar imperialista, y al ser tomado prisionero su amado, acudió a todas las autoridades, incluidos Benito Zenea, en aquel entonces gobernador de Querétaro, y Don Benito Juárez, presidente de la República, para solicitar el perdón para su amado. Ante la negativa, juró venganza. Fue así como se hizo bandolera.

“La fama de ‘La Carambada’ trascendió por su agilidad para el manejo de la pistola, el machete e incluso para cabalgar. Sin embargo, se dice que tuvo contacto con una yerbera que le enseñó los efectos de la veintiunilla, una yerba cuyos efectos son la muerte de la persona que la toma justo 21 días después de ingerirla.

“Nunca ha sido confirmado, pero lo cierto es que ‘La Carambada’ tuvo un contacto con Don Benito Zenea veintiún días antes de su muerte. Asimismo, también Don Benito Juárez tuvo ese contacto con Leonarda, y murió a los 21 días de este encuentro. La causa de la muerte de ambos fue angina de pecho, pero se dice que fue así como ‘La Carambada’ culminó su venganza”. (www.queretaro.gob.mx).

También se informa que, una noche, un grupo de rurales intentó aprehender a Leonarda “por la hacienda de la Capilla, camino de Celaya”; se liaron a tiros; "La Carambada” fue herida por cinco balazos. Creyéndola muerta, la llevaron  al hospital para hacerle la autopsia, pero al día siguiente se descubrió que aún vivía; pidió un sacerdote, a quien le confesó toda su historia y  murió dos días después.

Los que publican esa información en el portal del gobierno queretano, seguro que no son historiadores. Porque no acudieron al libro de Verdeja Sousse, tampoco al libro de  Valentín F. Frías (a quien se considera el padre de la historia queretana), donde habla de la “Carambada”. Mezclaron lo que circula en la Internet.

“Nunca ha sido confirmado, pero lo cierto es que ‘La Carambada’ tuvo un contacto con Don Benito Zenea veintiún días antes de su muerte”. Nunca ha sido confirmado, “pero lo cierto es”. Si no se confirma, no se puede afirmar que es cierto. 

“Asimismo, también Don Benito Juárez tuvo ese contacto con Leonarda, y murió a los 21 días de este encuentro.” 

Pero sí afirman que Juárez estuvo con la mujer en los días convenientes. Esos autores no conocen su historia regional, porque también publican:

“Leonarda se enamoró de un militar imperialista, y al ser tomado prisionero su amado, acudió a todas las autoridades, incluidos Benito Zenea, en aquel entonces gobernador de Querétaro”.

Por cierto, el veracruzano Benito Santos Zenea, no era gobernador de Querétaro en 1867 (cuando mueren Maximiliano y  el supuesto amante de la “Carambada”); lo fue del  21 de marzo al 21 de abril de 1868.  Y luego, del 17 de abril de 1873 al 15 de septiembre de 1875. 

VERDEJA, ¿ESCRITOR FANTASMA?

Curiosamente Verdeja Sousse, no aparece en los diccionarios de escritores consultados (ni en los de Literatura ni en los de Historia); tampoco pude obtener ningún dato de su biografía por ningún lado, sólo una mención de su libro “La era Nahoa” por  Ascensión H. de León Portilla en su diccionario.

Con tal  ausencia de  información, supongo que Verdeja Sousse fue un seudónimo o que, con tan poca obra, no fue tomado en cuanta por los autores de biografías y diccionarios de escritores. Quien esto escribe también puede estar equivocado y falló en su búsqueda. 

En su libro, el escritor crea un personaje de prosapia. Dice la bandolera: “Mi nombre es Oliveria del Pozo. Mi madre fue pariente muy cercana del Emperador Iturbide y mi padre hijo bastardo del Conde de Moncada y de una india huachichile originaria de Pozo del Carmen, de ahí el origen de su apellido. Yo nací en la hacienda de Batan, en el año de 1842. Mi padre murió el año de 1846 combatiendo con (sic) los americanos en el ataque de tenería. Mi madre fue horriblemente vejada por el federalista Mariano Salas, que, en connivencia con el voraz Gómez Farías, la despojaron de sus bienes.

“Mi madre se trasladó a Paris tan pronto pasó la invasión americana, y así pude ser internada con las monjas del Sacre Coeur. Dos años más tarde y muerta ya mi madre, conocí al padre Montes de Oca, que hoy es obispo de Tamaulipas y pariente también mío, por cuyo medio supo Maximiliano mi parentesco con Iturbide, siendo por ello nombrada dama de compañía de la Emperatriz, juntamente con las condesas de Kollonitzy y de Zichy. Ese fue el principio de todas mis desgracias” (La Carambada. Pp. 16-17). 

Nada menos. Si se fueron a Francia en 1849, ella tenía siete años, dos años más tarde, a la muerte de su madre, tendría nueve, y difícilmente alguien, pariente o no, la recomendaría como “dama de compañía”, y mucho menos con Maximiliano quien, en esa época, ni en sueños imaginaba que los clericales conservadores lo llamarían para gobernar el país más de una década después.

Es curioso que ella se enorgullezca de su origen pero omite el apellido de la madre, pariente de Iturbide, lo que le depararía un lugar especial, incluso un título nobiliario, ya que Maximiliano sentía admiración por el defenestrado primer emperador; incluso quiso adoptar a un nieto de Iturbide, hijo de Ángel o Ángelo de Iturbide, segundo hijo del finado emperador quien casó con Alice Green en Washington, D.C., en junio de 1855, de cuya unión nació “Agustinito” de Iturbide y Green, nombrado Alteza Imperial por Maximiliano en septiembre de 1865.

En  el libro, ese origen ficticio de la “Carambada” es útil para acercarla a la corte donde se enamorará de un oficial: “José Joaquín Rodríguez, jefe de su Estado Mayor”.  

Aunque este enamorado merecía que lo fusilaran por andar mintiendo a la gente, pues engañó a la “Carambada” y también a Verdeja Sousse;  ya que el Jefe del Estado Mayor de Fernando Maximiliano era Severo del Castillo, y ni era coronel ni era joven: era general y ya estaba bastante maduro. [Del Castillo sí aparece en el libro, pero como aspirante a padrino de bodas de Oliveria].

Verdeja convierte a la futura bandida en una mujer muy hermosa, que despertará la lujuria de Maximiliano, como lo describe en una escena donde ella yace en su cama con poca ropa cubierta por una sábana. El austriaco, creyéndola dormida,  la descubre y admira sus formas. En otra ocasión el emperador entra al baño donde ella está desnuda, sin embargo, no lo rechaza, dice ella “por vanidad de que viese mis perfecciones” y le permite que él la acaricie y la bese y lo deja “que se arrodillase extático delante de mí” (pag.25).

A la caída de Querétaro, su amante es apresado. Ella intenta verlo pero el coronel Zenea lo impide. Ella busca a Juárez en San Luis Potosí, quien le niega el indulto. Al regresar a Querétaro,  a su novio  le han aplicado la “ley fuga” por órdenes de Zenea. A partir de aquí, ella se convierte en el terror de la comarca en la espera del día de su venganza.

Forma una gavilla con el famoso Macedonio “Cucho” Montes (llamado así por una deformidad en los labios y muerto en realidad en 1840) y el “Compadre Atilano” (otro personaje queretano importante) y se cambia el nombre por el de Leonarda Medina. 

Luego de cometer muchos ilícitos, en 1872 decide viajar la ciudad de México acompañada de Atilano a  cumplir su venganza contra Juárez. En San Juan del Río un ganadero les habla de la “veintiunilla” y de que, en Nopala, Hidalgo, una vieja la prepara en brebaje para matar. Llegan a Nopala, Leonarda consigue la pócima y arriban a México.

Verdeja Soussa prepara el destino para que la “Carambada” conozca  a Guillermo Prieto cuando éste la chulea en un mercado. El poeta  de inmediato los acerca con Sebastián Lerdo de Tejada (quien estaba en Querétaro cuando ella fue a pedir el indulto y debería recordarla), de tal suerte que son invitados a una cena con el Presidente en casa de Lerdo. Sebastián la presenta con Juárez; el indio de Guelatao tiene excelente memoria, pero por alguna razón no la recuerda.

Su suerte sigue, al grado que, a la desconocida, la sientan a la derecha del presidente. Algo prácticamente imposible. Seguramente  al reciente viudo la deslumbró tanto su belleza que la quiso junto a él. 

Así, el universo se confabula para que ella, ante tantos invitados, criados y guardias, le pueda poner el veneno en la copa a Juárez sin que la vean, excepto Lerdo, quien sí lo advierte pero no dice nada, incluso alienta a Benito a que beba. Como presidente de la Suprema Corte, sería sucesor del oaxaqueño.

Claro, todo pasaba exactamente veintiún días antes de la muerte del Patricio, si no la yerba dejaría de llamarse “veintiunilla”.

LA VERSIÓN DE VERDEJA

Sin embargo, la Carambada no murió cuando recibió cinco balazos de los rurales “camino de Celaya”; todavía obtuvo la extremaunción de parte de un obispo (nada menos) y falleció un día después (probablemente en mayo de 1884). Pero ¿cómo se enteró Verdeja Sousse que La “Carambada” asesinó a Benito Juárez? (es decir, ¿de la confesión de la moribunda?), pues porque, convenientemente, una enferma que estaba al lado, la escuchó. Afirma el escritor:

“La confesión de La Carambada no la escuchó solamente el ilustrísimo Sr. D. Ramón Camacho, Obispo de Querétaro, sino también una joven profesora [ni tanto, nació en 1828] que ya estaba en franca convalecencia de una operación quirúrgica y que estaba encamada en la misma sala de la paciente (sic) y a la que ocultaba nada menos que el altar en que había sido puesto el Sagrado Depósito”. 

Y sostiene: “Es un deber mío como novelista el advertir a los lectores que lo que la protagonista refiere en su confesión al Obispo (que es un hecho real) no es una serie de anécdotas cuya autenticidad nadie ha puesto en duda y que el pueblo queretano sabe que gravitan alrededor de La Carambada, pero que nadie se había atrevido a enlazar por razón quizá de la apatía del alma mexicana”. (Pag.22).

Verdeja, con esto, indica que la moribunda le narró toda su vida al obispo, que la profesora escribió luego en documentos que Verdeja halló (“nos apoderamos de los más interesantes detalles de aquella confesión”) y por eso fue posible hacer el libro. Increíble.

Verdeja se refiere a María Nestora Téllez Rendón (1828 -1890), maestra y escritora queretana, conocida principalmente por su historia alegórica Staurofila. Cuando ella tenía un año de edad sufrió una enfermedad en los ojos y quedó ciega; y sí se sometió a una intervención ocular, llevada a cabo por el doctor Carmona y Valle. Pero eso ocurrió en 1873, es decir, más de diez antes de que muriera La Carambada [un corrido dice que murió en 1886, pero creo que fue en 1884], por lo que Nestora nunca pudo escuchar esa confesión...

LAS MENTIRAS DE VERDEJA SOUSSE

Con esto, lo que afirma el escritor es falso. Como de que Oliveria del Pozo (o Leonarda Martínez), fuera contemporánea de Macedonio El Cucho Montes, quien fue ejecutado el 17 de diciembre de 1840, frente a la fuente de “Los Ahorcados” junto a la Alameda (antes de que naciera la bandolera: “Yo nací en la hacienda de Batan, en el año de 1842”, dice ella); por lo que tampoco pudieron platicar sobre la pérdida del territorio mexicano a manos norteamericanas, como aparece en el capítulo tres del libro. 

Nunca fue La Carambada ayudante de Carlota Amalia, ya que la dama de guardarropa y camarista de la emperatriz se llamó Mathilde Doblinger. Tampoco pudo ser niñera del príncipe Agustín, pues la primera fue Olivia Pérez y la segunda, Tere “N”. 

María Carlota Amalia Augusta Victoria Clementina Leopoldina, tuvo veinte damas de compañía, pero en la lista oficial no aparece ninguna Oliveria (ni Leonarda).

El supuesto novio de  Oliveria, “José Joaquín Rodríguez, jefe de su Estado Mayor”, no fue lo que se afirma, ya que como señalamos antes, el jefe era el general Severo del Castillo, a quien le conmutaron la pena de muerte por cárcel en San Juan de Ulúa; también le fue perdonada la vida al príncipe Salm Salm.

Félix Constantin Alexander Johann Nepomak (1828-1870), un noble prusiano, perseguido por deudas de juego y fraude en Europa, escapó a USA (aquí se casó con Agnes Elizabeth Winona Leclerc), peleó en la guerra de Secesión con el Ejército del Norte, luego vino a México y Maximiliano le dio un cargo en su Estado Mayor. Estuvo preso en Querétaro junto con el emperador. Su esposa varias veces solicitó el indulto para él y  Maximiliano. Ya sabemos que para el austriaco le fue negado.

La Carambada dice en el libro que la princesa Salm Salm acudió a visitarla y la invitó a San Luis para ver a  Juárez: “Al día siguiente salimos en una diligencia que debía llegar a San Luis en dos días”. 

Agnes de Salm Salm (1840-1912), escribió un diario que, traducido del alemán,  se publicó como: “Querétaro. Apuntes del diario de la princesa Inés de Salm Salm” (México.1869); después se editaría como: “Diez años de mi vida.1862-1872”.  (Detroit. 1878).

Ahí no dice nada de una  Oliveria (ni Leonarda). Afirma sí, que la primera vez que acude a Juárez, viaja acompañada por su criada Margarita y  del “Teniente coronel Azpiroz” a quien el general Mariano Escobedo ordenó acompañar a la princesa a San Luis, donde “llegamos dentro de tres días”. No dos, como dice La Carambada.

En otra ocasión, acompañada sólo de su criada, intenta hablar con Porfirio Díaz, quien estaba en su cuartel de Tacubaya: 

“Entretanto se había oscurecido, y cuando Margarita, Jiimmy [su perrito] y yo llegamos á la garita, el centinela me gritó: ‘¡Quién vive!’, entonces en mi sobresalto contesté resueltamente—‘enemigo’—por equivocación—en lugar de decir ‘amigo’. El centinela contestó no menos resueltamente con un tiro; la bala silbó encima de mi cabeza sin hacerme algún daño. Temiendo que se repitiese el disparo más eficazmente, me oculté detrás de un arco del acueducto que estaba cerca; y Margarita demasiado medrosa, se echó de rodillas y llamaba en su auxilio á todos los santos del calendario”. (pag.9). Esta actitud no concuerda para nada con la bragada Oliveria.

Oliveria dice que Juárez se negó a perdonar a su novio. Esto no se puede creer, porque el oaxaqueño sí perdonó a otros más importantes. No hay que olvidar que Maximiliano, Miramón y Mejía fueron juzgados, es decir, no fue por orden de Juárez su fusilamiento. 

La presencia de otra mujer que solicita el indulto, debió ser consignado por los testigos, como se señala a la esposa de Miramón, por ejemplo. Y Juárez no la olvidaría ni la pondría en su mesa años después.

Otra posible mentira de Verdeja es adjudicar la muerte del novio de Leonarda a Benito Zenea. No hay registro de ello. 

Verdeja dice que ella, a su vez, asesinó al ya gobernador Zenea de un golpe en la nuca y que lo  mutiló en sus partes nobles. Él falleció de un ataque al corazón y no hay ningún dato de la mutilación. Y es demasiado improbable que la noche del 15 de septiembre de 1875, antes del “Grito”, ella pudiera tener contacto con Zenea, máxime que su cabeza tenía precio y podría ser reconocida por algún guardia. [En la edición de Editorial Polis (1941) se consigna su muerte en 1874, y en la de Ediciones Cimatario (1995) se escribió erróneamente “de mil ochocientos sesenta y cuatro”].

En otra parte del libro, cuando llega a Querétaro, ella se molesta, porque se le puso el nombre de su enemigo al famoso jardín queretano. Zenea murió cuando la obra aún no se concluía (había  sido destruido durante el Sitio): “Jardín Zenea” se le llamó después. Antes fue Plaza del Recreo,  después de la Revolución, Jardín Obregón (hasta 1928) y se le volvió llamar “Zenea” hasta hoy.

En el libro de Verdeja, se dice que La Carambada era la jefa de la gavilla, sin embargo, en el periódico queretano La Sombra de Arteaga del 10 de mayo de 1884, se consigna que ella (llamada Leonarda Martínez), junto con su amante Víctor Medina (tal vez éste apellido toma Verdeja para llamar a su personaje “Leonarda Medina”) y otros criminales, apresados el de 6 mayo del mismo 1884, confiesan que el jefe era Guillermo Rodríguez “El Amito”. (Citado por José Martín Hurtado Gálves en www.monografias.com). Entonces era gobernador el general Rafael Olvera, y por esa época, también, fue atrapado ahí “Chucho el Roto”.

LA VERDADERA CARAMBADA

Valentín F. Frías (1862- 1926), considerado el padre de la historia queretana, escribió, entre otras obras, Leyendas y tradiciones  queretanas (Querétaro. 1900).

En la Leyenda número XIV, don Valentín cuenta (se respeta la ortografía de la época):

“Leonarda (que así se llamaba nuestra Carambada) fue originaria de un pueblito de indios cercano a ésta ciudad, llamado ‘La Punta’ y cuyos vecinos, dicho sea de paso, siempre han tenido fama de ser discípulos de Caco […] Muy temprano se entregó a la crápula y los vicios, y por ende no era extraño verla en sus excursiones nocturnas en compañía de los cacos, sacándose los caballos ó bueyes de los ranchos vecinos […]

“Leonarda era chaparra, demasiado trigueña, de ancha cara con una cicatriz en el carrillo izquierdo, de pelo negro y ojos vivarachos, gorda y de levantado pecho […].

“[…] una noche salió Vicente Otero, segundo de  rurales, con un piquete de estos, con objeto de aprehender a Leonarda, á la cual encontró por la hacienda de la Capilla, camino de Celaya, a orillas de esta ciudad. Inmediatamente Otero hizo fuego sobre ella y compañeros, pero sólo se logró coger á dos, pues los demás huyeron. Leonarda también fue presa é inmediatamente allí mismo se le aplicó la ley fuga, quedando tirada revocándose en su sangre. Acto continuo se condujo á los bandidos á la cárcel y el cuerpo de Leonarda fue atravesado en un burro y llevado al hospital para hacerle la autopsia. Al día siguiente los practicantes reconocieron que todavía tenía vida, y reanimándola se logró que hablara y pidiera un sacerdote, con quien se confesó detenidamente, muriendo hasta el otro día con muestras de arrepentimiento”.

Como se ve, nada dice de la belleza que describe Verdeja, ni de la niñez en Paris, ni en la corte de Maximiliano; tampoco dice nada de un obispo confesor ni de ningún rumor sobre la muerte de Zenea ni de Juárez.

Cuando La Carambada estaba en su apogeo, don Valentín ya estaba bastante grandecito y no pudo pasarle inadvertido que ella hubiera asesinado a Juárez; como se verá en los corridos, eso era como para presumirlo; y diez años antes había muerto la maestra Nestora, por lo que se sabría qué decía en los documentos que dejó.

¿DÓNDE EMPIEZA EL MITO?

En 1900, fecha en que Valentín F. Frías publica Leyendas y tradiciones queretanas, el cuento de que una mujer envenena a Benito Juárez aún no existía. Por lo tanto, esta  leyenda —iniciada por alguien que no supo entender que, lo que hizo Joel Verdeja Sousse, era fruto de su imaginación, combinada con algunos datos reales— es posterior a 1941, después de publicarse La Carambada. Realidad mexicana (Editorial Polis. 1941).  [Alguno señala que existe una edición publicada en Tepic en 1940; pero no logré ubicarla].

Por otro lado, en los corridos que cantan las hazañas de la bandolera (el que selecciona Gabriel Zaíd para su Ómnibus de poesía mexicana lo fecha en 1872) nada dicen sobre Juárez y Zenea. 

Por ejemplo, Higinio Vásquez Santa Anna en su libro Historia de la canción Mexicana. Canciones, cantares y corridos mexicanos (1931), dice que La Carambada, asaltaba diligencias y se burlaba de los viajeros, pero ni una palabra de los supuestos asesinatos de famosos. 

Juan Diego Razo Oliva, en "Las mujeres de mi general: corridos de la Costa Chica y del Bajío" (publicado en la Revista de Literaturas Populares, julio-diciembre de 2002), apunta: 

“En la primera ocasión en que Higinio Vázquez Santa Anna (1926:62) publicó el corrido de La Carambada, con letra y guión musical, no señaló su procedencia; simplemente anotó a pie de página que surgió en el estado de Querétaro, hacia 1870-1873, como canto de glorificación de una mujer que se hizo célebre por dicha región; ‘mujer de alma  atravesada, varonil e intrépida, que asaltó a veces ella sola o con dos o tres de sus corifeos a las diligencias’. En la segunda ocasión (1953: II, 95-98), con el corrido, ahora sin guía melódica, publicó más datos del contexto, dio el nombre de ella y trazó rasgos de su retrato psico-físico, todo ello citando con cierta vaguedad el libro Leyendas y tradiciones queretanas, del escritor costumbrista Valentín F. Frías. Estando hoy agotada esta obra, no nos ha sido posible cotejar los textos”. 

Nosotros conjeturamos que, cuando Vázquez Santa Anna publicó por primera vez su trabajo, aún no aparecía el libro de Verdeja Sousse (esto lo ignora Razo), al salir éste a la luz, también engañó a Santa Anna, quien, en la siguiente edición (Fiestas y costumbres mexicanas.1953), suscribe los datos apócrifos de Verdeja (ya la llama Leonarda Medina). 

Razo no pudo cotejar con el libro de F. Frías, pero nosotros ya vimos que, lo que dice el historiador queretano sobre Leonarda, no tiene nada que ver con lo que escribirá Verdeja cuarenta años más tarde.

Sigue Razo Oliva: “Aparentemente, por disgustarle que La Carambada apareciera como jurada antijuarista y con rasgos de hermosa dama de compañía de la emperatriz Carlota en la novela del sacerdote Verdeja Soussa, cuando se editó por primera vez hacia 1978, el  poeta guanajuatense Efraín Huerta hizo un comentario breve y desdeñoso de la obra, basada, según él ‘en una realidad imaginada’ (Huerta, 1978). Sin embargo, dado el antigobiernismo de esta (anti)heroína abajeña, el poeta la comparaba con Agripina Montes, de quien también se ocupó entonces. Al reeditarse por tercera o cuarta vez la novela histórica de Verdeja Soussa, el escritor Francisco Martín Moreno publicó en las páginas editoriales de Excélsior una entusiasta crítica, aunque al intitular su artículo ‘Cuentos políticos. La Carambada’, sugería medio al socaire ciertas dudas sobre su veracidad histórica”. (Cursivas mías).

A pesar de que Razo señala que se trata de una “novela”, sí cree en su veracidad, por eso critica a Huerta y a Martín Moreno. Por otra parte, Razo ignora que esa obra de ficción existe desde 1941, por eso afirma erróneamente: “cuando se editó por primera vez hacia 1978”, lo que altera sus percepciones del asunto. Tampoco sabemos de dónde saca la información de que el autor es un sacerdote, como menciona dos veces.  
   
La historia contada por Verdeja, en gran medida, sustituye a otra leyenda de moda en las primeras décadas del XX: la de que Juárez fue asesinado por masones (creada a partir del libro del presbítero Francisco Regis Planchet: La cuestión religiosa en México. Roma. 1906)

LOS INFARTOS… DESDE 1870

Aunado a ello, la mayoría de los que hablan de la muerte de Juárez, señala que es a principios de 1872 cuando su corazón comienza a fallar; esto da pie para justificar el supuesto envenenamiento con “veintiunilla” que imagina Verdeja. 

Incluso historiadores muy respetados, como  Josefina Zoraida Vázquez, afirman: “En marzo de 1872 sufrió el primer ataque al corazón. Aunque pareció superarlo […]”. (Juárez el Republicano).
   
En realidad el primer ataque al corazón lo sufrió Benito el 17 de octubre de 1870, y fue atendido por el doctor Ignacio Alvarado. La información que se publicó al día siguiente en El Siglo Diez y Nueve fue que el presidente tuvo una "fuerte congestión cerebral", y el 19 de ese mismo mes, ése medio y El Monitor Republicano divulgaron que Juárez había superado el trance. Posteriormente  se dijo que fue "parálisis del gran simpático". [El gran simpático es el encargado de la aceleración del ritmo cardiaco]).
   
Este provocó temor en la Cámara de diputados (Juárez se hallaba en funciones para el periodo 1867-1871: su salud era de suma importancia), por lo que los legisladores  solicitaron al diputado michoacano, doctor Francisco Menocal, que valorara la enfermedad de Benito Pablo. El diagnóstico fue que su  estado era grave. Los síntomas se repitieron el 24 de octubre, pero con menor gravedad.
   
Algunos biógrafos consideran que el problema de Juárez se debió a que, en abril de 1870 se recrudeció el padecimiento de su esposa: Margarita Eustaquia tenía cáncer y su fin estaba pronto. Al indio oaxaqueño le dieron otros ataques antes de que falleciera su mujer (2 de enero de 1871). Es probable que Benito tuviera otros ataques en 1871, que no vieron la luz pública ese año, porque el presidente lo había prohibido. 
   
Un día antes de su cumpleaños, el 20 de marzo de 1872,  Juárez tuvo otro cuadro de riesgo. El doctor Alvarado diagnosticó “angina de pecho”; sin embargo el oaxaqueño superó el trastorno. Según su hijo Benito, el ataque del 20 de marzo fue tan fuerte que “cuando volvió en sí no se daba cuenta absolutamente de lo que había pasado”. Los ataques siguieron. (Si la “veintiunilla” le fue suministrada desde 1870, actuaba con una lentitud desesperante).
   
El 8 de julio, mientras Juárez hablaba con el abogado Emilio Velasco, de nuevo presentó dolores en el corazón; como otras veces, lo superó. El 17 de ese mes, Darío Balandrano, redactor en jefe del Diario Oficial, le leía al presidente las notas más importantes de los diarios cuando Juárez se comenzó a sentir mal. Por la noche despertó con fuertes náuseas y algunos dolores, pero no permitió que su hijo Benito, que dormía en la misma recámara, avisara a nadie.
   
Al día siguiente por la noche “a las once y media en punto, sin agonía […], exhaló el último suspiro… El Dr. Alvarado dijo esta sola palabra: —¡Acabó!" (El Federalista, 20 de julio de 1872). 
   
El Benemérito falleció de un el infarto agudo al miocardio, término que aún no se usaba en ese siglo, por lo que en el acta de defunción se especifica "Neurosis del gran simpático" como causa de la muerte.
   
Si el médico y farmacólogo escocés Thomas Lauder Brunton, se hubiera adelantado cuatro o cinco años en introducir el uso del nitrito de amilo como tratamiento para la angina de pecho, la historia sería diferente.

INFARTO CONTRA VENENO

María del Carmen Vázquez Mantecón, en su libro Muerte y vida eterna de Benito Juárez: El deceso, sus rituales y su memoria (México, UNAM. 2006), en el  capítulo muy bien titulado “Infarto contra veneno”, señala que:
   
“Toda la prensa liberal que difundió la noticia, fuera fiel seguidora del presidente o no, se refirió a esos motivos [neurosis del gran simpático] como los que habrían ocasionado su muerte—y agrega algo importante—: Fue también la versión de los abiertos oposicionistas La idea católica y la Voz de México. 
   
“Sin embargo ha corrido la versión de que Benito  Juárez falleció envenenado —continúa María del Carmen—. De hecho se puede comprobar que ésta es la  hipótesis más gustada de repetir cuando  se toca el tema de las causa del deceso del Benemérito”. (Pag.20).
   
Vázquez Mantecón se refiere a La cuestión religiosa en Mexico de Planchet: “editado por primera vez en 1906—hacia el año de 2003 había alcanzado siete reimpresiones— encontramos una breve historia de la masonería en México y de paso un ataque absoluto a todas las actividades políticas emprendidas por Benito Juárez. Sostiene, con respecto a la muerte repentina del Benemérito, que hay ‘fuertes indicios’ de que la causó el veneno que le suministraron los del bando masónico-liberal. Sin embargo, el mismo es consciente de no tener pruebas ‘plenas y verdaderas’, sino sólo conjeturas que cree encontrar en la  prensa que, bien leídas, no dicen ni prueban nada a pesar de que él insista en que ‘tiene la certeza moral’ de que Juárez fue víctima de un asesinato masónico”.(Pag.20).
   
Es lamentable, pero, a pesar de los avances educativos, el interés del público por asuntos morbosos y frívolos es superior a los estudios de Historia. Hay que anotar también, que los historiadores serios no toman en cuenta el libro de Verdeja sino como lo que es: una novela.


[Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, publicado en EL SUR, diario independiente del Istmo. Año II, N° 54, Dom 04/Ago/2013. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]