Javier Castellanos |
Pareciera que al zapoteco, con todos sus hablantes, alguien lo hubiera metido en una gigantesca jícara, moviéndola fuertemente, regando su contenido por todos lados. El zapoteco es la suma de muchos idiomas, sin que tenga mucho que ver la región, pues hay parecidos entre algún pueblo de la Sierra Sur con otro de la Sierra Norte, o de esta última zona con alguno de la planicie costera del Istmo; por eso cuando alguien comenta sobre una de estas variantes, hablas, dialectos, idiomas, cualquier dillasa, es como escuchar hablar de la que uno llama su lengua materna.
En esta ocasión quiero contar un poco cómo ha sido el trabajo en la variante xhon; pero antes, una ligera ubicación geográfica y social:
El dilla xhon es una variante lingüística que sus hablantes reconocen como parte de la gran familia zapoteca. Es la lengua materna de los que viven en la parte central de la Sierra Norte. Colinda al norte con los pueblos de la variante zapoteca xidza, al sur con los pueblos welhab (Albarradas); al oriente con los pueblos Ayuks (mixes) y al poniente con los pueblos zapotecas de la variante ihe’ja. También se habla en la agencia municipal El Nigromante, perteneciente al municipio de Playa Vicente, Veracruz. Un pueblo de más de cinco mil habitantes, que se fundó hace más de cien años con migrantes de la región serrana, y que logró una gran hazaña al conseguir hasta el día de hoy mantener intacta su lengua materna. La región serrana que habla el dilla xhon está compuesta de 28 pueblos (17 municipios y 11 agencias municipales), todos con cabecera distrital en Villa Alta, y uno en Ixtlán (Laxopa).
A pesar de tener muchas diferencias en el habla, los habitantes de esta zona se pueden entender entre sí en cuestiones muy cotidianas; pero en una asamblea de autoridades en la que estuvieran representantes de los 28 pueblos para tratar asuntos de tipo político u otras cuestiones regionales, tendrían que usar el español.
Es una región en donde la emigración, principalmente a los Estados Unidos de Norteamérica, comienza a volverse un problema para los mismos pueblos, pues hay casos en donde la población migrante ya supera a la que vive en la misma comunidad de origen. El número de habitantes ha disminuido en poco más del 15%, del año 2000 al 2005, a la vez que el número de personas que ya dejaron de hablar la lengua indígena ha aumentado a 6% (INEGI). Un índice alto, teniendo en cuenta que hace menos de 15 años no había persona que no hablara zapoteco en esta región de 680 kilómetros cuadrados. El 13% de la población no sabe leer ni escribir en español, pero el 95% no sabe leer ni escribir en su lengua materna, y no lo considera necesario. Aunado a todo esto, existe un ambiente hostil hacia lo propio, así como un sistema educativo que presta muy poca atención al desplazamiento cultural que sufren estos pueblos (o que en muchos casos, lo induce).
Como su nombre lo dice, esta es una reseña muy breve, que únicamente pretende situar al lector en el contexto en que se encuentran los trabajos que se han hecho hasta ahorita sobre nuestra lengua materna, para que de allí podamos continuar.
Pero resultará difícil ubicarnos si no hacemos un recordatorio de que cuando llegaron los conquistadores españoles, ellos querían hacer de estas tierras, en todo el sentido de la palabra, una nueva España: se trajeron sus plantas, sus animales domésticos, sus herramientas, sus enfermedades, sus creencias. Querían cambiar todo, y casi lo lograron. Nuestros animales, la religión, nuestras danzas, nuestra forma de construir casas, mucha de nuestra tecnología, nuestros nombres, nos lo trajeron ellos; tanto así que uno de los pocos elementos que quedan, de lo que había antes de que ellos llegaran, es nuestra lengua (y no porque no hayan intentado cambiarla, pues lo siguen haciendo).
Pienso que nuestros ancestros entendieron perfectamente el valor de su lengua para poder sobrevivir en esa negra etapa en que les tocó vivir; por eso, en cuanto entraba un nuevo elemento cultural a su cotidianidad, inmediatamente lo convertían al zapoteco. Llegó el toro y una parte del nombre que le daban al jaguar o al puma, belletao belleyixe, y señalando la función de este nuevo animal le llamaron bellego’na. Infinidad de ejemplos nos quedan de esto. Por esta situación, al ver que nuestros ancestros se refugiaron en su lengua, estos conquistadores con tal de meternos sus ideas, se vieron obligados a aprender a hablarla y escribirla (también hay mucho material sobre esto).
Después de 300 años, cuando termina la guerra de Independencia, los líderes del país se convencieron de la idea de construir una gran nación, en donde estuvieron todas las naciones originarias, incluso al precio de borrar todo vestigio de diversidad cultural. Pero afortunadamente para los zapotecas, también entonces surgieron personas que mantuvieron esta cuestión del idioma, que hizo posible que hoy todavía sepamos del canto Bdaoguzan (antiguamente se decía Pitaocosana), que algunos todavía escuchábamos cantar a los borrachos, y quién sabe qué tendrá, que cuando las bandas empiezan sus tandas con ese canto, todo mundo grita. En Solaga, hasta hace poco se conocía una especie de poesía en zapoteco que se les decía a los nenes y que era muy popular: el Pericoxtil. Don Rosendo Pérez, en su libro La sierra Juárez, en su primera edición (1952), incluye un canto de Zoochila:
Wila ke bene chaganha’
Tu yelhe kate stasu,
zitu zea shxawa lhe’,
scha uzia bikze dxebanhu,
chheyadxua gose yelawin.
Una noche, seguro que dormías,
desde lejos empecé a silbarte,
pasó el tiempo y no despertaste,
triste me fui a dormir, más por el dolor.
Por allí de los años 60s, empezaron a aparecer unas güeritas en Zoogocho, vendiéndoles a nuestros padres unos calendarios, en los que lo único que entendíamos, los que ya sabíamos leer, era San Mateo, San Lucas, San Juan, porque lo demás estaba en zapoteco. Pero creo que fue entonces cuando vimos por primera vez nuestro idioma escrito; cuando algunos nos anotamos en este grupo de soñadores, utópicos, de los que estamos en este asunto del rescate de nuestro idioma.
Ya en los 80s, los propios hablantes empezaron a trabajar la cuestión de la escritura de su idioma. Lo primero, quizás, fue un librito que hizo un equipo de Educación Indígena, que encabezaba el maestro Anselmo, de Yatzachi (que quien sabe por qué no se tomó en cuenta, y ahora veo con asombro que lo que decía Anselmo entonces es lo que hoy se enseña en la maestría de lingüística indoamericana). También por esa época apareció el maestro Rendón, en Yalálag, y empezaron a trabajar la idea de reivindicar los derechos de los zapotecas a través de la lengua, hasta llegar a fundar un taller sobre el idioma, con el equipo que hasta hoy continúa el de nuestro amigo Joel. Por esta época aparecieron los promotores de Culturas Populares haciendo teatro, poesía, e inspirados en lo que hacían los hermanos juchitecos, impulsaron el canto en lengua: apoyan al grupo Bexjolli, a Martín Marcial, al dueto Ciclón, fundan la Banda Regional “Amigos de la Música”.
Cuando esto empieza a tomar mayor cuerpo, es cuando algunos maestros que entonces trabajaban en Zoogocho, junto con estos promotores, se proponen llamar a todos los que andan en este asunto para conformar un alfabeto para escribir el zapoteco de toda la Sierra. Participaron de todas las variantes; desde Choapam, xidza, lhe’ja; y después de muchas reuniones, en el lapso de unos tres años, se logró un alfabeto, que es el que seguimos usando. Entonces se dijo que iba a estar a prueba unos tres años. Estabamos claros que un alfabeto tenía que ser usado, para decir si medianamente funciona. En ese momento se nos hizo suficiente para probarlo tres años. Ya han pasado un poquito más de 20 años de ese acuerdo, y creo que ahora sí, ya podríamos decir dónde no funciona, qué le falta o qué le sobra; porque seguramente tiene deficiencias, y porque también hasta ahora nos damos cuenta de lo que entonces no pudimos ver: que los zapotecas istmeños ya tenían un alfabeto, y que nos hubiera ahorrado mucho tiempo si hubiésemos decidido utilizar ése. Tampoco se nos ocurrió llamar a los maestros del Instituto Lingüístico de Verano para que participaran, teniendo en cuenta su gran experiencia.
Si nos atenemos sólo a la escritura o al canto, hoy el zapoteco, en su variante xhon, goza de una gran vitalidad: tenemos doce discos con cantos en zapoteco, dos premios en Literatura indígena Nezahualcóyotl, cuatro lingüistas dedicados a nuestro idioma, dos gramáticas y tres diccionarios zapotecos (publicados), cuatro novelas en zapoteco, dos libros de cuentos en zapoteco, libros de poesía y algunos textos didácticos en lengua zapoteca. Pero también es necesario decir que cada uno de los autores de estos textos escribe a su modo. Por ejemplo, la palabra yo’o, (casa) la encontramos en tres formas distintas: yo’, yoo’, yo’o. De la palabra naa (hoy), encontramos cuatro formas: na, na’, na’a, naa. De la palabra ihill (hogar) encontramos: liill, ihill. Estas diferencias que se mencionan, son tomando en cuenta solamente las vocales. No nos hemos puesto de acuerdo en cómo usarlas, como también nos falta definir hasta dónde termina una palabra, porque a veces encontramos to ni ato beko, que quiso escribir: “en una ocasión un perro”. Hay palabras que algunos usan y otros totalmente desconocemos (betayo, beneyalla, zebaz, chhe’), así como los préstamos. Y sin considerar que las dos gramaticas que he mencionado están en un alfabeto muy diferente, y por supuesto que todo esto dificulta la lectura, desprestigia el idioma y le da un carácter hasta obsoleto. Afortunadamente hoy se han dado pasos para remediar esta situación. El Instituto Estatal para la Educación de los Adultos ha elaborado un trabajo en donde están señaladas las maneras en que habla cada pueblo de la variante xhon.
Todo lo que se ha hecho muestra que tenemos un gran respaldo histórico, que venimos de un pueblo que quiere continuar siendo, que sus elementos están trabajando; pero cuando vemos el instrumento que mide con frialdad de herramienta, como lo es un censo, es cuando nos percatamos que nuestro trabajo es insuficiente para evitar el desplazamiento de nuestra lengua; que nuestros esfuerzos son aislados. Por eso, desde marzo del 2009, un grupo de paisanos de la región nos estamos reuniendo para buscar caminos más efectivos para evitar la extinción de nuestro zapoteco; y una de las conclusiones a las que hemos llegado es que nuestra lengua se puede perder porque ha dejado de ser útil en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana. Está excluida de la escuela, de la clínica, de los juzgados, de casi todo. Se ha dejado sólo para el fogón, es decir, para el ámbito doméstico y pues así, ¿cómo no se va a perder? Entonces hemos llegado a la conclusión de que esto hay que revertirlo, hay que hacer de nuestra lengua una herramienta moderna, al día, que esté presente en todos los aspectos en que nos movemos, porque tiene ese derecho. Y en eso estamos, organizados en una Asamblea de Hablantes, que publica un folleto bimestral con temas sobre el asunto de las lenguas, y que está elaborando las reglas para empezar a escribir nuestro idioma, entre otras actividades.
Más o menos es lo que pasa allá en la sierra, donde se habla una de las variantes del zapoteco: el dilla xhon.
(Texto publicado en Guidxizá número 15, Octubre-Diciembre de 2010)
[Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 7, Dom 09/Sep/2012. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]
[Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 7, Dom 09/Sep/2012. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]