'El corazón delator', de Edgar Alan Poe

Cristian Tónchez Orozco

Un bosque se encuentra poblado de árboles. Una biblioteca se encuentra poblada de libros. Ambos lugares cumplen una función en nuestra vida. Ambas nos deleitan y enriquecen. Los árboles con su majestuosidad y belleza nos proporcionan un inmediato placer. Los libros requieren, exigen, un modo de apreciar distinto. Cada tomo, cada ejemplar de una obra viene a ser como un genio encantado, atrapado, que pide un trato especial. Sopesar el volumen, abrirlo, mirar de reojo, incluso entrecerrar los ojos antes de iniciar, son partes del rito que exige la lectura. Sólo así, cumpliendo paso a paso, el genio se despierta y accede a narrar para nosotros su historia.

Para los niños es más fácil cumplir con un rito que para los hombres. Cada vez que los niños visitan el Centro Cultural Herón Ríos A.C. y acceden a la Biblioteca Gilberto Orozco, los vemos tornarse solemnes: toman el libro, lo contemplan, lo leen y se abstraen de la realidad; no viven ya en este lugar, sino que se transportan a otro lejano y quizá a otro tiempo. Así opera la magia del genio: les habla y los envuelve con la cálida bruma de las palabras.