Sangre, ¡Oh sangre febril que incitas al combate
de luchar por tu raza, tu raza Zapoteca!
Vencedora de guerras, vencedora de embates,
y embriagada, sí, ahora
embriagada de ubérrimos debates.
Salve, oh sangre febril, os salve!
Y deja que tus hijos, amantes de esta tierra
pregonen reciamente:
¡Que viva nuestra raza!
Que viva! Osados compañeros,
que viva en vuestra sangre
cual sangre de guerrero.
Y al paso de los siglos
resista cual Guiengola;
en brazos de esta prole,
en brazos de la historia.
O acaso algún ajeno
podría fracturarnos?
O acaso entre el olvido
la sangre exterminarnos?
Aullad, montes y ríos; aullad, tiernas praderas;
haced que vuestros cantos
cimbren toda la tierra.
Desde los Andes al Popocatépetl;
desde Hong Kong a Nueva York e Inglaterra;
atravesando el vasto continente;
¿Pues qué de vuestra raza si los vástagos andan
repletos de gula antes que de savia?
¿Y qué de vuestros hijos si olvidan que la fuerza
está en el arado antes que en la guerra?
Aullad, montes y ríos; aullad, densas montañas;
haced que vuestros tallos
retoñen sangre nueva.
Desde los Alpes hasta el Amazonas;
desde la tierra austral
hasta la Escandinavia;
como Neruda en los Andes chilenos,
o Walt Whitman camino hacia Manhattan.
Salud, pueblos del continente,
salud, África inmensa;
siquiera el verdugo o tirano sepa
que hay hijos nobles sembrando la tierra.
O quién detendrá los violentos mares
si no de amor sus manos llena?
Aullad, montes y ríos; aullad, nobles poetas;
haced que vuestros versos
prodiguen savia nueva;
como Netzahualcóyotl o Walt Whitman;
como los Salmos o el Cantar de Gesta;
y únanse vuestras voces
al coro Zapoteca:
Salud, lenguas del mundo,
salud, ¡Lenguas Maternas!
Texto publicado en la Revista Guidxizá, Año VII, número 16, Junio de 2011. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.