Adolfo C. Gurrión |
[EL
DATO.- Adolfo C. Gurrión fue un joven diputado
zapoteca que participó en la primera legislatura del México revolucionario. Originario
de Juchitán, nació el 20 de octubre de 1879. Luchó desde su juventud por la
democratización de la vida política nacional, ideal que le costó la vida a los
33 años de edad. Esta alocución se pronunció en la Cámara de Diputados en 1912.
Al año siguiente, Gurrión sería asesinado por órdenes del Gobierno de Victoriano
Huerta.
Señores diputados, me satisface demasiado que la ocasión se presente para señalar algunas verdades, porque hay mucho qué decir sobre el Estado de Oaxaca. No creáis que el Estado de Oaxaca es el glorioso de Juárez. No creáis que todos los oaxaqueños son Juárez ni todos son Benítez [murmullos]. Sí señores: ayer se trataba de un asunto semejante; se hablaba de la diputación oaxaqueña con halagos y adulaciones pérfidas; pero no, el Estado de Oaxaca, acaso el Estado donde la mano de la dictadura pesó más cruelmente, donde los hombres, convertidos en eunucos, soportaron administraciones ignominiosas. Pocos fuimos, señores los que hemos levantado la voz durante esas administraciones. Hoy sí, se habla de justicia, hoy se habla de libertad, y con razón, pues
En el Estado de Oaxaca, es donde las elecciones últimas se han verificado con peores resultados. Era Gobernador interino el señor Montiel. Él impuso a su padre adoptivo y a muchos de sus amigos, nulos casi todos, todos casi desconocidos.
En cuanto a lo que decía el señor Modesto Ramírez, lo invito para que diga si no tengo antecedentes respecto de mi pueblo, si no he luchado por este, si no he sido de los únicos que no se han olvidado de él jamás, de los únicos zapotecas que han llorado con él sus tristezas y sufrimientos, y han protestado por esas tristezas y esos sufrimientos; que diga el señor Modesto Ramírez si él ―como uno de los tantos agraciados por la administración porfirista― no me vio caer muchas veces y levantarme muchas más, que diga si ―a pesar de ser ellos abogados, hombres grandes en las tierras de Juárez― no callaron todos, si todos no soportaron tanta ignominia y si cobardemente no cargaron todas las cadenas de la tiranía, que digan si no fui yo quien levantó la voz en la tribuna, en el periódico, en la cátedra humilde del maestro de la escuela, en todas partes; que diga ese señor si esos hechos no son antecedentes políticos.
¿Podría ahora asegurar el señor Modesto Ramírez que necesitaba yo de un hermano o de la intervención para ser electo diputado de mi pueblo? Desafío al señor Ramírez para que vaya a Juchitán y pregunte por mi conducta entre mis paisanos e interrogue a aquel pueblo sobre si Don Benito Juárez [Maza], Gobernador del Estado de Oaxaca, en diciembre de 1911, confió en mí para que ese mismo pueblo depusiera las armas, como en efecto las depuso, pues fui el único que pudo llegar hasta los juchitecos, llamándolos al orden y a la paz, porque ―en mi concepto― aquella lucha armada era una lucha estéril, desgraciadamente, porque valía más que ―en aquel momento― se proclamara
El presidente del Colegio llama al orden al señor Gurrión, quien responde:
“Es que se me hizo una alusión personal señor presidente”. El Lic. Cabrera reclama el trámite; el diputado Vidal y Flor reclama el orden, porque “no ha debido la presidencia llamar al orden al señor diputado Gurrión; el diputado tiene amplia libertad de palabra en la tribuna”. Esta reclamación es recibida con aplausos de los diputados y los concurrentes a galerías.
El señor diputado profirió vocablos antipatrióticos ―afirma el señor presidente― [voces: ¡No! ¡No!]. Ha dicho que trataba de proclamar
He dicho ―aclara el diputado Gurrión― que trataba de Proclamar
El Lic. Cabrera insiste en reclamar el trámite; pero no tiene el uso de la palabra y el diputado Gurrión continúa:
He dicho señores, que no necesitaba de un hermano para ser electo de mi pueblo, y quiero demostrarlo. Tengo los antecedentes suficientes para que pueblo humilde como soy, me proclamara su representante. Y he sido proclamado sin necesidad de hacer propaganda de ninguna clase.
Pues bien, señores; insisto en que el Estado de Oaxaca no es el único Estado de nombre glorioso y que en él hubo muchos lugares en donde las elecciones tuvieron los peores resultados, por las consignas e imposiciones del gobernador Montiel. Repito en aquel Estado un señor Montiel impuso a sus padre adoptivos, a su compadre y a otros más, favorecidos propios. En Tlacolula un señor del estado de Veracruz fue electo también con muy malos antecedentes. Y en fin, señores, ¿para qué cansar a ustedes con una larga enumeración? El caso es que en los distritos de Etla e Ixtlán no hubo elecciones; no las hubo señores diputados, y lo digo sinceramente lamentando no tener aquí los datos respectivos; pero soy oaxaqueño y estoy en posesión de la verdad de cuanto ha sucedido en mi estado.
En el distrito de Etla no hubo elecciones en favor de Hernández, y allí están los documentos cuyas lecturas ha suplicado a la presidencia se sirva ordenar, porque ahí están los hechos que hablan elocuentemente. En el distrito de Ixtlán, el señor Fidencio Hernández, aún cuando se diga que es un hombre honrado, un valiente, corrió, señores porque no podía permanecer un momento más en él. Ahí está la prensa, ahí está El Imparcial; consultadles; los serranos ofrecieron quemarlo vivo. Hernández tiene antecedentes pésimos, antecedentes malos, entre sus paisanos; es odiado en la sierra ―¿por qué no decirlo?―.
Se decía que yo un paisano, había de venir a decir tamaña verdad en presencia de ustedes. Sí, yo he roto hace mucho tiempo señores con el brutal provincialismo. Yo no soy sólo mexicano [siseos]: soy de la gran familia humana. Sí señores; lo mismo puedo hablar en Oaxaca que en cualquier otra parte de la República o del mundo, si las conozco; ¿que se viene aquí con provincialismos los defensores de Hernández?; si he roto con la diputación oaxaqueña es porque he tenido un carácter independiente, no he querido someterme a formar parte de este “circulo de amigos” para felicitar el último 15 de septiembre al Gral. Díaz, en un descabellado cablegrama que se me invitaba a firmar; yo, que luché siempre contra el viejo dictador ¿no es absurdo, señores, que viniera a claudicar aquí, cuando ya no soy el individuo, cuando represento a todo un pueblo valiente y viril? ¿Había de venir aquí a conculcar mis ideas anteriores, las que he sostenido hasta en el fondo de las prisiones? No, señores; tal vez en la diputación oaxaqueña halla dos o tres hombres libres; pero los demás, unos han servido al dictador y otros tiene ideas muy rancias. De manera que, señores, aprobéis o no el dictamen de la comisión, como hombre honrado os sostengo: que del distrito de Ixtlán no ha habido elecciones y no las ha habido porque cuando debían verificarse, estaba en revuelta armada dicho distrito y además en Ixtlán está puesta a precio la cabeza de Fidencio Hernández [aplausos].
Texto publicado en Istmo Autónomo, hoy Revista Guidxizá, Año I / Nº 2, Agosto-Septiembre de 2004. Tomado de Diego Arenas Guzmán (Comp.) Historia de la cámara de diputados de la XXVI legislatura federal, Comisión Nacional para la celebración del sesquicentenario de la independencia nacional y del cincuentenario de la Revolución Mexicana, México, 1961, pp 481-482. El título del fragmento es de Guidxizá]