Víctor de la Cruz fue uno de los más destacados pensadores binnizá. Doctor en Estudios Mesoamericanos y Profesor-Investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). En 1968 fundó, junto con Macario Matus, la revista Neza Cubi, y posteriormente fundó y dirigió la célebre Guchachi’ reza. Autor de libros de historia, poesía y narrativa. En 1994 se hizo merecedor del Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicanas, y en 2012 pasó a formar parte de la Academia Mexicana de la Lengua. Falleció en 2015
Artículo publicado en la Revista Guidxizá número 10, correspondiente al período Octubre-Diciembre de 2006, tomado a la vez de Políticas lingüísticas en México, Beatriz Garza Cuarón (coord.), La Jornada ediciones, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades / UNAM.
Artículo publicado en la Revista Guidxizá número 10, correspondiente al período Octubre-Diciembre de 2006, tomado a la vez de Políticas lingüísticas en México, Beatriz Garza Cuarón (coord.), La Jornada ediciones, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades / UNAM.
Víctor de la Cruz
“Tiempo en que yo era adolescente
y el señor don Porfirio presidente.
Y Dios nuestro señor, omnipotente…”
IINTRODUCCIÓN
He acudido a estos versos de Renato Leduc porque mi ponencia comenzará con el relato de una frustración, que tuvo su origen a mediados de los años sesenta cuando yo era adolescente y don Gustavo presidente. Había llegado de mi remoto Juchitán y me había inscrito en el plantel de la Escuela Nacional Preparatoria que se encontraba en el ex Colegio de San Ildefonso. Me bajaba y subía del urbano en la esquina de Palma y Donceles y, como muchos provincianos, aspiraba a ser poeta; por lo cual un día compré en la Librería Botas, que se encuentra en esa esquina, la Retórica y poética. Literatura preceptiva de Narciso Campillo y Correa, cuya primera edición se publicó en Madrid en 1872. Hasta allí llegué en cuanto a teoría literaria española, pero en cuanto a poeta llegué a menos, porque como dice —otra vez— Renato Leduc: "El hablar castellano es cosa leve y sencilla cuando el hombre que lo habla ha nacido en Castilla".
Creo que podremos considerar superada la discusión de lo que para nosotros, literatos indígenas, significa el término "literatura" en nuestras lenguas, si sintetizamos aquí la posición coincidente de tres autores de diferente formación, sobre este punto. Para el lingüista Román Jacubson, el modelo para entender la diferencia específica entre el lenguaje poético y otras formas de lenguaje se puede resumir en estas palabras: "La función poética del lenguaje proyecta el principio de equi¬valencia del eje de selección al eje de la combinación" (Pascual Buxó 1972:157); uno de sus seguidores plantea el modelo como una interrogante: ¿cuál es la diferencia específica que distingue el 'arte de la palabra' de las demás artes y, particularmente, de los otros tipos de comportamiento verbal? (Pascual Buxó 1972:157). Coincide con esta posición, aunque en otros términos, el doctor Miguel León-Portilla cuando afirma:
Aún sin haberse comunicado con letras, literas, hubo ya desde entonces creaciones literarias. Concuerda con lo expresado por el diccionario de la Academia que ofrece como primera acepción del vocablo literatura la de "arte bello que emplea como instrumento la palabra" (León-Portilla 1992: 39).
También un literato arriba a la misma conclusión, con sus propias palabras, cuando afirma:
En todo lenguaje hay funciones permanentes de artificio, de narración, de ceremonia, de poesía. Pero es necesario un criterio lo menos ambiguo posible para entender cuándo esas funciones ad¬quieren una condición especial, que suponga un uso no común, sino especializado, y que los mismos hablantes de una comunidad lo sientan distinto, de una especial composición (Montemayor 1993: 97).
Desde luego algún estudioso de la lengua, para quien "los conceptos tienen la peculiaridad de conservar sus etimologías para siempre", no estaría de acuerdo en que llamáramos "literatura" a las creaciones verbales de los pueblos indígenas mesoamericanos no registradas a través de la escritura. Pues, para tal autor, fue en el pasado cuando:
la crítica engendró conceptos tan monstruosos como el de literatura oral. Este término sencillamente absurdo sigue circulando hoy en día aun entre los eruditos, cada vez más agudamente conscientes de la manera vergonzosa como revela nuestra incapacidad para representar ante nuestro propio espíritu una herencia de material organizado en forma verbal salvo como cierta variante de la escritura, aunque no tenga nada en absoluto que ver con esta última (Ong 1987: 20-21).
A pesar de la crítica anterior, resultado del apego del autor a las etimologías, me alineo con León-Portilla, el Diccionario de la Academia de la Lengua Española y otros autores que se han ocupado de las creaciones orales indígenas, poniendo en el si¬guiente apartado los "monstruosos" términos de "literatura oral".
LOS GÉNEROS: ENTRE LA LITERATURA ORAL Y LA ESCRITA
Si creemos superada esa discusión, nos enfrentamos ahora a otro problema: ¿son válidos los géneros que reconocemos en nuestras literaturas? ¿Tenemos que seguir las clasificaciones propias de la literatura ibérica o las que hace una teoría literaria con pretensiones de validez universal? Aquí trataré de demostrar que los binnigula'sa', o antiguos zapotecas, fueron capaces de reflexionar sobre lo que hacían con la lengua, y distinguían los usos o las funciones que le daban: clasificaron y organizaron el manejo literario de su lengua de acuerdo con su percepción de la realidad y con la función que cumplía su creación literaria en determinados contextos. Eso quiere decir que nos heredaron, a los binnizá o zapotecas del Istmo, una teoría literaria propia a través de los géneros literarios en diidxazá, de acuerdo con la información disponible, a la cual podemos llamar retórica indígena zapoteca.
No discutiremos aquí —por cuestiones de espacio— si esta clasificación hecha a partir de su teoría literaria es científica o no, como tampoco lo haremos respecto a las clasificaciones hechas por la teoría antropológica o literaria occidental; porque esto nos llevaría a cuestionamientos respecto a si la historia y las ciencias sociales son o no ciencias, de acuerdo con el paradigma de las ciencias naturales, "duras" o como se les quiera llamar. Lo que haré aquí, brevemente, será sólo organizar y sistematizar la información procedente de dos fuentes: la filológica, registrada por fray Juan de Córdova (1942) en el siglo XVI, y la que ha conservado la literatura de tradición oral de los binnizá, recopilado a través del método etnográfico de la observación participante.
En el uso de toda lengua se distinguen dos maneras primarias de su sentido: una se llama "sentido recto", el cual se da en el habla cotidiana principalmente y la otra, llamada "sentido figurado", se da en el manejo del "arte de la lengua" y se usa en las obras literarias mismas. De acuerdo con la construcción de los enunciados, el sentido recto de la lengua puede ser usado de una manera prescriptiva, como el usado en el ámbito normativo; es decir, en las normas jurídicas o morales que establecen "deberes", o de una manera descriptiva como el usado para referirse al mundo de los hechos y su descripción. En este caso nuestro objeto de estudio es el sentido figurado de la lengua de los binnigula'sa', aunque tal vez indirectamente hagamos referencia a los enunciados normativos en la medida en que la enseñanza de los géneros literarios zapotecas fue transmitida de generación en generación mediante el uso de un lenguaje en donde se establecían preceptos para que los jóvenes aprendieran el arte de su lengua. Por ejemplo: "Para que te salga bien un sermón (Libana) para una boda debes...", "Para que te salga bien una "mentira" cuando vayas a un velorio debes…"; etcétera.
En mi libro La flor de la palabra (De la Cruz 1983) hice un primer intento de investigación de lo que Alfredo López Austin (1990: 276-277) llama género literario teórico, desde fuera de la teoría literaria zapoteca que yo pretendo sistematizar desde una teoría literaria propia, a partir de lo que nos heredaron los binnigula'sa'. Y desde donde podamos continuar los zapotecas contemporáneos para desarrollar una retórica propia actual.
No sabemos ahora con precisión cuáles fueron los géneros literarios que cultivaron los zapotecas en la época prehispánica; pero, a pesar de todo, no me he desanimado para intentar una reconstrucción de algunos de aquéllos, que de alguna manera han sobrevivido hasta nuestros días. Para reconocer la existencia de un género determinado me atengo a los resultados complementarios de la aplicación paralela de dos procedimientos metodológicos: uno histórico y otro etnográfico; por eso hubo un género que no registré en La flor de la palabra, porque no sobrevivió en la literatura de los binnizá hasta el momento en que terminé la investigación, o al menos no pude documentarla. Se trata de la novela, la cual fray Juan de Córdova registró en una entrada de su Vocabulario... (1942) como "Novela o conseja para contar" y cuya traducción hizo como Tichacánitichaci, tíchacoquíte. No sabemos, por el momento, a qué tipo de creación literaria llamó Córdova novela, porque no hemos encontrado ejemplos sobrevivientes de este género; pero como actual¬mente un zapoteco de la sierra ha escrito una primera novela en la lengua contemporánea (Castellanos Martínez 1994), este género debe ser considerado dentro de la literatura zapoteca contemporánea.
Como se sabe, desde el punto de vista lógico, lo que se exige para hacer una clasificación es un criterio clasificador, y criterios para clasificaciones no los tienen solamente los científicos profesionales, también los tienen los indígenas para clasificar la naturaleza —flora y fauna, por ejemplo— o lo que el hombre ha cultivado con sus manos o su intelecto. En el caso de los binnigula'sa' o antiguos zapotecas, es difícil sostener que todas sus clasificaciones hubieran sido religiosas o vulgares si para explicar sus realizaciones arquitectónicas, por lo menos, tenemos que suponer un caudal de conocimientos matemáticos, físicos, astronómicos, etcétera. Vamos a suponer en ellos, entonces, unos conocimientos en materia de teoría literaria y religiosa, que nos permitirán explicar la información que nos dejó fray Juan de Córdova y que sobrevivió a través de la tradición oral. Esto no quiere decir, por supuesto, que los conocimientos que tenían los binnigula'sa' en materia científica estén a la altura de los que ha alcanzado la astronomía o la antropología actualmente, como tampoco lo están los conocimientos del hombre de la Edad Media europea respecto a los que tienen actualmente los científicos europeos.
Hechas estas aclaraciones y con la limitación impuesta por las pocas fuentes que no fueron destruidas —por la naturaleza o por el hombre—, pasaré a ocuparme de la clasificación de los géneros literarios zapotecas, con la información disponible desde el momento de la invasión europea hasta la actualidad. Por las limitaciones de espacio a la que ya me he referido, sólo organizaré dicha información con base en el criterio de la función que cumplía el género registrado por Córdova y corroborado por mí en la investigación etnográfica. En principió clasificaré los géneros en tres grupos, de acuerdo a su función principal:
GÉNEROS SAGRADOS
1. Mitos o escritura sagrada. Al igual que los cristianos no llamarían mitos a los relatos bíblicos sobre el origen del mundo y los seres humanos —porque mito es un concepto con-temporáneo—, tampoco en Córdova los encontraríamos como tales. Pero siguiendo el criterio de que Biblia es escritura sagrada y —así como tal consideramos los mitos indígenas mesoamericanos— buscamos el término y encontramos en el Vocabulario... del dominico, la siguiente entrada: "Escritura sa¬grada que encierra en sí muchos sentidos y toda assi, vide figura: Tícha nachijño, qichijño, napàana, navònaténi Dios ninavóoquíchi (Córdova 1942).
Como fray Juan de Córdova nos remite a "figura" y con esta palabra encontramos dos entradas para escritura sagrada, eso quiere decir que todavía estamos lejos de comprender la complejidad de los textos sagrados de los binnigula'sa':
Figura como de la sagrada escritura. Xiñaaticha, piniji, pelàa. Lohuàa. Pennàhni.Figura iterum (de nuevo, por segunda vez), ésta sirve para las excelencias de la sagrada escritura. Ticha natòbi, ticha naègo. tichanagàche ticha naquèe ciani lào ticha, tichanixòla, ticha pelàa. ticha nònaquela. ticha cicaquìehuana. ticha nàcoxàbani. anteponer. ly. cìca vt. ticha cica. &C (Córdova 1942)
Ejemplos de la sobrevivencia de los mitos en el sur del Istmo son el del origen del maíz (Ta Mexu 1975: 12-15) que es el tema de la canción llamada "Gurrión", de Manuel Reyes Cabrera, o los contenidos legendarios y míticos de las narraciones de Andrés Henestrosa y Gabriel López Chinas escritas en español.
2. Poemas. Hoy en día las composiciones de los binnihuiza'diidxa' se dividen en dos grandes grupos: poemas y canciones. Llamamos poemas a aquellos objetos verbales en verso que no tienen una melodía con la cual puedan cantarse. Es probable que, excepto el libana, que era un "discurso", y el diidxagola, las creaciones "en verso" de los binnihuiza'diidxa', o poetas, fueran cantadas durante las danzas con el acompañamiento de instrumentos musicales.
3. Canciones. Riuunda' o liuunda' llamamos actualmente a este género en zapoteco, cuando los versos van acompaña¬dos de una melodía para ser interpretados con ella. Para el zapoteco antiguo, Córdova dejó dos acepciones: una en la entrada de "Canción ca(n)to. Tij, tichatij, tijtólani"; y la otra en "Compuesto cantar o canción. Tijnicoyáachàhui nicócachàhuia"; estas dos últimas acepciones, transcritas en zapoteco del Istmo, significan "palabras de quien está bailando bien", stiidxa' ni cubaa chaahui'.
GÉNEROS DIDÁCTICOS
1. Sermón. Libana. Este género, conocido entre los nahuas como huehuetlatolli (discurso de los ancianos), sa¬bemos que fue conocido por los zapotecas no sólo porque después de más de cuatrocientos años de colonización sobreviven algunas versiones y fragmentos, sino también porque Córdova lo registró en su Vocabulario… como lipaana o ticha lipáana.
El huehuetlatolli era un género específico perteneciente a la literatura didáctica o pedagógica. De una redacción literaria muy cuidada, el género fue cultivado por los mejores sabios o "profesores" y "debido a la rebuscada belleza de su lenguaje y al alto contenido de sus preceptos, se consideraba como una de las creaciones más difíciles" (Baudot 1979: 122). Lo anterior, escrito por Georges Baudot a propósito del huehuetlatolli, es totalmente aplicable al libana; además, es en este género en donde más claramente se ve la inserción de la literatura zapoteca contemporánea en el gran árbol que fue la literatura precolombina, al usar procedimientos comunes a las otras ramas de éste, como el "paralelismo" o aglomeración de significados.
2. Proverbios. Diidxagola. Para el proverbio o refrán, Córdova registró una serie de términos que no sabemos en qué medida eran sinónimos: tichagóla, natago, naciña, nachino, napeeche; pero de todos ellos el que es reconocible en el zapoteco actual es el primero: "palabra anciana". Esto se podría confundir con el "discurso de ancianos"; sin embargo, no sucede así porque mientras el libana es un discurso largo (varias series de frases encadenadas entre sí sobre un tema), el diidxagola o proverbio es como la síntesis del discurso, dicha con dos o tres frases internamente ligadas entre sí con mucha fuerza, que no admiten interpolaciones ajenas a ellas mismas porque se trata de expresiones verbales memorizadas como estructuras completas.
3. Narraciones, relatos o crónicas históricas. Tíchahuenilàchi. Posiblemente este término refiere el etnocentrismo de Córdova dado que lo incluyó como segunda acepción de la entrada: "Componer mentiras o poner de su cabeça o forjar", cuando significa palabra de la gente autóctona, la cual, pienso, se refiere a la historia en su acepción más amplia.
GÉNEROS DE ENTRETENIMIENTO
1. Cuento. Diidxaguca'-diidxaxhiihui'. Ignoramos desde cuándo entre los textos en prosa —digamos prosa, por oposición a los géneros en donde se manejan principalmente metáforas, imágenes y ritmos "en verso"—, empezó a darse la distinción entre cuentos y "mentiras" o palabras exageradas, porque Córdova registró dos términos (Tozaaxihuijatíchaxihuij, tíchahueniláchí) para la acción de "componer mentiras o poner de su cabeza o forjar".
Transcritos ambos en la variante del zapoteco istmeño, el primero se escribiría ruza' xhiibuí' diidxa' xbihuí': com¬pone exageradamente palabras exageradas, y el segundo puede transcribirse como diidxabinnihuala'dxi, es decir, pala¬bras de la gente autóctona, lo cual me lleva provisionalmente a concluir que el primer término se refería en general a cualquier narración inventada, forjada por la mente humana; mientras que la narración de hechos reales, de sucesos humanos verdaderos o historia, fue designada por el segundo término. Aun¬que no hemos encontrado el registro filológico de Diidxaguca', en vista de que en la actualidad distinguimos entre los géneros de "cuento" y "mentira", reservamos esta palabra para el cuento y del segundo género nos ocuparemos enseguida.
2. "Mentiras". Si estuvieron unidos, si fueron una misma cosa, no sabemos en qué momento histórico el camino del cuento y de la "mentira" se bifurcó, porque actualmente los encontramos parientes cercanos, pero distintos. En el cuento, desde que el narrador empieza nos sitúa en el terreno de lo imaginario y el final, también irreal, guarda una proporción con el principio porque todo el discurso se da en el mismo plano, a la misma altura. La mentira, sin comillas, del engaño que en zapoteco es guendarusiguii; el mentiroso, además, espera que se dé crédito a su dicho. En cambio, en la otra "mentira" no se busca engañar sino divertir.
La "mentira", entonces, se da en dos planos: al principio uno real, donde se manejan datos verídicos, y al final en un segundo plano, imaginario, disparado de la realidad, pero así esperado porque el narrador no pretende que se le crea, busca demostrar su audacia imaginativa. En este sentido el término que me parece más apropiado para designar a este tipo de narración es la parte final de la expresión que da Córdova para "componer mentiras...": tíchaxihuj, palabra exagerada, que al actualizarse queda como didxaxhiihui'.
En mi aldeana ignorancia, pensaba que la "mentira" era un género exclusivo de los zapotecas; pero otro autor me ha sacado de mi equivoco, éste es un género conocido y practicado por los tzotziles o chamulas, por lo cual podríamos pensar que se trata de un género indígena mesoamericano. Para Gary Gossen:
La subcategoría de las mentiras (hut k'op), que corresponde al género del lenguaje frívolo, se superpone a la categoría de la plática loca o disparatada (cubah lo ?il), perteneciente al género de la auténtica narrativa reciente.Según los informantes, el verdadero propósito de las mentiras es simplemente divertir. No tienen la intención de engañar, ya que los oyentes saben, por las características estilísticas y el contexto, que son una especie de cuento totalmente increíble (Gossen 1989: 126-127).
Según Gabriel López Chinas:
Al lado del chiste zapoteco y participando un poco de su naturaleza, se encuentran las grandes mentiras ingeniosas, humorísticas, que provocan risa. Sus autores gozan igualmente de celebridad. Son figuras en este género Móonge, Ta Míinu, Ta Pá y Ta Sabinu. Estas mentiras hiperbólicas reúnen las mismas características de los chistes, agregándoles imaginación y fantasía (López Chiñas 1967:6).
3. Chistes. Córdova no registró la palabra como tal, pero en dos entradas nos da las expresiones que corresponden al sentido de "chiste" en diidxazá: "Truhán de palabras. vide chocarrero. Hucuèchi naquìte tìcha"; y "Truhanear assi. Tocuèchi pe quìte tìchaya, tòni pèchea coquìte tìcha". El Pequeño Larousse da como sinónimos de "truhán" los siguientes: bufón, gracioso. El sentido de las dos últimas palabras, naquìte/coquìte tìcha, es de "alegres palabras". Por lo cual considero que el nombre actual del "chiste" es Coquiite diidxa'. Respecto a este género en su forma contemporánea, López Chinas escribió:
Ingenio, elegancia en el lenguaje, oportunidad, improvisación, ironía son las características del chiste zapoteco. Brota de improviso, radiante, contagiando hilaridad. Su campo se halla en los sitios en donde se reúnen amigos y conocidos para trabajar en común o para distraerse […] El protagonista puede serlo cualquiera de los pobladores: un amigo, un pariente, un conocido, sin que el aludido se ofenda, porque no hay en el ánimo del autor intención de ofender. En ocasiones hasta un difunto suele ser personaje de un chiste, y nadie se da por agraviado, tal parece que se obedece una consigna: vivir y reír. Los temas que se tocan son múltiples: ignorancia, estulticia, hambre, embriaguez, indiscreción, avaricia, presunción, ingenuidad, infidelidad, envidia, pobreza, etc.Y aparece aquí el segundo aspecto del chiste zapoteco, o sea el relacionado con su difusión. Narrar un chiste exige requisitos privativos de circunstancias, gracias en el hablar, ademanes apropiados, gestos sugerentes, insinuantes, risas oportunas para provocar risas en los oyentes, comentarios sobre lo más sobresaliente del tema o de los personajes. Cada narrador, cuando el chiste no se funda en vocablos que han de prestarse a equívocos, a duplicidad de significados o en algún otro matiz idiomático, puede utilizar libremente las palabras que considere más adecuadas para el caso; no existe, por consiguiente un texto fijo, exclusivo de cada chiste; lo que se conserva invariable es el tema, el asunto (López Chiñas 1967: 6 y 8).
4. Novela. Tichacànitíchaci, tichacoquite. Palabras que son sólo palabras, palabras-juego. Según Córdova había "novela". Y si Córdova aplicó el concepto europeo de novela a cualquier otro género existente en ese entonces, Javier Castellanos, un zapoteco de Yojovi, en la Sierra Norte de Oaxaca, ya demostró que sí puede haber ese género en el zapoteco contemporáneo.
Para terminar, debo reconocer que, a pesar de sus orígenes colonialistas y sus pretensiones absolutistas, paradójica¬mente la antropología nos ha aportado conocimientos respecto a dos hechos culturales: primero, que todas las culturas son etnocéntricas así como que el hombre soñó antes que era el centro del universo, y, segundo, que en el mundo existe más de una cultura. Por lo tanto, la única solución posible es reconocer la pluralidad humana y aprender a vivir con ella, respetando las diferencias étnicas, culturales, lingüísticas y religiosas; para evitar que este barco llamado tierra naufrague en el océano del universo, mientras los seres humanos navegamos en él.
[Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 23, Lun 31/Dic/2012. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]
[Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 23, Lun 31/Dic/2012. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]