La advertencia de Circe

Ilustración.- Francisco Monterrosa
Cristian Tónchez Orozco

Recuerda a Ulises, el de la Guerra de Troya, recuerda cómo evadió el lecho de la diosa, cómo enfrentó y venció al cíclope Polifemo, cómo descendió y salió victorioso del Hades, cómo logro sortear el coraje de Poseidón. Grandes fueron las hazañas de nuestro héroe, pero no en todas resultó vencedor; recuerda ahora la advertencia de la diosa Circe: “no las escuches, y si lo haces, no las sigas, de lo contrario estarás perdido”. ¿Te acordaste? Ella hablaba de las sirenas de bella voz que sabían hilar tantas mentiras. ¿Por qué la advertencia de la diosa? ¿Por qué, incluso, en nuestra impía época se nos advierte contra el canto de las sirenas? La respuesta es también dada por ella: “una canción hechicera y la esperanza de descanso en un prado florido lo puede todo sobre la voluntad humana”. La respuesta no deja dudas: el hombre capaz de enfrentar monstruos y otras potencias a él superiores, es incapaz de evadir el delicado e invisible lazo de las palabras. Recuerda, Ulises se aventura a escuchar el seductor canto, pero, consciente del peligro, se prepara, se hace atar al mástil, mientras sus hombres, con los oídos cubiertos, reman velozmente. La nave pasa cerca de la isla. Ulises las ve, puede escucharlas. Ulises se pierde… Cierra los ojos y lo mirarás tratando de liberarse, ¿ves sus lágrimas?, ¿puedes sentir su desesperación?   

Se dice que las sirenas tenían un poder especial: eran capaces de ver en el alma de los hombres; advertían sus anhelos, sus temores; miraban a través de ellos y sabían qué decirles. Aquel que escuchaba su canto se abandonaba a él; con ellas se quedaba; consumiéndose, olvidado de sí. Ulises, fuertemente atado al mástil no se quedó con ellas; podría pensarse que triunfó, aunque, según se dice, ya en su patria, ya en Ítaca, abrazado al bello cuerpo de Penélope y bebiendo de sus labios la misma dicha, era incapaz de alejar de su mente el seductor canto que una vez hubiera escuchado. 
   
¿Qué piensas?, ¿has oído alguna vez una canción hechicera?, ¿has pasado días y noches obsesionada con una palabra, con un silencio? Yo, preso de obsesiones y palabras he vivido tal desesperación, he maldecido y llorado por no poder seguir un canto. Yo, siempre he vivido hechizado.


(Texto publicado originalmente en la Revista Guidxizá número 12, correspondiente al período Julio-Septiembre de 2008.)


[Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 35, Dom 24/Mar/2013. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]