La nueva vida: relato de Ta Juventino Jiménez

Viñeta de Cristian Pineda Flores
Gubidxa Guerrero


A Ta Jove, ejemplo de templanza, 
memoria viva de los binnizá.
A Na Lugarda Charis, con mi afecto 
y agradecimiento por encaminarme 
a Gui’xhi ro’.


Entre las tantas historias que se cuentan del valeroso 13° Batallón comandado por el General juchiteco Heliodoro Charis Castro, no se incluye una que me relató un superviviente de la batalla de Taquijaringa, Durango: Ta Juventino Jiménez. Es, tanto un episodio histórico que hasta el momento se mantenía oculto, como un relato que, a manera de anécdota, puede enriquecer el acervo que de nuestros soldados tenemos.

Ta Jove, como le dicen, es un respetado anciano de Xadani que pasa sus días en la ex Colonia Agrícola Militar Álvaro Obregón, fundada por el General Charis y los guerreros que allá en el norte combatieron.

Es sorprendente la memoria y la capacidad analítica que, a sus más de noventa años, conserva este soldado zapoteca. El humor y fortaleza tan característicos de la gente más antigua pervive en él. Así, me cuenta la siguiente vivencia llamándola 'La nueva vida'. 

—¿Por qué 'la nueva vida' Ta Jove

—Porque con los huaves cada 18 de octubre nos reuníamos en esta casa para celebrar nuestra milagrosa supervivencia, pues en aquella mañana de 1935 murieron ciento veintinueve soldados de nuestro grupo y otros setenta fueron heridos. ¿Quién no diría que volvió a nacer después de ese día? Por eso 'la nueva vida'.

Relata Ta Jove que su columna de quinientos hombres fue emboscada justo después de que el Capitán Anacleto Gonzáles le disparase a un conejo, lo que originó todo.

—Eran cuatro mil contra los que nos enfrentábamos. Yo veía cómo caía uno, ¡pum!, y luego otro, y otro. De pura suerte no me tocó a mí. Lo primero que hicimos fue tirarnos al suelo y escondernos. 

Ta Juventino Jiménez y Gubidxa Guerrero en Xadani. 2004
Su posición, según me contó, no era muy favorable, ya que eran blanco de los disparos, porque los atacaban desde una posición elevada. 

Ta Jove, aunque xadaneño, se encomienda a San Vicente. 

—Ya no era sólo el Patrón de Juchitán, sino de nuestro Batallón. Hasta mis amigos de San Mateo del Mar gritaban su nombre. Charis en las batallas nos decía: “¡Peleen sin miedo! Aquí morimos y en Juchitán nos revive San Vicente”. Nosotros no teníamos más Dios que ese Santo. Cuando peleábamos contra los cristeros ellos siempre gritaban: “¡Viva Cristo Rey! ¡Muera el Supremo Gobierno!” Ahora que veo las cosas desde aquí, me da risa, porque contestábamos: “¡Muera Cristo Rey! ¡Viva San Vicente!” Nunca perdimos una sola batalla.

Previo al enfrentamiento, los istmeños habían recorrido en una noche, un día y media noche, lo que los arrieros hacían en tres días.

—De los cuatro mil atacantes, el Capitán Cleto González mató a cientos. Teníamos una ametralladora que no podíamos utilizar porque nos llovían las balas; un francotirador le pegaba a cuanto paisano se acercaba al arma. Entonces, el Capitán puso en la punta de una rama su sombrero y lo sacó para ver de dónde venían los disparos; fue que dimos con el francotirador. Se encargó a seis de nosotros disparar hacia él cuando volviera a tirarle al sombrero. Ahí va de nuevo, aquél saca la cabeza para apuntar con su arma y ¡pas! ¡pas!, recibe cinco balazos. Me dijo el Capitán: “Jove, cinco pegaron, tú fallaste”. Fíjate hombre, nomás yo fallé [risas]. 

Cuenta Ta Jove que después de eso es cuando pudieron agarrar la ametralladora, gastándose en los agresores dos cintas de cartuchos.

—Cada cinta tenía mil tiros. Imagínate cuánto muerto hubo. Casi no se desperdiciaron balas, porque estaban bien confiados y a la vista. Fue así como ganamos esa batalla que nadie nunca ha contado...



[Texto publicado en Istmo Autónomo, hoy Revista Guidxizá, Año I, N° 6, Mayo-Junio de 2005.]