El Cine Juárez

Carlos Raúl Reyes Calderón


Nací en Juchitán, entre el mercado y el Cine Juárez. En la esquina estaba el cine. Lo conocí antes de conocer el río. Era un cine grandísimo; la luneta con sillas metálicas, algunas fijas y otras no. La galería tenía gradas de cemento. No tenía techo, y durante las tardes de matinée, con sólo alzar la vista, podíamos ver los aviones cruzar, dejando una estela blanca en el cielo azul y rojizo. 

Carlos Raúl Reyes Calderón
Corrían los años setentas. Teníamos de cinco a ocho años. Éramos los niños de la cuadra, los más chicos: Toño, Chinto, Pech, Memo, Manuel, Romy, Talla, Pelé, Ramón, Hugo, el otro Hugo, Carlos la Negra, Lalo el Súper Ratón, y Tó. Yo era Tó. Esos domingos de matinée Chinto nos convencía de ir al cine también a rentar sus revistas: el Libro Vaquero, el Libro Sentimental, Kalimán, Rarotonga y otras de caricaturas que llevábamos ordenaditas en cajas de zapatos descubiertas. Caminábamos entre las filas ofreciendo las revistas. La gente nos llamaba levantando el brazo y las leían antes de comenzar la función, aprovechando la luz de la tarde, mientras oscurecía para que se pudiera ver la película. En ese momento nos apurábamos a recogerlas y devolvíamos el cambio.

Mis amigos y yo nos sentábamos en la tercera y cuarta filas de adelante Juntitos mirábamos la enorme pantalla. Cuando llovía había gente que se iba, pero otras sacaban los paraguas y los nailos. Nosotros levantábamos la silla más cercana y nos la poníamos en la cabeza para cubrirnos del agua, como un pararrayos de cuatro puntas. Con los pies recogidos y a través del respaldo de esa silla invertida seguíamos viendo la película bajo el aguacero. Cada vez que la película se cortaba o se iba la luz, todo mundo protestaba gritando ¡Óraaa Mariooo! Seguido de una rechifla ensordecedora. Ta Mario era el encargado del cine. Aunque pocos saben cómo surgió la frase, todavía es utilizada cuando algo no funciona. Ya en los ochentas vi pasar el Opel de Ta Mario dando vueltas y desbaratándose por toda la avenida Juárez, arrastrado por la gente en una de esas noches en que el ¡Óra Mario! no se resolvió. 

Efemérides: Julio de 1850

En el mes de julio de 1850 José Gregorio Meléndez y los rebeldes zapotecas que peleaban por la defensa de las salinas costeras, los terrenos comunales y la autonomía étnica, marcharon desde Tuxtla Gutiérrez hasta la Villa de Tehuantepec, tomando en su trayecto los pueblos de Tapanatepec, Zanatepec, Niltepec y la hacienda La Venta, atacando, finalmente, la capital del Departamento, que ya estaba advertida.

Pese a las previsiones de los defensores, las fuerzas de Che Gorio Melendre tomaron por tres horas el centro de Tehuantepec el domingo 7 de julio, hasta que se retiraron al barrio aliado de San Blas Atempa (hoy municipio libre). En esta batalla, las tropas del gobierno tuvieron dos oficiales y tres soldados muertos, así como quince heridos (uno de los cuales murió el 27 de julio); los rebeldes tuvieron dos bajas.


[Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 1, Dom 29/Jul/2012. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]