Juan Manuel Alegría |
“Sangre
en Tehuantepec”. Así fue el titular de las ocho columnas del periódico Oaxaca Gráfico del jueves 16 de enero de
1964. El rotativo, dirigido entonces por doña Arcelia Yañiz, informaba sobre la
muerte del médico Facundo Génico Salinas, como consecuencia del asesinato de
Carlos Escobar Cruz, presidente municipal de esa población del Istmo de
Tehuantepec.
Apenas dos días antes, Gustavo Díaz Ordaz había visitado la población como parte de su campaña a la presidencia de la República, acompañado por el gobernador Rodolfo Brena Torres.
Un rumor que incriminaba al galeno sobre la autoría intelectual del crimen contra el munícipe generaría un clima de linchamiento que tendría funestos resultados.
Por su parte, el diario El Imparcial, dirigido por Manuel G. Pichardo, un día antes, titulaba su segunda noticia principal: “El presidente de Tehuantepec asesinado ayer”. Entonces fungía como Procurador de Justicia del Estado el licenciado Jorge Rafael Woolrich.
El 16 de enero el gobernador del Estado Rodolfo Brena Torres (pasando por encima de la Procuraduría General de Justicia) anunciaba que designaba al licenciado Antonio Bourguet Medina para investigar los asesinatos. Ese día, en El Imparcial, se indicaba, sin citar su fuente (como si el reportero hubiera estado presente), que Escobar Cruz había sido ultimado arteramente “de cinco balazos por un individuo que se desprendió del edificio donde operaba el doctor Salinas en la calle de Independencia […] lo remató en los estertores de la muerte […] huyendo por la playa del río”.
El corresponsal anónimo indica más adelante: “mucha gente pretendió apedrear la casa del doctor Génico […] Efectivos del Ejército y la policía municipal mantuvieron cerrada la casa del profesional […] al cumplimentarse una orden de cateo […] cubiertos los trámites de rigor por el juez de primera instancia Lic. Mario Rojas Villavicencio […] se señaló como asesino a su pistolero el chofer Miguel Garrido Casanova y al velador del edificio”.
El redactor, primero habla de un asesino solitario, después indica que fueron dos los criminales, sin decir cuáles fueron los elementos que tuvo el juez para señalar que el ayudante de Génico y el velador de su clínica (Félix Villalobos) eran los asesinos de Escobar Cruz. Tampoco menciona qué se encontró durante el cateo a la casa del médico, ni por qué, si el juez dijo que eran otros los asesinos, fue encarcelado Génico. Después se sabría que quien disparó contra Escobar era otro colaborador de Génico: Alejandro Carrasco, oriundo de Juchitán.
Continuando con el Imparcial, en su información del jueves 16 de enero, dice: “Fue el
momento en que Salinas quedó a solas ―en realidad los
elementos del Ejército lo entregaron― con unos
policías municipales [...] cuando un cabo del mismo cuerpo, actuando
violentamente lo apuñaló mortalmente, muriendo poco después. La policía del
estado […] desarmó y detuvo a los genízaros municipales y los puso a
disposición del M.P. Ángel Menéndez”. Según la información que recabamos,
Génico no murió instantáneamente como quisieron hacer creer: fue torturado por
horas.
Entrevistada muchos años después, quien fuera vecina del palacio municipal de Tehuantepec, actualmente radicada en el Distrito Federal, dijo a quien esto escribe, que, ya recluido con lujo de violencia en la cárcel municipal, Génico Salinas fue torturado toda la noche.
La entonces adolescente, indicó que los lamentos del médico le impidieron dormir. Los gritos cesaron antes del amanecer, en esos momento no podía saber que eso se debió a que un arma punzocortante cegó la vida del facultativo, ya sin un testículo y sin la mitad de una oreja.
Al día siguiente, viernes 17, El Imparcial titulaba su segunda nota principal: “La paz de Tehuantepec seguirá inalterable”. Ahí el redactor anónimo tomaba abiertamente partido y dictaminaba quién era el bueno y quién el malo, al afirmar que: “por encima de los prejuicios y pasiones que se desbordan en la población de Tehuantepec, el gobierno del estado de Oaxaca, viene actuando sabiamente […] a efecto de mantener la paz alterada [por la] desaparición violenta de la cabezas visibles de fuerzas positivas y negativas; el señor Escobar Cruz, presidente municipal y el Dr. Salinas respectivamente”. Comunicación Social había entrado al rescate.
Al día siguiente, sábado, el mismo diario informaba que un día antes se había dado posesión a una junta de administración presidida por Alfonso Ortiz Mendoza, Juan Márquez Cuevas como síndico y Andrés Castillejos como vocal.
A la semana siguiente, el viernes 24 de enero, se daría por concluido el proceso de investigación y los diarios oaxaqueños ya no hablarían más de ello. Así titulaba El Imparcial a ocho columnas: “Esclarecen los hechos de Tehuantepec”.
Ahí, Antonio Bourguet Medina informaba sobre los resultados de sus investigaciones y afirmaba que: “En el homicidio de Carlos Escobar Cruz [los asesinos] fueron dos: Alejandro Carrasco y Eligio Martínez y como copartícipes Miguel Garrido Casanova (a) el gallina [sic] y Félix Villalobos, chofer del ese facultativo y velador del sanatorio […] en el caso del Dr. Génico aparece un solo autor: el ex-cabo de la policía municipal Germán Nicolás López”.
El redactor señalaba como testigo de la muerte del médico al presunto ultimador de Escobar, quien se hallaba en los mismos separos de la cárcel municipal: “Como testigo fue el asesino de Escobar [,] Félix Villalobos, quien declaró que el cabo asesinó a Génico”.
Finalmente, sin citar textualmente, desmentía las supuestas torturas al médico blaseño: “La versión de que Génico había [sic] sido atormentado y mutilado es totalmente inexacta según se desprende de la declaración del testigo [el velador] […] que en ningún momento mencionó que se hubiera atormentado y mutilado […] la amasia (nunca se citó el nombre) que recibió el cadáver que no advirtió ninguna huella de tormento o mutilación”. Seguía la ayuda al gobierno.
Es decir, solamente se apegaron a lo que les quiso decir el testigo, a nadie se le ocurrió preguntar: “¿Torturaron a Génico?”. Tampoco se sabe por qué la autoridad no fue a preguntar a la “amasia” si había recibido el cuerpo sin huellas de mutilación, ya que la opinión pública así lo señalaba.
Algunos diarios nacionales se ocuparon de la noticia. Génico Salinas era conocido fuera del ámbito regional, incluso, fuera de las fronteras nacionales. El famoso escritor y periodista Renato Leduc, en su columna “Semana inglesa” de la influyente revista Siempre, en el número 553 del 29 de enero de 1964, escribía sobre el tema:
“En días pasados fue asesinado en forma misteriosa cuando pasaba frente al consultorio del doctor Génico Salinas, el presidente municipal de Tehuantepec, persona ―dícese―, muy estimable y estimada. El doctor Salinas, un joven pero competente cirujano cuya participación en diversos congresos le había dado prestigio internacional. Apasionado de su tierra y dolido del atraso en que vive, fue a radicarse allá en donde además de su consultorio abrió un periodiquito, La Voz del Istmo, desde cuyas columnas criticaba y atacaba los actos de los funcionario que le parecían censurables y atacables […].
Apenas dos días antes, Gustavo Díaz Ordaz había visitado la población como parte de su campaña a la presidencia de la República, acompañado por el gobernador Rodolfo Brena Torres.
Un rumor que incriminaba al galeno sobre la autoría intelectual del crimen contra el munícipe generaría un clima de linchamiento que tendría funestos resultados.
Por su parte, el diario El Imparcial, dirigido por Manuel G. Pichardo, un día antes, titulaba su segunda noticia principal: “El presidente de Tehuantepec asesinado ayer”. Entonces fungía como Procurador de Justicia del Estado el licenciado Jorge Rafael Woolrich.
El 16 de enero el gobernador del Estado Rodolfo Brena Torres (pasando por encima de la Procuraduría General de Justicia) anunciaba que designaba al licenciado Antonio Bourguet Medina para investigar los asesinatos. Ese día, en El Imparcial, se indicaba, sin citar su fuente (como si el reportero hubiera estado presente), que Escobar Cruz había sido ultimado arteramente “de cinco balazos por un individuo que se desprendió del edificio donde operaba el doctor Salinas en la calle de Independencia […] lo remató en los estertores de la muerte […] huyendo por la playa del río”.
El corresponsal anónimo indica más adelante: “mucha gente pretendió apedrear la casa del doctor Génico […] Efectivos del Ejército y la policía municipal mantuvieron cerrada la casa del profesional […] al cumplimentarse una orden de cateo […] cubiertos los trámites de rigor por el juez de primera instancia Lic. Mario Rojas Villavicencio […] se señaló como asesino a su pistolero el chofer Miguel Garrido Casanova y al velador del edificio”.
El redactor, primero habla de un asesino solitario, después indica que fueron dos los criminales, sin decir cuáles fueron los elementos que tuvo el juez para señalar que el ayudante de Génico y el velador de su clínica (Félix Villalobos) eran los asesinos de Escobar Cruz. Tampoco menciona qué se encontró durante el cateo a la casa del médico, ni por qué, si el juez dijo que eran otros los asesinos, fue encarcelado Génico. Después se sabría que quien disparó contra Escobar era otro colaborador de Génico: Alejandro Carrasco, oriundo de Juchitán.
Facundo Génico Salinas |
Entrevistada muchos años después, quien fuera vecina del palacio municipal de Tehuantepec, actualmente radicada en el Distrito Federal, dijo a quien esto escribe, que, ya recluido con lujo de violencia en la cárcel municipal, Génico Salinas fue torturado toda la noche.
La entonces adolescente, indicó que los lamentos del médico le impidieron dormir. Los gritos cesaron antes del amanecer, en esos momento no podía saber que eso se debió a que un arma punzocortante cegó la vida del facultativo, ya sin un testículo y sin la mitad de una oreja.
Al día siguiente, viernes 17, El Imparcial titulaba su segunda nota principal: “La paz de Tehuantepec seguirá inalterable”. Ahí el redactor anónimo tomaba abiertamente partido y dictaminaba quién era el bueno y quién el malo, al afirmar que: “por encima de los prejuicios y pasiones que se desbordan en la población de Tehuantepec, el gobierno del estado de Oaxaca, viene actuando sabiamente […] a efecto de mantener la paz alterada [por la] desaparición violenta de la cabezas visibles de fuerzas positivas y negativas; el señor Escobar Cruz, presidente municipal y el Dr. Salinas respectivamente”. Comunicación Social había entrado al rescate.
Al día siguiente, sábado, el mismo diario informaba que un día antes se había dado posesión a una junta de administración presidida por Alfonso Ortiz Mendoza, Juan Márquez Cuevas como síndico y Andrés Castillejos como vocal.
A la semana siguiente, el viernes 24 de enero, se daría por concluido el proceso de investigación y los diarios oaxaqueños ya no hablarían más de ello. Así titulaba El Imparcial a ocho columnas: “Esclarecen los hechos de Tehuantepec”.
Ahí, Antonio Bourguet Medina informaba sobre los resultados de sus investigaciones y afirmaba que: “En el homicidio de Carlos Escobar Cruz [los asesinos] fueron dos: Alejandro Carrasco y Eligio Martínez y como copartícipes Miguel Garrido Casanova (a) el gallina [sic] y Félix Villalobos, chofer del ese facultativo y velador del sanatorio […] en el caso del Dr. Génico aparece un solo autor: el ex-cabo de la policía municipal Germán Nicolás López”.
El redactor señalaba como testigo de la muerte del médico al presunto ultimador de Escobar, quien se hallaba en los mismos separos de la cárcel municipal: “Como testigo fue el asesino de Escobar [,] Félix Villalobos, quien declaró que el cabo asesinó a Génico”.
Finalmente, sin citar textualmente, desmentía las supuestas torturas al médico blaseño: “La versión de que Génico había [sic] sido atormentado y mutilado es totalmente inexacta según se desprende de la declaración del testigo [el velador] […] que en ningún momento mencionó que se hubiera atormentado y mutilado […] la amasia (nunca se citó el nombre) que recibió el cadáver que no advirtió ninguna huella de tormento o mutilación”. Seguía la ayuda al gobierno.
Es decir, solamente se apegaron a lo que les quiso decir el testigo, a nadie se le ocurrió preguntar: “¿Torturaron a Génico?”. Tampoco se sabe por qué la autoridad no fue a preguntar a la “amasia” si había recibido el cuerpo sin huellas de mutilación, ya que la opinión pública así lo señalaba.
Algunos diarios nacionales se ocuparon de la noticia. Génico Salinas era conocido fuera del ámbito regional, incluso, fuera de las fronteras nacionales. El famoso escritor y periodista Renato Leduc, en su columna “Semana inglesa” de la influyente revista Siempre, en el número 553 del 29 de enero de 1964, escribía sobre el tema:
“En días pasados fue asesinado en forma misteriosa cuando pasaba frente al consultorio del doctor Génico Salinas, el presidente municipal de Tehuantepec, persona ―dícese―, muy estimable y estimada. El doctor Salinas, un joven pero competente cirujano cuya participación en diversos congresos le había dado prestigio internacional. Apasionado de su tierra y dolido del atraso en que vive, fue a radicarse allá en donde además de su consultorio abrió un periodiquito, La Voz del Istmo, desde cuyas columnas criticaba y atacaba los actos de los funcionario que le parecían censurables y atacables […].
La circunstancia de que el alcalde Escobar fuera muerto en las inmediaciones del consultorio del doctor Génico metió en la cabeza del polizonte Sibaja Barriga, jefe del servicio secreto del estado que el culpable era el médico dizque porque ‘éste se dedicó en los últimos meses a atacar en público al presidente municipal’ —si tuvo el valor de atacarlo en público ¿por qué iba a incurrir en la cobardía de asesinarlo a mansalva…?”.
A continuación el autor de Historia de lo inmediato citaba lo que informaba el corresponsal de Excelsior en Ixtepec. “El doctor Facundo Génico Salinas fue torturado y muerto por policías de Tehuantepec […] fue detenido en su consultorio junto con su tío, su chofer y su sirvienta. Fuerzas federales rodearon la casa del médico” Esta intervención inopinada e imprudente ―dice Leduc― del glorioso ejército hace presumir que en el lío hay incidentes de sucia politiquería parroquial.
Sigue citando al corresponsal: “No obstante haber sido detenido el médico sólo para averiguaciones y ser puesto a disposición del juez, él y sus acompañantes fueron golpeados e internados en la comandancia municipal […] fue entonces cuando el médico fue atormentado hasta morir. Policías de Tehuantepec lo martirizaron y un cabo de la policía municipal cuyo nombre se desconoce por haber sido ocultado, con un estilete le causó doce lesiones en diferentes partes del cuerpo”.
Opina Leduc: “—Esa alcahuetería con los hampones de placa y credencial es otra prueba de que el lío es político. Pero tal vez la cosa no se quede así […] El inolvidable Chapo Rodríguez es uno de sus informes escribió que “…cuando los resortes de la administración de justicia se aflojan y no funciona debidamente, no hay que extrañarse de que los agraviados prefieran recurrir a la venganza personal para hacerse justicia por propia mano”.
Renato Leduc, muy famoso por su soneto que sería musicalizado llamado Tiempo, concluía citando de nuevo al diario nacional: “El corresponsal de Excelsior termina su información: ‘Génico Salinas había ganado fama como el mejor cirujano de la región y tanto su muerte como la del alcalde han sido muy sentidas. Sin confirmación oficial se dijo que los habitantes de San Blas, colindante con Tehuantepec están deseosos de vengar la muerte del doctor Génico […]”.
Dice Leduc: “—Por donde se verá que las inmundas arpías de la devota tierra del califa en eso de liquidar a sus víctimas a garrotazos no han hecho sino imitar los procedimientos que emplean la beneméritas instituciones policíacas de la República”.
A pesar de que detuvieron a los presuntos asesinos materiales, que en sus declaraciones ministeriales aceptaron su culpabilidad, nunca salió a la luz pública cuáles fueron los móviles.
Además, como cuestiona Renato Leduc, ¿qué tenía qué hacer el Ejército en un asunto del fuero común? Asimismo, ¿cómo se explica que con tanta rapidez se hallara culpable a Génico de la muerte de Escobar?, pues aún estaban velando a éste cuando se libró la orden de cateo a la clínica de Génico y una orden de presentación con la cual elementos del Ejército asaltaron su casa.
¿Fue mera casualidad que entonces anduviera en Oaxaca en su campaña política para presidente de la República el más represivo de los mandatarios mexicanos de los últimos tiempos, Gustavo Díaz Ordaz, acompañado del no menos autoritario y arbitrario gobernador oaxaqueño de entonces, Rodolfo Brena Torres?
¿QUIÉN ASESINÓ
AL DOCTOR GÉNICO?
Tehuantepec. “La misma noche
en que murió Carlos Escobar, lo supo el gobernador Brena Torres, en un mitin de
[Gustavo] Díaz Ordaz en Oaxaca... La noticia lo enojó mucho y ordenó que
agarraran a Génico”, afirma uno de los ancianos que, de alguna manera,
estuvieron cerca de los acontecimientos que sacudieron a la sociedad istmeña a
principios de 1964: los asesinatos del entonces presidente municipal Carlos
Escobar Cruz y el del famoso médico blaseño Roberto Facundo Génico Salinas,
ambos ocurridos en esta ciudad.
Le espetamos: ¿Brena Torres mandó matar a Génico?
El anciano nos mira duramente un instante, tuerce la boca y, como para no comprometerse, responde con otra interrogante:
―¿Quién puede mover al Ejército. Quién manda al Ejército?...
No necesitamos más. Se entiende a quién acusa. Antes nos había dicho: “¡Para qué quieres revivir eso? Lo que pasó, ya pasó!”
Explicamos que la sociedad, los familiares, nuestros lectores, desean conocer la razón de ambas muertes y con ello se aportará algo a la historia del Istmo, porque con esas pérdidas humanas, la política en Tehuantepec cambió radicalmente. Lo convencemos de que nos transmita sus recuerdos. Acepta con la condición de que no revelemos su nombre (lo mismo ocurrirá con otros dos ancianos entrevistados).
Cada uno relata lo que considera la verdad (dos de ellos estuvieron enfrentados políticamente), aunque coinciden en algunos aspectos.
Le espetamos: ¿Brena Torres mandó matar a Génico?
El anciano nos mira duramente un instante, tuerce la boca y, como para no comprometerse, responde con otra interrogante:
―¿Quién puede mover al Ejército. Quién manda al Ejército?...
No necesitamos más. Se entiende a quién acusa. Antes nos había dicho: “¡Para qué quieres revivir eso? Lo que pasó, ya pasó!”
Explicamos que la sociedad, los familiares, nuestros lectores, desean conocer la razón de ambas muertes y con ello se aportará algo a la historia del Istmo, porque con esas pérdidas humanas, la política en Tehuantepec cambió radicalmente. Lo convencemos de que nos transmita sus recuerdos. Acepta con la condición de que no revelemos su nombre (lo mismo ocurrirá con otros dos ancianos entrevistados).
Cada uno relata lo que considera la verdad (dos de ellos estuvieron enfrentados políticamente), aunque coinciden en algunos aspectos.
TRATEMOS DE RECONSTRUIR:
El cirujano
Génico Salinas, nativo de San Blas Atempa, el médico de mayor éxito con su
profesión en la zona, incursionó en la política local de Tehuantepec, creando
un grupo que aspiraba al poder municipal; “no quería dinero, era un brillante
médico”, dicen los entrevistados. Fue cambiando paulatinamente de carácter. Se
comenzó a rodear de algunos hombres armados y a hacerse temer. Compró el
periódico La Voz del Istmo
(antecedente directo de El Sol del Istmo)
a Pedro Morales Sosa, quien continuó dirigiéndolo.
Génico tenía pensado crear un medio con mayor calidad, por lo que había comprado maquinaria, que ya se hallaba en una propiedad que el médico tenía en la esquina donde hoy se encuentra la mueblería “La Moderna”, casi a la entrada de la Catedral de Tehuantepec; maquinaria que a su muerte todos ignoran dónde quedó (por cierto, esas construcciones pertenecieron a Génico, incluida la oficina de Correos y Telégrafos Nacionales, y siguen ab intestato).
Alguno de los que se atrevieron a hablar, indican que la presencia constante del General Heliodoro Charis Castro en el rancho “Los Tulipanes” propiedad del médico, así como de otros personajes de renombre, se debía a que Génico impulsaba, por medio de una asociación de paisanos, la creación de un nuevo Estado en la República, que integraría a los pueblos de la región ístmica de Oaxaca; lucha que antes llevara a la muerte al juchiteco José F. Gómez (Che Gómez), quien fue mandado a matar, presumiblemente, por el entonces gobernador Benito Juárez Maza, en Barrancón, cerca de Matías Romero, donde fue interceptado cuando viajaba a la Ciudad de México en el ferrocarril, con un salvoconducto que el presidente Francisco I. Madero le diera para que llegara hasta él con el asunto del Istmo de Tehuantepec.
Génico tenía pensado crear un medio con mayor calidad, por lo que había comprado maquinaria, que ya se hallaba en una propiedad que el médico tenía en la esquina donde hoy se encuentra la mueblería “La Moderna”, casi a la entrada de la Catedral de Tehuantepec; maquinaria que a su muerte todos ignoran dónde quedó (por cierto, esas construcciones pertenecieron a Génico, incluida la oficina de Correos y Telégrafos Nacionales, y siguen ab intestato).
Alguno de los que se atrevieron a hablar, indican que la presencia constante del General Heliodoro Charis Castro en el rancho “Los Tulipanes” propiedad del médico, así como de otros personajes de renombre, se debía a que Génico impulsaba, por medio de una asociación de paisanos, la creación de un nuevo Estado en la República, que integraría a los pueblos de la región ístmica de Oaxaca; lucha que antes llevara a la muerte al juchiteco José F. Gómez (Che Gómez), quien fue mandado a matar, presumiblemente, por el entonces gobernador Benito Juárez Maza, en Barrancón, cerca de Matías Romero, donde fue interceptado cuando viajaba a la Ciudad de México en el ferrocarril, con un salvoconducto que el presidente Francisco I. Madero le diera para que llegara hasta él con el asunto del Istmo de Tehuantepec.
EL PRESIDENTE, DE OTRO PUEBLO
Carlos Escobar
Cruz ―aunque
su madre era del Barrio Santa María, de Tehuantepec―
era considerado originario de la población de Matías Romero, en donde tenía
esposa e hijos. Ferrocarrilero, era también considerado un traidor por los vallejistas (seguidores de Demetrio Vallejo) ya
que Carlos, quien era fogonero de Camino, junto con sus hermanos Alberto y El
Pipo, en 1958, habían roto la huelga de los hombres del riel (movimiento
que llevó a la reclusión por más de once años en el Palacio Negro de Lecumberri
a su máximo líder, Demetrio Vallejo).
La acción que le ganó el mote de esquirol a Carlos Escobar ―quien, dijeron, no tenía la experiencia de maquinista―, fue la de conducir un convoy de vagones de Matías Romero a Salina Cruz, con el apoyo del Ejército. Otro hermano, Rubén, los apoyaba como Jefe de Patio en Matías.
Escobar también había participado como síndico municipal en el cabildo de la entonces ferrocarrilera ciudad, sin concluir su periodo. Después de la renuncia obligada se ubicó como concesionario de la agencia cervecera “Modelo del Istmo”, en Tehuantepec.
La acción que le ganó el mote de esquirol a Carlos Escobar ―quien, dijeron, no tenía la experiencia de maquinista―, fue la de conducir un convoy de vagones de Matías Romero a Salina Cruz, con el apoyo del Ejército. Otro hermano, Rubén, los apoyaba como Jefe de Patio en Matías.
Escobar también había participado como síndico municipal en el cabildo de la entonces ferrocarrilera ciudad, sin concluir su periodo. Después de la renuncia obligada se ubicó como concesionario de la agencia cervecera “Modelo del Istmo”, en Tehuantepec.
PREMIADO POR ESQUIROL
Los entrevistados
coinciden en que, aquí, gracias a “su traición”, Escobar Cruz obtuvo la
nominación por el PRl a la candidatura para la presidencia municipal, por el
apoyo del sempiterno famoso líder charro de los Ferrocarriles, Luis
Gómez Z. (de infausta memoria para los viejos ferrocarrileros), quien se hallaba
contento con Escobar por el “servicio” prestado.
Según los ancianos, Gómez Z., habría hablado con el gobernador electo Rodolfo Brena Torres, quien aceptó imponer a Escobar Cruz como presidente municipal de Tehuantepec.
El candidato natural para acceder a la alcaldía tehuana, por el PRI, se pensaba, sería José Villalobos Arias, líder de la CTM, quien contaba con las simpatías del líder opresor de esa central de trabajadores, Fidel Velásquez.
Según nuestras fuentes, don Fidel intervino demasiado tarde, por lo que a Villalobos Arias le fue ofrecida la sindicatura, que no aceptó y en su lugar se incluyó a Luis Woolrich, sobrino de doña Lucía del mismo apellido. El presidente del PRl municipal era Margarito González; el del estatal era Raúl Bolaños Cacho.
De los pocos que se opusieron a esa designación fueron el doctor Alberto Cajigas Lagner, quien también aspiraba a la alcaldía tehuana y don Facundo Ruiz, personaje muy famoso en la política de esa época. Nada pudieron hacer para cambiar la imposición, nos señalan.
Génico, con su grupo, aportó dinero e influencias, considerando que Escobar sería manipulable, e influyó para que varios de su grupo se integraran al Ayuntamiento. También formó parte doña Lucía Woolrich de Santibáñez, líder de otro grupo político. Así, Carlos Escobar tomó posesión el 1 de enero de 1963.
Meses después, dicen los entrevistados, Escobar Cruz “se sintió dueño de la situación y destituyó al regidor Manuel Musalem; juchiteco, pero gente de Génico”, con lo que comenzó el encono, y la distancia entre ambos se agrandó. Lucía Woolrich de Santibáñez (cuyo hijo, Jorge Rafael Wolrich, era el Procurador de Justicia en el Estado), también se sintió ofendida por lo que consideró ingrato proceder del munícipe y pidió licencia a su cargo en el Ayuntamiento. Por otro lado, “Tampoco le habrá hecho mucha gracia a su esposa que el presidente anduviera cortejando a una joven”, opina uno de los ancianos, sugiriendo otro móvil del crimen.
Esas confrontaciones entre el edil y quienes lo apoyaron se daban soterradamente; aunque Génico criticaba la actuación de Escobar en La Voz del Istmo, lo que molestaba muchísimo al alcalde y se desquitaba con allegados del médico blaseño, mandando encarcelar por cualquier pretexto, por unos días, a dos o tres de sus ayudantes.
Según los ancianos, Gómez Z., habría hablado con el gobernador electo Rodolfo Brena Torres, quien aceptó imponer a Escobar Cruz como presidente municipal de Tehuantepec.
El candidato natural para acceder a la alcaldía tehuana, por el PRI, se pensaba, sería José Villalobos Arias, líder de la CTM, quien contaba con las simpatías del líder opresor de esa central de trabajadores, Fidel Velásquez.
Según nuestras fuentes, don Fidel intervino demasiado tarde, por lo que a Villalobos Arias le fue ofrecida la sindicatura, que no aceptó y en su lugar se incluyó a Luis Woolrich, sobrino de doña Lucía del mismo apellido. El presidente del PRl municipal era Margarito González; el del estatal era Raúl Bolaños Cacho.
De los pocos que se opusieron a esa designación fueron el doctor Alberto Cajigas Lagner, quien también aspiraba a la alcaldía tehuana y don Facundo Ruiz, personaje muy famoso en la política de esa época. Nada pudieron hacer para cambiar la imposición, nos señalan.
Génico, con su grupo, aportó dinero e influencias, considerando que Escobar sería manipulable, e influyó para que varios de su grupo se integraran al Ayuntamiento. También formó parte doña Lucía Woolrich de Santibáñez, líder de otro grupo político. Así, Carlos Escobar tomó posesión el 1 de enero de 1963.
Meses después, dicen los entrevistados, Escobar Cruz “se sintió dueño de la situación y destituyó al regidor Manuel Musalem; juchiteco, pero gente de Génico”, con lo que comenzó el encono, y la distancia entre ambos se agrandó. Lucía Woolrich de Santibáñez (cuyo hijo, Jorge Rafael Wolrich, era el Procurador de Justicia en el Estado), también se sintió ofendida por lo que consideró ingrato proceder del munícipe y pidió licencia a su cargo en el Ayuntamiento. Por otro lado, “Tampoco le habrá hecho mucha gracia a su esposa que el presidente anduviera cortejando a una joven”, opina uno de los ancianos, sugiriendo otro móvil del crimen.
Esas confrontaciones entre el edil y quienes lo apoyaron se daban soterradamente; aunque Génico criticaba la actuación de Escobar en La Voz del Istmo, lo que molestaba muchísimo al alcalde y se desquitaba con allegados del médico blaseño, mandando encarcelar por cualquier pretexto, por unos días, a dos o tres de sus ayudantes.
LAS BALAS TERMINARON
LAS RENCILLAS
Hasta que el 14
de enero de 1964, a las 17:45, un día después de que el candidato presidencial
Gustavo Díaz Ordaz estuviera en esta ciudad (donde departió alegremente en
casa de don José Estefan Ácar), Carlos Escobar Cruz fue asesinado por cinco
disparos de una pistola calibre 38 especial, a unos pasos del consultorio de
Génico (ubicado en los portales del costado norte del mercado), cercano al
palacete de Juana Cata, “por un individuo que se desprendió del edifico donde
operaba el doctor Salinas en la calle de Independencia...”, decía una nota del
diario El Imparcial del 16 de enero
de ese año. Esta fortuita circunstancia apoyaría irracionalmente la hipótesis
de la autoría intelectual del galeno en el crimen.
“Es como si tú ―nos dice uno de los entrevistados―, al salir de aquí mataras a alguien. No faltaría algún tonto que dijera que yo te mandé a matarlo. Si quiero matar a alguien lo haré lo más lejos posible de mi casa, ¿o no?”.
Arrestado tiempo después, el juchiteco Alejandro Carrasco confesaría ser el asesino del presidente, por causas ajenas a las imputadas a Génico.
“Es como si tú ―nos dice uno de los entrevistados―, al salir de aquí mataras a alguien. No faltaría algún tonto que dijera que yo te mandé a matarlo. Si quiero matar a alguien lo haré lo más lejos posible de mi casa, ¿o no?”.
Arrestado tiempo después, el juchiteco Alejandro Carrasco confesaría ser el asesino del presidente, por causas ajenas a las imputadas a Génico.
MUCHOS ASESINOS
Primero se
culpó, como asesinos de Escobar Cruz, al doctor Génico, a Félix Villalobos, su
chofer y a Miguel Garrido Casanova, velador de la clínica de Génico, según las
audaces investigaciones policiacas de esa época que recogimos en la hemeroteca
de la ciudad de Oaxaca.
Casi diez días después de la muerte de Escobar, el designado por el gobernador Brena Torres para investigar el caso, Antonio Bourguet Medina informaba que, “en el homicidio de Carlos Escobar Cruz, los asesinos fueron dos: Alejandro Carrasco y Eligio Martínez ―ninguno fue involucrado antes― y como copartícipes Miguel Garrido Casanova (a) el gallina [sic] y Félix Villalobos, chofer de ese facultativo y velador del sanatorio (…)”. El Imparcial, 24 de enero de 1964.
Algunos pensaron, dijeron dos de los entrevistados, que el personal de Génico fue involucrado para justificar su detención y posterior asesinato. Finalmente el único que fue sentenciado a treinta años de prisión fue Alejandro Carrasco.
Casi diez días después de la muerte de Escobar, el designado por el gobernador Brena Torres para investigar el caso, Antonio Bourguet Medina informaba que, “en el homicidio de Carlos Escobar Cruz, los asesinos fueron dos: Alejandro Carrasco y Eligio Martínez ―ninguno fue involucrado antes― y como copartícipes Miguel Garrido Casanova (a) el gallina [sic] y Félix Villalobos, chofer de ese facultativo y velador del sanatorio (…)”. El Imparcial, 24 de enero de 1964.
Algunos pensaron, dijeron dos de los entrevistados, que el personal de Génico fue involucrado para justificar su detención y posterior asesinato. Finalmente el único que fue sentenciado a treinta años de prisión fue Alejandro Carrasco.
“YO MATÉ A CARLOS ESCOBAR”
“Yo maté a
Carlos Escobar, el Doctor Génico fue inocente... tal vez, fueron cuestiones de
la política el pretexto para eliminarlo. Pues en verdad el Doctor Génico estaba
sentando sus reales como cacique en la región... y el Gobierno le temía. Yo
maté a Carlos Escobar porque si no me adelantaba él me mataba”.
Lo anterior lo expresó Alejandro Carrasco, doce años después, al periodista Pedro Piñón Rustrián, quien lo entrevistó en el penal de Ixcotel. La entrevista apareció el sábado 30 de noviembre de 1976 en El Informador de Oaxaca.
En el patio del penal donde el juchiteco Alejandro Carrasco purgaba una condena de treinta años, sentenciado por el juez Zárate Mijangos, le contó a Piñón Rustrián que antes del crimen, trabajaba desde ocho años atrás con Facundo Génico como chofer particular.
“Yo sólo escuchaba decir al doctor que Carlos los había traicionado, después de haber gastado tanto para su campaña. Yo nunca me metí en cosas políticas ―informó al entrevistador―. Pero el hecho que yo trabajara con el doctor y me hubiera negado a pasarme para trabajar con Escobar Cruz, como personalmente me lo pidió, esto hizo que el [presidente] me acosara, tanto que un día que yo transitaba frente al Palacio Municipal, como a las 9 de la noche, acompañado de dos policías se me acercaron y a empellones me detuvieron en la comandancia municipal, en los bajos del Palacio; donde me desarmaron y fui golpeado a cachazos por el propio presidente municipal; puesto en libertad más tarde me dijo que me fuera de la ciudad o no respondía de mi vida: «Si te vuelvo a encontrar, yo mismo te mato»”, aseguró Carrasco que le dijo el alcalde.
El asesino confeso añadió que se cuidaba de no encontrarse con Escobar. “Pero sucedió que esa fatídica fecha en que descendía de un autobús que me trajo de Juchitán, al encaminarme por el lado Este del Mercado Público ‘Jesús Carranza’, me encontré de frente al Presidente Municipal, a media cuadra del consultorio médico del doctor Génico Salinas”, agregó Carrasco a Pedro Piñón.
El presidente lo vio y al instante se metió la mano a la cintura, donde portaba una pistola calibre 45. “Cosa que no le dio tiempo (de sacarla) porque al sacar yo una 38 especial, le descargué todas las balas, quedando muerto el presidente. De allí huí por la ribera del río Tehuantepec, entre las huertas aledañas y me escondí en Juchitán”.
Lo anterior lo expresó Alejandro Carrasco, doce años después, al periodista Pedro Piñón Rustrián, quien lo entrevistó en el penal de Ixcotel. La entrevista apareció el sábado 30 de noviembre de 1976 en El Informador de Oaxaca.
En el patio del penal donde el juchiteco Alejandro Carrasco purgaba una condena de treinta años, sentenciado por el juez Zárate Mijangos, le contó a Piñón Rustrián que antes del crimen, trabajaba desde ocho años atrás con Facundo Génico como chofer particular.
“Yo sólo escuchaba decir al doctor que Carlos los había traicionado, después de haber gastado tanto para su campaña. Yo nunca me metí en cosas políticas ―informó al entrevistador―. Pero el hecho que yo trabajara con el doctor y me hubiera negado a pasarme para trabajar con Escobar Cruz, como personalmente me lo pidió, esto hizo que el [presidente] me acosara, tanto que un día que yo transitaba frente al Palacio Municipal, como a las 9 de la noche, acompañado de dos policías se me acercaron y a empellones me detuvieron en la comandancia municipal, en los bajos del Palacio; donde me desarmaron y fui golpeado a cachazos por el propio presidente municipal; puesto en libertad más tarde me dijo que me fuera de la ciudad o no respondía de mi vida: «Si te vuelvo a encontrar, yo mismo te mato»”, aseguró Carrasco que le dijo el alcalde.
El asesino confeso añadió que se cuidaba de no encontrarse con Escobar. “Pero sucedió que esa fatídica fecha en que descendía de un autobús que me trajo de Juchitán, al encaminarme por el lado Este del Mercado Público ‘Jesús Carranza’, me encontré de frente al Presidente Municipal, a media cuadra del consultorio médico del doctor Génico Salinas”, agregó Carrasco a Pedro Piñón.
El presidente lo vio y al instante se metió la mano a la cintura, donde portaba una pistola calibre 45. “Cosa que no le dio tiempo (de sacarla) porque al sacar yo una 38 especial, le descargué todas las balas, quedando muerto el presidente. De allí huí por la ribera del río Tehuantepec, entre las huertas aledañas y me escondí en Juchitán”.
LA MUERTE DE GÉNICO
El
distanciamiento político que sostenían el occiso y el galeno fue determinante
para crear un fuerte rumor para involucrar al facultativo.
La misma noche del crimen del funcionario, el aparato gubernamental se puso en marcha aceleradamente. La Policía Secreta, la Judicial y el Ejército llegaron a la ciudad. Las tropas federales estaban al mando del coronel Efrén Ortiz Bartolo. Los soldados asaltaron la casa de Facundo Génico, lo golpearon bestialmente y lo entregaron en el palacio municipal a la policía Rural, hoy Preventiva; cuando sólo se le iba a interrogar para las averiguaciones preliminares.
No es necesario hacer notar que esto es un caso rarísimo en el actuar de la justicia. “Se sabe que los genízaros de Tehuantepec lo martirizaron sin que hubiera un juez que lo declarara culpable o inocente. El proceder policíaco ha sido duramente censurado”. Diario Novedades, 17 de enero de 1964.
Los que estuvieron cerca de los hechos afirman: “Todos sus amigos huyeron, lo dejaron solo, las mujeres fueron más valientes. Génico no se peló porque no quiso... los soldados lo culatearon, lo patearon... bien madreado lo llevaron ensangrentado a la comandancia y ahí lo dejaron... Un grupito de cobardes, insultó al doctor, y el jefe de Tránsito Miguel Yaco, le pegó con su pistola”. También presenciaron que Raquel Urbina, comandante de la policía, golpeó a Génico en la cara.
El jefe del Servicio Secreto del Estado, Porfirio Sibaja Barriga (a cuya muerte le sobrevive la fama de sus tropelías), imprudentemente declaraba que Facundo Génico era el principal sospechoso del homicidio de Escobar Cruz: “porque se dedicó, en los últimos meses, a atacar en público al presidente municipal”. Excelsior, nota del 17 de enero de 1964, firmada por el corresponsal en Ixtepec, Evaristo Cortés Cevallos.
Nadie sabe bajo qué órdenes actuaban los policías que torturaron con saña a Génico: con un picahielos arrancaron sus uñas y le mutilaron las orejas y partes nobles al famoso médico. Ni por qué el cabo Germán Nicolás López, de Unión Hidalgo (también, sospechosamente sería asesinado después), actuó con la misma saña para ultimar al eminente cirujano; mientras a unos cuantos metros, en el mismo palacio municipal, el cadáver de Carlos Escobar era velado antes de ser transportado a Matías Romero, donde sería inhumado.
La misma noche del crimen del funcionario, el aparato gubernamental se puso en marcha aceleradamente. La Policía Secreta, la Judicial y el Ejército llegaron a la ciudad. Las tropas federales estaban al mando del coronel Efrén Ortiz Bartolo. Los soldados asaltaron la casa de Facundo Génico, lo golpearon bestialmente y lo entregaron en el palacio municipal a la policía Rural, hoy Preventiva; cuando sólo se le iba a interrogar para las averiguaciones preliminares.
No es necesario hacer notar que esto es un caso rarísimo en el actuar de la justicia. “Se sabe que los genízaros de Tehuantepec lo martirizaron sin que hubiera un juez que lo declarara culpable o inocente. El proceder policíaco ha sido duramente censurado”. Diario Novedades, 17 de enero de 1964.
Los que estuvieron cerca de los hechos afirman: “Todos sus amigos huyeron, lo dejaron solo, las mujeres fueron más valientes. Génico no se peló porque no quiso... los soldados lo culatearon, lo patearon... bien madreado lo llevaron ensangrentado a la comandancia y ahí lo dejaron... Un grupito de cobardes, insultó al doctor, y el jefe de Tránsito Miguel Yaco, le pegó con su pistola”. También presenciaron que Raquel Urbina, comandante de la policía, golpeó a Génico en la cara.
El jefe del Servicio Secreto del Estado, Porfirio Sibaja Barriga (a cuya muerte le sobrevive la fama de sus tropelías), imprudentemente declaraba que Facundo Génico era el principal sospechoso del homicidio de Escobar Cruz: “porque se dedicó, en los últimos meses, a atacar en público al presidente municipal”. Excelsior, nota del 17 de enero de 1964, firmada por el corresponsal en Ixtepec, Evaristo Cortés Cevallos.
Nadie sabe bajo qué órdenes actuaban los policías que torturaron con saña a Génico: con un picahielos arrancaron sus uñas y le mutilaron las orejas y partes nobles al famoso médico. Ni por qué el cabo Germán Nicolás López, de Unión Hidalgo (también, sospechosamente sería asesinado después), actuó con la misma saña para ultimar al eminente cirujano; mientras a unos cuantos metros, en el mismo palacio municipal, el cadáver de Carlos Escobar era velado antes de ser transportado a Matías Romero, donde sería inhumado.
TRATADO COMO BASURA
Aquí en
Tehuantepec, Alberto Beto Cadena fue
el primer presidente municipal que introdujo (en 1948) un carrito tirado por una mula para recoger
la basura. Después, la siguiente administración (Felipe Valdivieso, 1949-50)
consiguió un viejo camión de volteo para el mismo fin; en ese destartalado vehículo,
al amanecer del día 15 de enero, envuelto en una sábana, el cuerpo sin vida
del médico más famoso de la región fue lanzado como un fardo y llevado al
Centro de Salud; de donde lo reclamaría su pareja Margarita Ortiz. La
necropsia revelaría que fueron casi medio centenar de heridas, practicadas por
un estilete, las que provocaron su muerte.
Se temió una terrible venganza por ese asesinato, dicen los entrevistados: “La gente de San Blas es muy enérgica... muchos quisieron venir a vengar a Génico... pero, Tehuantepec estaba tupido de soldados... Aquí nadie quería salir de su casa”, recuerdan los ancianos.
Casi todos los involucrados directa o indirectamente en los sucesos, “abandonaron Tehuantepec. Todos se fueron...”
Se temió una terrible venganza por ese asesinato, dicen los entrevistados: “La gente de San Blas es muy enérgica... muchos quisieron venir a vengar a Génico... pero, Tehuantepec estaba tupido de soldados... Aquí nadie quería salir de su casa”, recuerdan los ancianos.
Casi todos los involucrados directa o indirectamente en los sucesos, “abandonaron Tehuantepec. Todos se fueron...”
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Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 28, Dom 03/Feb/2013. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.