Comentarios sobre el Plan del 20 de octubre de 1850

DATO
El texto aquí reproducido, es inédito. Se publicó el viernes 29 de noviembre de 1850 (Tomo V, N° 744) en la primera plana de El Universal, uno de los diarios más importantes de nuestro país. Procede de la Hemeroteca Nacional de México (UNAM), donde nuestro compañero Gubidxa Guerrero lo encontró y transcribió. Se comparte para el acervo histórico y documental de los pueblos zapotecas.


El Universal

REBELIÓN EN OAXACA
Según anunciamos ayer a nuestros lectores, Don Gregorio Meléndez ha proclamado un Plan revolucionario en Juchitán; y aun cuando ignoremos el origen y ramificaciones de ese movimiento, hay sí en el programa de él dos artículos que reputamos notables, y cuyas trascendencias acaso no ha calculado el mismo Meléndez. Los artículos a que aludimos son el 5º y el 7º. Este último dice así: “Que no siendo obra de la mayoría de los Estados el nombramiento que se trata de hacer de la persona del señor Ministro Arista para Presidente de la República Mexicana, se desconoce, si tuviere efecto el mencionado nombramiento, en virtud de la escandalosa intriga que se hizo en este Departamento para nombrarlo.”
     A pesar de que la redacción del artículo apenas podría ser peor, envuelve un concepto de la mayor importancia, y sobre él vamos a hacer algunas reflexiones. No nos metamos a investigar si Meléndez obra por sí o por ajena inspiración; ni si su movimiento es aislado o cuenta con apoyo en otras partes; ni si su plan ni la proclamación de él son o no precursores de una conmoción más general y de resultados positivos. Fatigados de inquietud y de revueltas, los pronunciamientos nos causan horror; por lo mismo no queremos examinar la naturaleza de éste, cuyo destino será acaso morir en su cuna, o por el contrario, tomar en lo de adelante algún incremento. Lo que vamos a examinar es esto: ¿por qué ha consignado un revolucionario entre los capítulos del acta de su levantamiento la declaración de que desconoce el nombramiento de Don Mariano Arista?
     Los revolucionarios, no hay que dudarlo, buscan siempre el descollar en su programa, pretenso o verdadero, a los ojos de los pueblos, un principio grande, una idea poderosa que conmueva los ánimos y excite las simpatías en su favor. Esto es muy natural, y por lo mismo, aun cuando los planes revolucionarios no sean más que la expresión de la voluntad del individuo que los forma y de la fuerza armada que los adopta, se encuentra en ellos, sin embargo, un buen criterio para conocer el verdadero estado de la opinión, nada más que con atender a cuales son los que se pretende halagar. El revolucionario pedirá esto o aquello, poco interesa lo que sea. Lo que es necesario observar con atención es esto otro: ¿Contra quién se levanta? ¿A quién acusa? ¿Qué mal es el que dice que intenta evitar? De ese examen se inferirá casi siempre con toda rectitud cuál sea la persona o la cosa más antipática para un pueblo.
     Aplicando esta sencilla y racional doctrina al Plan de Juchitán, notaremos que sus artículos 2° y 3° son relativos a Oaxaca; es local su interés; y en ellos acaso están revelados la intención y los proyectos del autor. El desconocimiento de las autoridades del Estado de Oaxaca y la supresión de las aduanas del mismo, he aquí, muy probablemente, la suma de los deseos de Meléndez. El artículo 1°, en el cual protesta sostener con su sangre la forma de gobierno que actualmente rige, no es más que una circunstancia atenuante que el corifeo se prepara por si se nublare el horizonte; y los 4°, 6° y 8° no encierran otra cosa que las promesas y amenazas de estampilla que siempre se hacen, las unas a los que sostengan el Plan, y las otras a los que se opongan a él. El 5° es uno de los dos dignos de atención y dice lo siguiente: “Que tanto las propiedades del clero como las de los particulares, deben gozar de todas sus garantías”. Aquí se nota claramente lo que dijimos poco antes: este artículo tiene por objeto concitar las simpatías. ¿Y  por qué se vale Meléndez para atraérsela de esta oferta de garantías para la propiedad del clero y de los particulares? Porque sabe que la nación toda teme por una y otra si se llega a entronizar la facción inmoral que proclama a Don Mariano Arista, y porque sabe que todos los propietarios se aprestan ya a repeler la agresión. En el artículo 7° se descubre todavía con mayor fuerza de evidencia la intención ya mencionada de buscar la popularidad, halagando a la opinión general. Y en este punto no se podía, en verdad, encontrar otro medio, ni más eficaz ni más adecuado. El desconocimiento de esa elección que solamente a fuerza de atentados ha podido recaer en su mayoría en el caudillo socialista, y ciertamente la idea poderosa que conmoverá los ánimos, y que ora lleve por nombre Meléndez quien la proclame, ora sea Juan, Pedro o Francisco; ora la proclame en Juchitán, ora en Zacatecas o en México; donde quiere y por quien quiere que fuera, encontrará eco en el pecho de los mexicanos.
     Dijimos que acaso el mismo Meléndez no ha calculado la trascendencia de los conceptos que ha enunciado en los artículos quinto y sexto de su Plan. Esto nos parece indudable. Este movimiento insignificante, ese Plan mal redactado e indigesto, esa rebelión poco menos que microscópica, producirán acaso en lo de adelante ―lo que no permita el cielo― una conflagración general, y grandes y terribles resultados. Mal anuncio es ya para los enemigos de la propiedad y el sacerdocio, el que la una y el otro sean invocados a la vez que se desconoce la elección de Don Mariano Arista.
     ¿Y suya será la culpa si nuestro malhadado suelo vuelve a ser presa de los horrores de la guerra civil? No será ciertamente de nosotros que día por día, hora por hora, instante por instante, defendemos los principios salvadores que una ambición desalentada conculca sin cesar; ¡será de los apóstoles de las nuevas creencias, de los sectarios del hombre de Palo-Alto, que han cifrado la esperanza de que termine la obra que allá y en la resaca se comenzó!
     Es más que probable que dentro de muy pocos días, acaso en el próximo correo nos venga la noticia de que ya dio fin la sublevación de Juchitán: pero esto en nada invalida las desaliñadas reflexiones que acabamos de hacer. La opinión general se va manifestando diariamente con mayor claridad y fuerza: hay más aun; va tomando una actitud amenazadora… Nada más nos resta qué decir.

Para saber más: Plan del 20 de octubre de 1850


[Documento publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 16, Dom 11/Nov/2012. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]