Julio César Hernández Benítez
I
Apareció un día más como tantos otros. Caminó lentamente entre las calles cuya arquitectura recordaba diversas épocas. Combinaciones de Art Déco, Art Nouveau y Gótico. Miraba con atención desmedida a quienes pasaban a su lado: niños vendiendo dulces entre los carros, comerciantes, restauranteros abriendo sus negocios. Se detenía a leer los encabezados de los periódicos. Luego, entraba en algún café cercano a la oficina de correos, desde donde pudiera ver cuando abrieran. Bebía tres tazas de café sin azúcar. Gustaba de ese olor a campo, la imagen del vapor saliendo de la taza.
II
Diciembre se levantó, como de costumbre, con el sonar punzante del despertador que le arrebataba la posibilidad de un segundo más de sueño.
Se metía a la regadera, luego preparaba el desayuno, se cambiaba para el trabajo. La ruta, siempre la misma. Todos los días pasaba frente a los cafés donde en alguno, Ella permanecía sentada. Él era el sinónimo de las nueve da la mañana y no tardarían en abrir.