Santiago Ruíz Santos
Hilo del que nos colgamos
liana para golpear
cabello para suicidarse
alambre que forja heridas
ritual que salva al muerto
fácil columpio
hamaca para románticos
chicote para masoquistas
prenda erótica
correa para humanos
línea de desahogo
largo hombro para sostenerse.
¿Xilabela o Belaxila?
En el expediente del siglo XVI del Archivo General de Indias (AGI), Escribanía 160b, relativo al cacicazgo de Tehuantepec, varios testimonios afirman que la esposa de Cocijoeza se llamaba Xilabela, y Quetzalcóatl. Uno es el nombre en tichazàa (zapoteco colonial) y otro en náuatl (el llamado náuatl clásico), pero ¿son sinónimos? Xila, al igual que Quetzal, puede traducirse al español como ‘pluma’, mientras que Bela y Cóatl pueden traducirse como ‘serpiente’. No obstante, en la lengua zapoteca la forma general de construir palabras consiste en poner en primer lugar el significado genérico seguido del significado específico. De modo que el sinónimo de Quetzalcóatl sería Belaxila, y no Xilabela. Es el mismo orden que aplica Gubidxa Guerrero cuando afirma que actualmente el término en diidxazá (zapoteco del Istmo) sería Beendaxhiaa.[1]
Ilustración: Manuel Cabrera |
Coyolicatzin se llamaba Quetzalcóatl
Ilustración: Francisco S. Regalado, Puga |
Pero la historia no siempre relata fielmente los acontecimientos; por lo que continuamente tiene que reescribirse, conforme nuevos hallazgos enriquecen el acervo documental de un pueblo o de cierto periodo. Tal es el caso de las narraciones populares sobre la guerra entre aztecas y zapotecas, o sobre la vida de los últimos reyes de Tehuantepec. Mucho se ha escrito al respecto, por lo que en esta ocasión me enfocaré a un solo detalle: el nombre de la esposa de Cocijoeza ('Rayo de pedernal') y madre del último monarca zapoteca.
La versión más difundida ―que no por eso tiene que ser veraz―, afirma que se llamó Coyolicatzin ('Copo de algodón'), y que perteneció a la familia gobernante de México Tenochtitlan. Y efectivamente, dicha mujer estaba emparentada con los dirigentes del reino mexica, pero no se llamaba Coyolicatzin, sino Quetzalcóatl.
Clamor del alba
Fernando Amaya
Xhilabela! Xhilabela!
Soy el colibrí demudado que absorto en su vuelo
se apresta a libar la miel de tu cáliz
Soy el cenzontle canoro que estrena una voz nueva
para celebrar con su canto tu altiva belleza
Xhilabela! Xhilabela!
Soy el caracol sonoro que convoca a tu pueblo
para los fastos de nuestra luna fértil
Xhilabela! Xhilabela
Soy el quetzal que sucumbe azorado
en tus ojos de serpiente divina
Xhilabela… Xhilabela…
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Publicado en la Revista Guidxizá, Año VII, número 15, Octubre-Diciembre de 2010.
Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, publicado en EL SUR, diario independiente del Istmo. Año I, N° 48, Dom 23/Jun/2013. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.
Sencillas lecciones sobre 'El arte de amar'
Ilustración: Carlos Bazán |
Sócrates ante un joven que deseaba ser político
Sócrates |
Jenofonte[1]
Glaucón[2], hijo de Aristón, intentaba convertirse en orador político, ansioso de ponerse al frente de la ciudad cuando todavía no había cumplido veinte años[3]. Ninguno de sus parientes y amigos podía impedir que lo echaran de la tribuna y quedara en ridículo, pero lo consiguió únicamente Sócrates, que le tenía simpatía por su amistad con Cármides, el hijo de Glaucón, y con Platón.
Lo cierto es que, al encontrarse un día con él, lo primero que hizo para que le entrara el deseo de escucharle fue pararle y decirle:
―Glaucón, ¿te has propuesto ponerte al frente de nuestra ciudad?
―Desde luego, Sócrates.
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