Victoria Guzmán Cabrera
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Llegando a casa de Na Rosa Magariño |
De niña, mientras sus demás hermanos asistían a la escuela, ella apoyaba a su madre en las labores domésticas. Molían maíz y hacían memelas para vender; también vendían atole y chocolate en las mañanas (esta bebida es muy importante dentro de la alimentación de los zapotecas). Na Rosa nos comenta: “Antes no había molino para preparar el chocolate. Comprábamos el cacao y lo tostábamos en comal, le quitábamos la cascara, y lo molíamos en metate con canela y azúcar. Ya que estaba listo, lo hacíamos en bolas y rollos y los cortábamos. Yo tenía 12 años”.
Na Rosa Magariño se casó a los 21 años con Virgilio Carrasco (q.e.p.d); de muy joven quedó viuda. Con apoyo de sus padres y su propio trabajo pudo darles estudios a sus hijos. Na Rosa trabajó en labores de casa con algunas familias de Juchitán.
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Na Rosa con su nieta Alba |
Ella, como toda madre binnizá, se siente orgullosa del trabajo que realizó para sacar adelante a sus hijos. Muy contenta, nos platicó sobre la importancia del trabajo en sus vidas: “Me gustaba más cuando yo era niña, pues mi papá sembraba y sacaba mazorca; nosotros la deshojábamos y desgranábamos el maíz. El maíz lo ocupábamos para hacer las memelas, para hacer el atole a las seis de la mañana. La carne que comíamos era sana porque los animales comían puro pasto; igual los pollos, sólo comían el maíz. Era más sano”.
La vida de Na Rosa Magariño es un ejemplo de las mujeres que con esfuerzo logran superar las adversidades.
[Reseña publicada en
Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del
Comité Melendre, Año I, N° 3, Dom 13/Ago/2012. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]