EDITORIAL 55
Un pueblo que olvida a sus hombres ilustres corre el riesgo de cometer viejas equivocaciones. No hay peor ofensa para quien ofrendó la vida por la dignidad colectiva, que mandarlo al olvido.
Adolfo Gurrión Carasco fue uno de los personajes más importantes de nuestra historia zapoteca, que alcanzó una de los honores más grandes, que es morir por la libertad del pueblo.
Muchas ciudades a lo largo y ancho del país lo recuerdan denominando calles y plazas con su nombre. El Comité Melendre, por tanto, no puede menos que dedicar algunos actos para recordar la obra de este ilustre zapoteca a cien años de su cobarde asesinato.
En esta ocasión Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos comparte los pormenores de la más reciente visita a Cachimbo, Ixhuatán, como parte del proyecto impulsado por el Barefoot College. Asimismo presenta un pequeño relato acerca de los duendes que antaño se miraban en Juchitán. Igualmente podrá leerse un interesante artículo de Beatriz Cruz, que nos ayudará a entender mejor el queche, unidad política de los zapotecas.
Hace cien años asesinaron a un juchiteco íntegro. Pero lo que no lograron las balas fue apagar su espíritu autonomista, ni la congruencia que hace que toda idea perdure y tarde o temprano se haga realidad.
[Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, publicado en EL SUR, diario independiente del Istmo. Año II, N° 55, Dom 11/Ago/2013. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]