El sitio arqueológico de Guiengola

Gubidxa Guerrero Luis / Etnohistoriador

Pirámide poniente
Por su ubicación, forma y sistema constructivo se cree que Guiengola (en lengua zapoteca o didxazá: “piedra grande”) es un sitio donde los zapotecos se resguardaban y defendían. La fortificación se encuentra a mas de 400 metros sobre el nivel del mar; está ubicada al noroeste de Tehuantepec, a 15 kilómetros aproximadamente de la ciudad, en el Estado de Oaxaca, y es un tanto inaccesible por la imposibilidad de llegar en automóvil al sitio, ya que se tiene que caminar aproximadamente una hora en una zona muy inclinada.
Acerca del lugar se han hecho escasas investigaciones y algunas de ellas fueron llevadas a cabo sin el menor rigor científico, movidas únicamente con el fin de llevar un registro arqueológico. El lugar es mencionado directa o indirectamente en varios textos antiguos y en algunas obras narrativas que van del siglo XVI, a la actualidad.

Nos encontramos con parca información arqueológica, la cual no analiza detalladamente los sucesos históricos y sólo nos da una escasa noción de la zona, y no de lo que el lugar significa y ha significado para la población actual y para el desarrollo histórico de los zapotecos en general. 
Los arqueólogos señalan que la construcción de la fortaleza de Guiengola data del postclásico (1350-1521 d.c). Históricamente entra en escena debido al conflicto bélico que dio fama a la alianza mixteco-zapoteca y avergonzó a los señores de la Triple Alianza en el siglo XV d.c., entre los años 1486-1497(sin saberse con exactitud la fecha).
Fray Bernardino de Sahagún señala que en los tiempos de Ahuitzotl varios comerciantes mexicas, llamados pochtecatl, fueron hechos cautivos cuatro años “en el cual estuvieron cercados de los de tehuantepec, y los de izoatlan y los de xochitlan...” [1]. También el investigador francés Charles Brasseur nos relata en su libro Viaje por el Istmo de Tehuantepec 1859-1860 escrito en su viaje a esa zona, su deseo de conocer Guiengola. Respecto el lugar nos dice: 

“Fue desde lo alto de ese nido de águilas que el rey de los zapotecas desafió durante un año entero toda la fuerza del poderío mexicano [...] rodeada de precipicios y a menudo cubierta de nubes, esta meseta a la que no se puede llegar sino después de una jornada de ascenso desesperante, está sembrada de magnificas ruinas en piedra tallada, palacios, templos y fortificaciones cuya extensión y grandeza arquitectónica llenan de admiración al viajero [...] Cosijoeza hizo cavar amplios estanques para cultivar peces de río. Tres veces el rey de los mexicanos despachó nuevas tropas para desalojar a su enemigo de este sitio temible; tres veces fueron destrozadas en el paso o diezmadas en la llanura y el soberbio Ahuitzotl se vio obligado a ofrecerle la paz.” [2]
   
Guiengola significa mucho para los binnizá de la región, ya que ha reforzado su identidad, y es el único punto de unidad histórica que tienen con sus hermanos del valle y de la sierra, con los que en cambio existe cierta indiferencia y hasta rivalidad.
Pirámide oriental
Guiengola simboliza también el punto histórico del quiebre que se dio en el reino zapoteca al ser dividido en dos; uno con capital en Zaachila y otro en Tehuantepec. Así, Guiengola es considerada la “prueba” histórica de la continuidad étnica y cultural de los binnizá.
En las Obras Históricas de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl encontramos una pequeña cita que nos da una idea de las tensiones que existían entre los reinos de la triple alianza y el zapoteco: “Otro día después de la muerte de Nezahualcoyotzin se le hicieron sus honras [...] en los cuales se hallaron los reyes Axayacatzin de México [...] y otros muchos grandes y señores de diversas partes [...] y de los reyes contrarios y remotos que en semejantes ocasiones a éstos y a los señoríos se les daba parte, y entraron sus embajadores libremente como era el de Michoacán, Panuco y Tequantépec” [3]. Vemos pues que quizá ya desde los tiempos de Nezahualcoyotl los conflictos existían.
Con la escasa información con la que disponemos a nivel histórico podemos reconstruir un poco lo sucedido, asignándole un papel importante (más que el que se le ha dado) a la fortaleza de Guiengola, ya que, gracias a ella, el reino zapoteca pudo ganarse un lugar prominente en lo que hoy es el Istmo, logrando a lo largo de varios años fundar una nueva “capital” en la ciudad de Tehuantepec.
Hemos mencionado que la fortaleza de Guiengola, se construyó en un periodo histórico dado y que, además, sirvió para un fin propio de ese periodo histórico y de otros que mencionaremos más adelante. Cabe decir que el lugar es uno de los últimos sitios arqueológicos de Mesoamérica y tiene características propias del sistema constructivo zapoteca. 

La plaza principal se encuentra a 428 metros sobre el nivel del mar. Ahí se hallan dos pirámides, un juego de pelota y otras estructuras. Existen mapas de la zona desde 1892, pero los más recientes fueron confeccionados en 1970 y 1971 por el Instituto de Estudios Oaxaqueños. El sitio no fue sólo una fortaleza como muchos han supuesto, sino tal vez un centro ceremonial [4],  ya que encontramos en Guiengola más de ochenta estructuras, y entre ellas las pirámides.

Todas las estructuras fueron construidas de bloques de piedra caliza estratificada (del tamaño de ladrillos de barro moderno). El exterior de las estructuras fue cubierto por estuco, [5]  algunas son similares a otras de Lambityeco (fase IV), por lo que se deduce que Guiengola no puede ser anterior al posclásico temprano, ya que esas estructuras no existieron en sistemas arqueológicos zapotecas antes de esa fecha.

Una de las construcciones más impresionantes en Guiengola, es la probable habitación o palacio del principal del lugar. El palacio se encuentra en el lado este de la montaña; la vista de la llanura del Istmo de Tehuantepec y la laguna superior, desde “el mirador”, es impresionante.

La forma del mirador es casi circular ya que fue construida sobre una roca natural de forma redonda. Según Peterson [6] el palacio ocupa por lo menos 11,000 metros cuadrados y representa alrededor de 20% de las construcciones en la plaza principal. Dado que los patios están distribuidos sobre varias terrazas naturales a desnivel, las estructuras dan una impresión de lujo que no se aprecia en un mapa de dos dimensiones. Las áreas de funciones variadas cubren un total de 8,000 metros cuadrados esto incluye un total de 64 cuartos, plataformas y almacenes, 14 escaleras o escalones pequeños, 9 escaleras grandes de 5 a 10 metros de largo o de ancho, y 38 columnas dentro de los cuartos. Hay además un estanque o alberca, así como una tumba que fue saqueada antes del siglo XX.
A través de distintos estudios de lo encontrado y de las formas o diseños de los cuartos o patios, se han podido conocer algunas funciones de las habitaciones antiguas. Un acceso difícil indica lugares privados donde el público fue excluido, los rasgos arquitectónicos lujosos comúnmente identifican lugares de importancia pública o ceremonial, mientras que el acceso fácil indica lugares cívicos o públicos.

Hemos mencionado que existe en el palacio una tumba saqueada; ésta, sumada a la que se encuentra en el lado norte de la plaza de una de las pirámides, da un total de dos. Parece ser que esas tumbas fueron saqueadas en el siglo XIX. Ambas son de una construcción similar a las de las últimas épocas prehispánicas en el valle de Oaxaca.

En el ámbito arquitectónico es lo más destacable en Guiengola, pero no podemos dejar de mencionar el gran número de trincheras que se encuentran diseminados en buena parte del cerro, así como las distintas cuevas que en la montaña encontramos.  

Mucho de lo que se dice de Guiengola está retocado por la fantasía; ella a veces es un tanto engañosa y muy parcial, pero en ocasiones la leyenda puede contener rasgos verídicos y es cuestión del investigador separar lo cierto de lo imaginario; por eso pretendo mencionar sus rasgos de leyenda. 

Cuando era niño escuchaba hablar de Guiengola y, al igual que Brasseur, tenía la idea de que era una ciudad perdida, llena de templos, palacios y tesoros. Las leyendas eran casi las mismas que mencionan las escasas citas que algunos cronistas hacían del lugar. Cuando conocí la zona, lo primero en preguntar fue cómo habían logrado sobrevivir los que habitaron en esos tiempos en un lugar así, sin agua, sin un suelo apto para sembrar, en un terreno inaccesible y poco después ¡en plena guerra!

De esa duda supongo que nació la primera leyenda, que nos dice que: “a la altura de las nubes / en Guiengola / una fuente conservaba el pescado de los ríos / que más tarde alimentaran al guerrero zapoteca” [7]. Efectivamente, ésa es una de las pocas respuestas que en este sentido encontramos, ya que estando abajo los guerreros mexicas ¿qué otro modo había de conseguir el vital líquido?, la respuesta más sencilla, pero con la explicación más difícil fue esta: los zapotecas crearon estanques en la montaña para aprovechar el agua, consumiéndola y criando peces. 

Encontré una variante de esa leyenda en un periódico de 1936 [8]  en el que hacen referencia a una mujer que fue cegada por su padre para que no revelara a un conquistador español parte de las rutas secretas por donde los guerreros llegaban a través de un laberinto de cuevas hasta la base de la montaña para obtener agua de los pozos. Esta versión también plantea un problema, ¡cómo transportar el agua por medio de cantaros, por muy grandes que fueran, subiendo 400 metros, y lograr abastecer a miles de personas!, pero como dijimos antes, ese problema es resuelto por la leyenda, y la arqueología no nos da otra respuesta.

Otra leyenda que gira en torno de Guiengola es el relacionado con Juana C. Romero. Según cuentan en el Istmo, ella era bidxaa o “bruja”, decían que descendía de los antiguos señores, y que era la única persona que conocía los lugares exactos donde se encontraban los tesoros en Guiengola. Es muy sabida la relación que entabló con el que sería Presidente de México, Porfirio Díaz; ella lo conoció cuando éste era Gobernador de Tehuantepec, y según muchos viejos, fue gracias a ella que él llegó tan alto, ya que cuentan que hizo un regalo a su amado que consistía en un brazalete que había pertenecido a un rey zapoteca.

Pudiéramos hacer un libro completo si nos extendiéramos más, por ello sólo mencionaré la ultima historia; esta cuenta que de las grutas de Guiengola se puede llegar al valle de Oaxaca, específicamente a Mitla o Liobaa ["lugar de los muertos"]. Se dice que de este modo se lograba que Cosijoeza fuera visto en un momento, combatiendo en las faldas de la montaña y en otro presidiendo una ceremonia religiosa en Mitla o Zaachila, las grutas, según esto, no sólo se comunican con el valle, sino con Tehuantepec mismo; quiero decir con un cerro en el barrio de Lieza, y de ahí con el centro mismo de la población, en el actual convento dominico que data del siglo XVI.

Guiengola, a diferencia de muchos sitios arqueológicos olvidados por sus habitantes originales, por los siglos y por la ignorancia, no presenta síntomas de olvido, sino que, al contrario, se arraiga cada vez más en las mentes de los zapotecas de hoy, y lucha por sobrevivir a la destrucción, al abandono y a la “otra” conquista. El lugar debió tener por lo visto múltiples funciones, desde militares, hasta ceremoniales, las nuevas investigaciones que se hagan podrán revelar más de lo que este sitio nos ha mostrado; esperemos que éstas sean interdisciplinarias para poder saber mejor los secretos que aún esconde.

Guiengola no debe verse simplemente desde un punto de vista arqueológico, sino histórico y hasta antropológico, porque a diferencia de otros sitios, no es el visitante el que posee más información que el nativo, no es el maestro el que dice qué es y de quién, sino que es el zapoteca de hoy el que sin miedo habla de lo suyo, porque sabe que es suyo, porque además sabe que fueron sus abuelos los que construyeron esa fortaleza y quienes la defendieron,

Guiengola ha representado un papel importante en la vida de los habitantes del Istmo de Tehuantepec, porque bajo sus fiestas, sus movimientos políticos, su espíritu combativo, todavía se encuentra lo vedado y lo guardado con recelo: sus lugares sagrados, a los que al igual que en Igu [9] e Ixtaltepec se asiste solo en días especiales, y con gente cercana. A Guiengola, la siento viva. Quizás esto se deba a que el lugar nunca fue abandonado ni “descubierto”, y siempre conservó esa misticidad característica de los lugares de antaño.


  1. Historia general de las cosas de Nueva España.  Ed. Porrúa  Libro IX, 2.
  2. Viaje por el istmo de Tehuantepec 1859-1860.  Ed.  F.C.E.  Pág. 154-155.
  3. Obras Históricas II.  Ed. Dirección General de publicaciones de la UNAM. II 139.
  4. Peterson,  David A. “Las evidencias para prácticas religiosas en Guiengola, Oaxaca.”
  5.  Aún hoy podemos ver que el estuco se conserva en perfecto estado en algunas estructuras.
  6. “La organización funcional del palacio de Cosijoeza en Guiengola, Oaxaca”, Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana, # 7, Abril 1986, Pág. 65-69 UNAM.
  7. Fragmento del poema “Guiengola” de Luis Martínez Hinojosa
  8. “El espectro de Guiengola”  de Esteban Maqueo Castellanos en: NEZA: publicación de la Sociedad Nueva de Estudiantes Juchitecos  (Neza: camino) junio de 1936.
  9. Pequeño cerro que se encuentra a 5 kilómetros de la ciudad de Juchitan a donde se acude en peregrinación cierto día del año. En Ixtaltepec hacen lo mismo en otro cerro el primero de mayo..



[Texto publicado en ORLEYL: revista de l' Associació Arqueológica de la Vall d'Uixó. núm 7, Año 2010, Pág. 51-58. España. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]