“Sangre en Tehuantepec”. La muerte del Doctor Génico

Juan Manuel Alegría
Juan Manuel López Alegría

“Sangre en Tehuantepec”. Así fue el titular de las ocho columnas del periódico Oaxaca Gráfico del jueves 16 de enero de 1964. El rotativo, dirigido entonces por doña Arcelia Yañiz, informaba sobre la muerte del médico Facundo Génico Salinas, como consecuencia del asesinato de Carlos Escobar Cruz, presidente municipal de esa población del Istmo de Tehuantepec.

Apenas dos días antes, Gustavo Díaz Ordaz había visitado la población como parte de su campaña a la presidencia de la República, acompañado por el gobernador Rodolfo Brena Torres.

Un rumor que incriminaba al galeno sobre la autoría intelectual del crimen contra el munícipe generaría un clima de linchamiento que tendría funestos resultados.


Por su parte, el diario El Imparcial, dirigido por Manuel G. Pichardo, un día antes, titulaba su segunda noticia principal: “El presidente de Tehuantepec asesinado ayer”. Entonces fungía como Procurador de Justicia del Estado el icenciado Jorge Rafael Woolrich.

El 16 de enero el gobernador del Estado Rodolfo Brena Torres (pasando por encima de la Procuraduría General de Justicia) anunciaba que designaba al licenciado Antonio Bourguet Medina para investigar los asesinatos. Ese día, en El Imparcial, se indicaba, sin citar su fuente (como si el reportero hubiera estado presente), que Escobar Cruz había sido ultimado arteramente “de cinco balazos por un individuo que se desprendió del edificio donde operaba  el doctor Salinas en la calle de Independencia […] lo remató en los estertores de la muerte […] huyendo por la playa del río”.

El corresponsal anónimo indica más adelante: “mucha gente pretendió apedrear la casa del doctor Génico […] Efectivos del Ejército y la policía municipal mantuvieron cerrada la casa del profesional […] al cumplimentarse una orden de cateo […] cubiertos los trámites de rigor por el juez de primera instancia Lic. Mario Rojas Villavicencio […] se señaló como asesino a su pistolero el chofer Miguel Garrido Casanova y al velador del edificio”.

El redactor, primero habla de un asesino solitario, después indica que fueron dos los criminales, sin decir cuáles fueron los elementos que tuvo el juez para señalar que el ayudante de Génico y el velador de su clínica (Félix Villalobos) eran los asesinos de Escobar Cruz. Tampoco menciona qué se encontró durante el cateo a la casa del médico, ni por qué, si el juez dijo que eran otros los asesinos, fue encarcelado Génico. Después se sabría que quien disparó contra Escobar era otro colaborador de Génico: Alejandro Carrasco, oriundo de Juchitán.


Facundo Génico Salinas
Continuando con el Imparcial, en su información del jueves 16 de enero, dice: “Fue el momento en que Salinas quedó a solas en realidad los elementos del Ejército lo entregaron con unos policías municipales [,] cuando un cabo del mismo cuerpo, actuando violentamente lo apuñaló mortalmente, muriendo poco después. La policía del estado […] desarmó y detuvo a los genízaros municipales y los puso a disposición del M.P. Ángel Menéndez”. Según la información que recabamos, Génico no murió instantáneamente como quisieron hacer creer: fue torturado por horas.

Entrevistada muchos años después, quien fuera vecina del palacio municipal de Tehuantepec, actualmente radicada en el Distrito Federal, dijo a quien esto escribe, que, ya recluido con lujo de violencia en la cárcel municipal, Génico Salinas fue torturado toda la noche.

La entonces adolescente, indicó que los lamentos del médico le impidieron dormir. Los gritos cesaron antes del amanecer, en esos momento no podía saber que eso se debió a que un arma punzocortante cegó la vida del facultativo, ya sin un testículo y sin la mitad de una oreja.

Al día siguiente, viernes 17, El Imparcial titulaba su segunda nota principal: “La paz de Tehuantepec seguirá inalterable”. Ahí el redactor anónimo tomaba abiertamente partido y dictaminaba quién era el bueno y quién el malo, al afirmar que: “por encima de los prejuicios y pasiones que se desbordan en la población de Tehuantepec, el gobierno del estado de Oaxaca, viene actuando sabiamente […] a efecto de mantener la paz alterada [por la] desaparición violenta de la cabezas visibles de fuerzas positivas y negativas; el señor Escobar Cruz, presidente municipal y el Dr. Salinas respectivamente”. Comunicación Social había entrado al rescate.

Al día siguiente, sábado, el mismo diario informaba que un día antes se había dado posesión a una junta de administración presidida por Alfonso Ortiz Mendoza, Juan Márquez Cuevas como síndico y Andrés Castillejos como vocal.

A la semana siguiente, el viernes 24 de enero, se daría por concluido el proceso de investigación y los diarios oaxaqueños ya no hablarían más de ello. Así titulaba El Imparcial a ocho columnas: “Esclarecen los hechos de Tehuantepec”.

Ahí, Antonio Bourguet Medina informaba sobre los resultados de sus investigaciones y afirmaba que: “En el homicidio de Carlos Escobar Cruz [los asesinos] fueron dos: Alejandro Carrasco y Eligio Martínez y como copartícipes Miguel Garrido Casanova (a) el gallina [sic] y Félix Villalobos, chofer del ese facultativo y velador del sanatorio […] en el caso del Dr. Génico aparece un solo autor: el ex-cabo de la policía municipal Germán Nicolás López”.

El redactor señalaba como testigo de la muerte del médico al presunto ultimador de Escobar, quien se hallaba en los mismos separos de la cárcel municipal: “Como testigo fue el asesino de Escobar [,] Félix Villalobos, quien declaró que el cabo asesinó a Génico”.

Finalmente, sin citar textualmente, desmentía las supuestas torturas al médico blaseño: “La versión de que Génico había [sic] sido atormentado y mutilado es totalmente inexacta según se desprende de la declaración del testigo [el velador] […] que en ningún momento mencionó que se hubiera atormentado y mutilado […] la amasia (nunca se citó el nombre) que recibió el cadáver que no advirtió ninguna huella de tormento o mutilación”. Seguía la ayuda al gobierno.

Es decir, solamente se apegaron a lo que les quiso decir el testigo, a nadie se le ocurrió preguntar: “¿Torturaron a Génico?”. Tampoco se sabe por qué la autoridad no fue a preguntar a la “amasia” si había recibido el cuerpo sin huellas de mutilación, ya que la opinión pública así lo señalaba.

Algunos diarios nacionales se ocuparon de la noticia. Génico Salinas era conocido fuera del ámbito regional, incluso, fuera de las fronteras nacionales. El famoso escritor y periodista Renato Leduc, en su columna “Semana inglesa” de la influyente revista Siempre, en el número 553 del 29 de enero de 1964, escribía sobre el tema:

“En días pasados fue asesinado en forma misteriosa cuando pasaba frente al consultorio del doctor Génico Salinas, el presidente municipal de Tehuantepec, persona dícese, muy estimable y estimada. El doctor Salinas, un joven pero competente cirujano cuya participación en diversos congresos le había dado prestigio internacional. Apasionado de su tierra y dolido del atraso en que vive, fue a radicarse allá en donde además de su consultorio abrió un periodiquito, La Voz del Istmo, desde cuyas columnas criticaba y atacaba los actos de los funcionario que le parecían censurables y atacables […].

La circunstancia de que el alcalde Escobar fuera muerto en las inmediaciones del consultorio del doctor Génico metió en la cabeza del polizonte Sibaja Barriga, jefe del servicio secreto del estado que el culpable era el médico dizque porque ‘éste se dedicó en los últimos meses a atacar en público al presidente municipal’ —si tuvo el valor de  atacarlo en público ¿por qué iba a incurrir en la cobardía de asesinarlo a mansalva…?”.

A continuación el autor de Historia de lo inmediato citaba lo que informaba el corresponsal de Excelsior en Ixtepec. “El doctor Facundo Génico Salinas fue torturado y muerto por policías de Tehuantepec […] fue detenido en su consultorio junto con su tío, su chofer y su sirvienta. Fuerzas federales rodearon la casa del médico” Esta intervención inopinada e imprudente dice Leduc del glorioso ejército hace presumir que en el  lío hay incidentes de sucia politiquería parroquial.

Sigue citando al corresponsal: “No obstante haber sido detenido el médico sólo para averiguaciones y ser puesto a disposición del juez, él y sus acompañantes fueron golpeados e internados en la comandancia municipal […] fue entonces cuando el médico fue atormentado hasta morir. Policías de Tehuantepec lo martirizaron y un cabo de la policía municipal cuyo nombre se desconoce por haber sido ocultado, con un estilete le causó doce lesiones en diferentes partes del cuerpo”.

Opina Leduc: “—Esa alcahuetería con los hampones de placa y credencial es otra prueba de que el lío es político. Pero tal vez la cosa no se quede así […] El inolvidable Chapo Rodríguez es uno de sus informes escribió que “…cuando los resortes de la administración de justicia se aflojan y no funciona debidamente, no hay que extrañarse de que los agraviados prefieran recurrir a la venganza personal para hacerse justicia por propia mano”.

Renato Leduc, muy famoso por su soneto que sería musicalizado llamado Tiempo, concluía citando de nuevo al diario nacional: “El corresponsal de Excelsior termina su información: ‘Génico Salinas había ganado fama como el mejor cirujano de la región y tanto su muerte como la del alcalde han sido muy sentidas. Sin confirmación oficial se dijo que los habitantes de San Blas, colindante con Tehuantepec están deseosos de vengar la muerte del doctor Génico […]”.

Dice Leduc: “—Por donde se verá que las inmundas arpías de la devota tierra del califa en eso de liquidar a sus víctimas a garrotazos no han hecho sino imitar los procedimientos que emplean la beneméritas instituciones policíacas de la República”.

A pesar de que detuvieron a los presuntos asesinos materiales, que en sus declaraciones ministeriales aceptaron su culpabilidad, nunca salió a la luz pública cuáles fueron los móviles.

Además, como cuestiona Renato Leduc, ¿qué tenía qué hacer el Ejército en un asunto del fuero común? Asimismo, ¿cómo se explica que con tanta rapidez se hallara culpable a Génico de la muerte de escobar?, pues aún estaban velando a éste cuando se libró la orden de cateo a la clínica de Génico y una orden de presentación con la cual elementos del Ejército asaltaron su casa.

¿Fue mera casualidad que entonces anduviera en Oaxaca en su campaña política para presidente de la República el más represivo de los mandatarios mexicanos de los últimos tiempos, Gustavo Díaz Ordaz, acompañado del no menos autoritario y arbitrario gobernador oaxaqueño de entonces, Rodolfo Brena Torres?

¿QUIÉN ASESINÓ AL DOCTOR GÉNICO?

Tehuantepec. “La misma noche en que murió Carlos Escobar, lo supo el gobernador Brena Torres, en un mitin de [Gustavo] Díaz Ordaz en Oaxaca... La noticia lo enojó mucho y ordenó que agarraran a Génico”, afirma uno de los ancianos que, de alguna manera, estuvieron cerca de los acontecimientos que sa­cudieron a la sociedad istmeña a principios de 1964: los asesinatos del en­tonces presidente municipal Carlos Escobar Cruz y el del famoso médico blaseño Ro­berto Facundo Génico Sali­nas, ambos ocurridos en esta ciudad.

Le espetamos: ¿Brena Torres mandó matar a Génico?

El anciano nos mira dura­mente un instante, tuerce la boca y, como para no comprometerse, responde con otra interrogante:

¿Quién puede mover al Ejército. Quién manda al Ejército?...

No necesitamos más. Se entiende a quién acusa. Antes nos había dicho: “¡Para qué quieres revivir eso? Lo que pasó, ya pasó!”

Explicamos que la sociedad, los familia­res, nuestros lectores, desean conocer la ra­zón de ambas muertes y con ello se aportará algo a la historia del Istmo, porque con esas pérdidas humanas, la política en Tehuantepec cambió radicalmente. Lo convencemos de que nos transmita sus recuerdos. Acepta con la condición de que no revelemos su nombre (lo mismo ocurrirá con otros dos ancianos entrevistados).

Cada uno relata lo que considera la ver­dad (dos de ellos estuvieron enfrentados po­líticamente), aunque coinciden en algunos aspectos.

TRATEMOS DE RECONSTRUIR:

El cirujano Génico Salinas, nativo de San Blas Atempa, el médico de mayor éxito con su profesión en la zona, incursionó en la política local de Tehuantepec, creando un grupo que aspiraba al poder municipal; “no quería dinero, era un brillante médico”, dicen los entrevistados. Fue cambiando paulatinamente de carácter. Se comenzó a rodear de algunos hombres arma­dos y a hacerse temer. Compró el periódico La Voz del Istmo (antecedente di­recto de El Sol del Istmo) a Pedro Morales Sosa, quien continuó dirigiéndolo.

Génico tenía pensado crear un medio con mayor calidad, por lo que había comprado maquinaria, que ya se hallaba en una propie­dad que el médico tenía en la esquina donde hoy se encuentra la mueblería “La Moderna”, casi a la entrada de la Catedral de Tehuantepec; maqui­naria que a su muerte todos ignoran dónde quedó (por cierto, esas construcciones pertenecieron a Génico, incluida la oficina de Correos y Telégrafos Nacionales, y siguen ab intestato).

Alguno de los que se atrevieron a hablar, indican que la presencia constante del Gene­ral Heliodoro Charis Castro en el rancho “Los Tulipanes” propiedad del médico, así como de otros personajes de re­nombre, se debía a que Génico impulsaba, por medio de una asociación de paisanos, la creación de un nuevo Estado en la República, que integraría a los pueblos de la región ístmica de Oaxaca; lucha que antes llevara a la muerte al juchiteco José F. Gómez (Che Gómez), quien fue mandado a matar, presumiblemente, por el entonces gobernador Benito Juárez Maza, en Barrancón, cerca de Matías Romero, donde fue interceptado cuando viajaba a la Ciudad de México en el ferrocarril, con un salvoconducto que el presidente Francisco I. Madero le diera para que llegara hasta él con el asunto del Istmo de Tehuantepec.

EL PRESIDENTE, DE OTRO PUEBLO

Carlos Escobar Cruz aunque su madre era del Barrio Santa María, de Tehuantepec era considerado originario de la población de Matías Rome­ro, en donde tenía esposa e hijos. Ferrocarrilero, era tam­bién considerado un trai­dor por los vallejistas (seguidores de Demetrio Vallejo) ya que Carlos, quien era fogonero de Camino, junto con sus hermanos Alberto y El Pipo, en 1958, habían roto la huelga de los hombres del riel (movimiento que llevó a la reclusión por más de once años en el Palacio Negro de Lecumberri a su máxi­mo líder, Demetrio Vallejo).

La acción que le ganó el mote de esquirol a Carlos Escobar quien, dijeron, no tenía la experiencia de maquinista, fue la de conducir un convoy de vagones de Matías Romero a Salina Cruz, con el apoyo del Ejército. Otro hermano, Rubén, los apoyaba como Jefe de Patio en Matías.

Escobar también había participado como síndico municipal en el cabildo de la entonces ferrocarrilera ciudad, sin concluir su perio­do. Después de la renuncia obligada se ubi­có como concesionario de la agencia cervecera “Modelo del Istmo”, en Tehuantepec.

PREMIADO POR ESQUIROL

Los entrevistados coinciden en que, aquí, gracias a “su traición”, Escobar Cruz obtuvo la nominación por el PRl a la candidatura para la presidencia municipal, por el apoyo del sempiterno famoso líder charro de los Ferro­carriles, Luis Gómez Z. (de infausta memoria para los viejos ferrocarrileros), quien se ha­llaba contento con Escobar por el “servi­cio” prestado.

Según los ancianos, Gómez Z., habría hablado con el goberna­dor electo Rodolfo Brena Torres, quien acep­tó imponer a Escobar Cruz como presidente municipal de Tehuantepec.

El candidato natural para acceder a la al­caldía tehuana, por el PRI, se pensaba, sería José Villalobos Arias, líder de la CTM, quien con­taba con las simpatías del líder opresor de esa central de trabajadores, Fidel Velásquez.

Según nuestras fuentes, don Fidel intervino demasiado tarde, por lo que a Villalobos Arias le fue ofrecida la sindicatura, que no aceptó y en su lugar se incluyó a Luis Woolrich, sobrino de doña Lucía del mismo apellido. El presidente del PRl municipal era Margarito González; el del estatal era Raúl Bolaños Cacho.

De los pocos que se opusieron a esa designación fueron el doctor Alberto Cajigas Lagner, quien también aspiraba a la alcaldía tehuana y don Facundo Ruiz, personaje muy famoso en la política de esa época. Nada pudieron hacer para cambiar la imposición, nos señalan.

Génico, con su grupo, aportó dinero e in­fluencias, considerando que Escobar sería manipulable, e influyó para que varios de su gru­po se integraran al Ayuntamiento. También formó parte doña Lucía Woolrich de Santibáñez, líder de otro grupo político. Así, Carlos Escobar tomó posesión el 1 de enero de 1963.

Meses después, dicen los entrevistados, Escobar Cruz “se sintió dueño de la situación y destituyó al regidor Manuel Musalem; juchiteco, pero gente de Génico”, con lo que comenzó el encono, y la distancia entre ambos se agrandó. Lucía Woolrich de Santibáñez (cuyo hijo, Jorge Rafael Wolrich, era el Procurador de Justicia en el Estado), también se sintió ofendida por lo que consideró ingrato proceder del munícipe y pidió licencia a su cargo en el Ayuntamiento. Por otro lado, “Tampoco le habrá hecho mucha gracia a su esposa que el presidente anduviera cortejan­do a una joven”, opina uno de los ancianos, sugiriendo otro móvil del crimen.

Esas confrontaciones entre el edil y quie­nes lo apoyaron se daban soterradamente; aunque Génico criticaba la actuación de Es­cobar en La Voz del Istmo, lo que molesta­ba muchísimo al alcalde y se desquitaba con allegados del médico blaseño, mandando encarcelar por cualquier pretexto, por unos días, a dos o tres de sus ayudantes.

LAS BALAS TERMINARON  LAS RENCILLAS

Hasta que el 14 de enero de 1964, a las 17:45, un día después de que el candidato presiden­cial Gustavo Díaz Ordaz estuviera en esta ciu­dad (donde departió alegremente en casa de don José Estefan Ácar), Carlos Escobar Cruz fue asesinado por cinco disparos de una pis­tola calibre 38 especial, a unos pasos del con­sultorio de Génico (ubicado en los portales del costado norte del mercado), cercano al palacete de Juana Cata, “por un individuo que se desprendió del edifico donde operaba el doctor Salinas en la calle de Independen­cia...”, decía una nota del diario El Impar­cial del 16 de enero de ese año. Esta fortuita circunstancia apoyaría irracionalmente la hipótesis de la autoría intelectual del galeno en el crimen.

“Es como si tú nos dice uno de los entre­vistados, al salir de aquí mataras a alguien. No faltaría algún tonto que dijera que yo te mandé a matarlo. Si quiero matar a alguien lo haré lo más lejos posible de mi casa, ¿o no?”.

Arrestado tiempo después, el juchiteco Alejandro Carrasco confesaría ser el asesino del presidente, por causas ajenas a las impu­tadas a Génico.

MUCHOS ASESINOS

Primero se culpó, como asesinos de Escobar Cruz, al doctor Génico, a Félix Villalobos, su chofer y a Miguel Garrido Casanova, velador de la clínica de Génico, según las audaces investigaciones policiacas de esa época que recogimos en la hemeroteca de la ciudad de Oaxaca.

Casi diez días después de la muerte de Escobar, el designado por el gobernador Brena Torres para investigar el caso, Antonio Bourguet Medina informaba que, “en el homicidio de Carlos Escobar Cruz, los asesinos fueron dos: Alejandro Carrasco y Eligio Martínez ninguno fue involucrado antes y como copartícipes Miguel Garrido Casanova (a) el gallina [sic] y Félix Villalobos, chofer de ese facultativo y velador del sanatorio (…)”. El Imparcial, 24 de enero de 1964.

Algunos pensaron, dijeron dos de los entrevistados, que el personal de Génico fue involucrado para justificar su detención y posterior asesinato. Finalmente el único que fue sentenciado a treinta años de prisión fue Alejandro Carrasco.

“YO MATÉ A CARLOS ESCOBAR”

“Yo maté a Carlos Escobar, el Doctor Génico fue inocente... tal vez, fueron cuestio­nes de la política el pretexto para eliminarlo. Pues en verdad el Doctor Génico estaba sen­tando sus reales como cacique en la región... y el Gobierno le temía. Yo maté a Carlos Escobar porque si no me adelantaba él me mataba”.

Lo anterior lo expresó Alejandro Carrasco, doce años después, al periodista Pedro Piñón Rustrian, quien lo entrevistó en el penal de Ixcotel. La entrevista apareció el sábado 30 de noviembre de 1976 en El Informador de Oaxaca.

En el patio del penal donde el juchiteco Alejandro Carrasco purgaba una condena de treinta años, sentenciado por el juez Zárate Mijangos, le contó a Piñón Rustrian que antes del crimen, trabajaba desde ocho años atrás con Facundo Génico como chofer particular.

“Yo sólo escuchaba decir al doctor que Carlos los había traicionado, después de haber gas­tado tanto para su campaña. Yo nunca me metí en cosas políticas informó al entrevistador. Pero el hecho que yo trabajara con el doctor y me hubiera negado a pasarme para trabajar con Escobar Cruz, como perso­nalmente me lo pidió, esto hizo que el [presi­dente] me acosara, tanto que un día que yo transitaba frente al Palacio Municipal, como a las 9 de la noche, acompañado de dos poli­cías se me acercaron y a empellones me de­tuvieron en la comandancia municipal, en los bajos del Palacio; donde me desarmaron y fui golpeado a cachazos por el propio pre­sidente municipal; puesto en libertad más tarde me dijo que me fuera de la ciudad o no respondía de mi vida: «Si te vuelvo a encon­trar, yo mismo te mato»”, aseguró Carrasco que le dijo el alcalde.

El asesino confeso añadió que se cuidaba de no encontrarse con Escobar. “Pero sucedió que esa fatídica fecha en que descendía de un auto­bús que me trajo de Juchitán, al encaminar­me por el lado Este del Mercado Público ‘Jesús Carranza’, me encontré de frente al Presidente Municipal, a media cua­dra del consultorio médico del doctor Génico Salinas”, agregó Carrasco a Pedro Piñón.

El presidente lo vio y al instante se metió la mano a la cintura, donde portaba una pistola calibre 45. “Cosa que no le dio tiempo (de sacarla) porque al sacar yo una 38 especial, le descargué todas las balas, quedando muerto el presidente. De allí huí por la ribera del río Tehuantepec, entre las huertas aledañas y me escondí en Juchitán”.

LA MUERTE DE GÉNICO

El distanciamiento político que sostenían el occiso y el galeno fue determinante para crear un fuerte rumor para involucrar al facul­tativo.

La misma noche del crimen del funciona­rio, el aparato gubernamental se puso en mar­cha aceleradamente. La Policía Secreta, la Ju­dicial y el Ejército llegaron a la ciudad. Las tropas federales estaban al mando del coro­nel Efrén Ortiz Bartolo. Los soldados asaltaron la casa de Facundo Génico, lo golpearon bestialmente y lo entre­garon en el palacio municipal a la policía Rural, hoy Preventiva; cuando sólo se le iba a interro­gar para las averiguaciones preliminares.

No es necesario hacer notar que esto es un caso rarísimo en el actuar de la justicia. “Se sabe que los genízaros de Tehuantepec lo martirizaron sin que hubiera un juez que lo declarara culpable o inocente. El proceder policíaco ha sido duramente censurado”. Dia­rio Novedades, 17 de enero de 1964.

Los que estuvieron cerca de los hechos afir­man: “Todos sus amigos huyeron, lo dejaron solo, las mujeres fueron más valientes. Génico no se peló porque no quiso... los soldados lo culatearon, lo patearon... bien madreado lo llevaron ensangrentado a la comandancia y ahí lo dejaron... Un grupito de cobardes, insul­tó al doctor, y el jefe de Tránsito Miguel Yaco, le pegó con su pistola”. También presenciaron que Raquel Urbina, comandante de la policía, golpeó a Génico en la cara.

El jefe del Servicio Secreto del Estado, Porfirio Sibaja Barriga (a cuya muerte le so­brevive la fama de sus tropelías), impruden­temente declaraba que Facundo Génico era el principal sospechoso del homicidio de Escobar Cruz: “porque se dedicó, en los últi­mos meses, a atacar en público al presidente municipal”. Excelsior, nota del 17 de enero de 1964, firmada por el corresponsal en Ixtepec, Evaristo Cortés Cevallos.

Nadie sabe bajo qué órdenes actuaban los policías que torturaron con saña a Génico: con un picahielos arrancaron sus uñas y le mutilaron las orejas y partes nobles al famoso médico. Ni por qué el cabo Germán Nicolás López, de Unión Hi­dalgo (también, sospechosamente sería ase­sinado después), actuó con la misma saña para ultimar al eminente cirujano; mientras a unos cuantos metros, en el mismo palacio munici­pal, el cadáver de Carlos Escobar era velado antes de ser transportado a Matías Romero, donde sería inhumado.

TRATADO COMO BASURA

Aquí en Tehuantepec, Alberto Beto Cadena fue el primer presidente municipal que introdujo (en 1948)  un carrito tirado por una mula para recoger la basura. Después, la si­guiente administración (Felipe Valdivieso, 1949-50) consiguió un viejo ca­mión de volteo para el mismo fin; en ese destartalado vehículo, al amane­cer del día 15 de enero, envuelto en una sábana, el cuerpo sin vida del médico más famoso de la región fue lanzado como un fardo y llevado al Centro de Salud; de donde lo reclamaría su pareja Margari­ta Ortiz. La necropsia revelaría que fueron casi medio centenar de heridas, practicadas por un estilete, las que provocaron su muerte.

Se temió una terrible venganza por ese asesinato, dicen los entrevistados: “La gente de San Blas es muy enérgica... muchos quisieron venir a vengar a Génico... pero, Tehuantepec estaba tupido de soldados... Aquí nadie quería salir de su casa”, recuerdan los ancianos.

Casi todos los involucrados directa o indirectamente en los su­cesos, “abandonaron Tehuantepec. Todos se fue­ron...”


[Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 28, Dom 03/Feb/2013. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]