Víctor Terán
"Y que el respeto y el trabajo y la entrega y la dedicación
que la lengua española merece como lengua
de comunicación nacional
tiene que compaginarse con el respeto
que merecen otros idiomas
de comunidades que vienen del principio de los tiempos,
comunidades que ya estaban aquí antes de que llegara la lengua castellana a América".
José Saramago.
En los pueblos del Istmo oaxaqueño cada día que pasa se debilita y deteriora la lengua de los binnizá, la lengua diidxazá, la que los nahuas llamaron, zapoteco. Si los miembros de esta cultura no nos preocupamos por preservarla ahora, fenecerá mucho muy antes que lo predicho por el poeta Gabriel López Chiñas: ¡ay!, diidxazá, diidxazá,/ diidxa’ rusibani naa,/ naa nanna’ zanítilu’,/ dxi guiniti gubidxa cá. ¡Ay! zapoteco, zapoteco/ lengua que me da la vida,/ Yo sé que morirás/ el día que muera el sol. Y con la muerte de esta lengua “maravillosamente musical” (Carlos Montemayor), desaparecerá una manera particular de entender la vida, la cosmovisión zapoteca, una manera -entre muchas- de ser hombre en el mundo.
Dice el Dr. Miguel León-Portilla que: “Cuando desaparece una lengua muere una parte de lo más íntimo y valioso de la humanidad”. Desde luego, porque como expresó Octavio Paz: “Los hombres somos hijos de la palabra. Ella es nuestra creación; también es nuestra creadora; sin ella no seríamos hombres […] El lenguaje nos da el sentimiento y la conciencia de pertenecer a una comunidad. Estamos unidos por la lengua a una tierra y a un tiempo. Somos una historia. […] En cierto modo, la lengua nos fundó o, al menos, hizo posible nuestro nacimiento como naciones. Sin ella, nuestros pueblos no existirían o serían algo muy distinto a lo que son. […] La palabra es nuestra morada […] y nos da conciencia de lo que somos y de nuestra historia. […] La lengua es un signo, el signo mayor, de nuestra condición humana”.
Sin embargo, muchos no hemos entendido la importancia de respetar la existencia de las lenguas originarias de México, y quienes debieron y debieran de implementar políticas que favorecieran su permanencia y desarrollo, los gobiernos de ayer y de hoy, no lo hicieron, no lo hacen. En México, los gobernantes que hemos padecido, arguyendo que estas lenguas consti-tuían barreras para la comunicación y desarrollo de los indígenas con el resto de la población “moderna”, implementaron políticas etnocidas bajo el ropaje de la castellanización y alfabeti-zación en la “cultura nacional”. Hoy en nada varía esta política de exterminio de las culturas oriundas de este país, los gobiernos globalifílicos a ultranza de hoy, es decir, los vende patria, los que desean ver seres humanos que piensen uniformemente, desarraigados, y con habilidades concretas para el mercado laboral, dejan intactas las políticas de discriminación y empobre-cimiento de las lenguas indígenas que sobreviven, y orondamente se desatienden del asunto.
En Juchitán, Guidxiguie’, la lengua de los binnizá-zapotecas decae, estamos conociendo un fenómeno de homogenización entre el español y el zapoteco. Los binnizá, nos hemos dejado invadir por las estructuras, las connotaciones y la semántica del español. Al incorporar a la lengua diidxazá la sintaxis del español, estamos pensando cada vez más como piensan los de la cultura española. Entonces, nuestra forma de decir las cosas y de razonar son más propias de la lógica de la cultura española que de la cultura zapoteca. Aunado a este gravísimo problema, está también el que generan las familias binnizá que no quieren que sus hijos aprendan como lengua materna el idioma zapoteco, quieren que hablen español porque sienten que así estarán mejor preparados para sobrevivir en la escuela y en la vida misma. Otra anomalía no menos preocupante es cuando existen expresiones en zapoteco perfectamente utilizables, metemos a lo loco el español. Y esto ya es común en el habla actual de los binnizá. El problema no radica en incorporar nuevos términos (tecnicismos) a la luz de los avances tecno-científicos, puesto que una lengua se vitaliza cuando incorpora a su ser nuevas realidades y voces de diferentes culturas. En suma, la perduración del zapoteco está en riesgo.
¿El español acabará por relegar al olvido las lenguas habladas por los indígenas de México? ¿El tercer milenio será la tumba de las lenguas originarias de este país? Lo cierto es que, en gran medida, de nosotros, los hablantes indígenas, dependerá el destino de las lenguas mexicanas. Mientras luchamos por una profunda reforma que establezca nuevas relaciones entre el Estado y los pueblos de México, así como entre estos pueblos y el resto de la nación (Una reforma que rectifique la política cultural y económica del Estado, orientada hacia el ideal de una nación monocultural y hacia la exclusión de los pueblos indígenas del acceso y control sobre los recursos naturales de sus territorios, y en general de la toma de decisiones económicas y políticas sobre las cuestiones que afectan su vida), debemos construir las estrategias que propicien no sólo la perduración de nuestras lenguas, sino también su enriquecimiento.
Los gobiernos estatales y el federal deben entender que es del todo falso que la conservación de las lenguas indígenas signifique un riesgo de fragmentación cultural y menos todavía un peligro para el fortalecimiento de la lengua española. Reconocer esta verdad los llevaría a aportar los medios para que los ordenamientos existentes en la materia se cumplan, disponiendo por ejemplo, como bien dice León-Portilla : “la obligatoriedad de la enseñanza bilingüe en las respectivas áreas indígenas, abarcando los varios niveles del sistema educativo; Sensibilizar a los grupos mayoritarios para que valoren la riqueza cultural que significa la presencia de los más antiguos americanos, con sus lenguas, dueñas de antiguas y nuevas literaturas; Fomentar, al igual que el cultivo del español, el de las otras lenguas, estableciendo para ello talleres literarios, academias y centros o casa de escritores en lenguas indígenas; Aportar recursos para la publicación de periódicos, revistas y libros en lenguas indígenas, así como para la producción de programas en la radio y la televisión, reconociendo el papel que deben tener en el ámbito de la comunicación”.
En el caso de la lengua diidxazá-zapoteca, es doloroso que siendo una de las más hermosas y eficaces del mundo, casi nadie se preocupe, salvo honrosas excepciones, por defenderla. Por eso pido a las autoridades del gobierno municipal y estatal un poco de atención para la defensa de nuestra lengua madre. En Juchitán, por ejemplo, conformar un equipo interdisciplinario que diagnostique la hondura de la crisis de esta lengua y promueva las acciones que la revitalicen.
Los binnizá queremos vivir íntegramente nuestros valores sin despreciar en lo más mínimo la riqueza cultural de otros pueblos. El futuro del idioma diidxazá va a depender de la conciencia y amor que todos tengamos para preservarlo. Y concluyo mi aviso con esta frase de Camilo José Cela, que dibuja mi sentir en este momento: “Como amante de la lengua, de las lenguas, preconizo que juguemos a sumar y no a restar, que apostemos al alza y no a la baja, que defendamos la libertad de las lenguas y sus hablantes. La lengua es la más eficaz de todas las armas, y la más rentable de las inversiones; nunca es tarde para que empecemos a poner nuestros ahorros al servicio de los futuros beneficios que serán de todos y que servirán para todos”.
(Texto publicado en Istmo Autónomo, hoy Revista Guidxizá, Año II / Nº 8, Enero-Marzo de 2006).
[Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 37, Dom 7/Abr/2013. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]