El 'Butaque Istmeño', un mueble de tradición

Alfa Ríos. Miguel Prieto. 1948.
Ricardo Ramos Sánchez 

Si uno tuviera oportunidad de recorrer todas las casas de Juchitán y de las poblaciones aledañas, se percataría de que, por lo menos, hay dos elementos distintivos: la hamaca y el butaque

Los butaques son sillas de madera en las que, dada su inclinación, no se puede asegurar si uno está sentado o acostado. Esta cualidad los hace imprescindibles para tomar un descanso y refrescarse por las tardes, después de que el Padre Sol ha guardado sus filosos rayos.

Algunas casas tienen por sala un conjunto de estas sillas dispuestas para convivir y mantener pláticas amenas. En muchos casos estas peculiares sillas se vuelven parte de los recuerdos más preciados de las familias zapotecas, al igual que los baúles, por la carga sentimental que guardan, ya sea porque fueron los asientos predilectos de nuestros seres queridos para disfrutar las sombras de los árboles o porque fue el regalo de una persona de alta estima. 

Aún tengo presente cómo las personas mayores colocaban sus butaques sobre las altas aceras del pueblo para ver pasar a la gente y regresar los saludos de los transeúntes. 

En Xandu', día que los zapotecas celebramos a los muertos, en algunos altares se colocan los butaques como parte de la ofrenda para que nuestros difuntos descansen del largo viaje que hicieron del Yoo ba' y puedan seguir disfrutando de los placeres que en vida tuvieron: pláticas, experiencias, comidas y sueños.
  
Algunos artistas en su paso por el istmo, directa o indirectamente, incluyeron un butaque dentro de sus composiciones. 

La insigne artista de la lente, Graciela Iturbide, en su fotografía “Quince años”, tomada en Juchitán en el año de 1986, muestra a una joven de pie en el umbral de una puerta, ataviada con su  vestido. A su izquierda una abuela, con rostro de imponente sabiduría, se encuentra sentada en un butaque portando una enagua y huipil de sencilla confección.

El escultor y pintor costarricense nacionalizado mexicano, Francisco Zúñiga, realizó varios dibujos y litografías de mujeres istmeñas. Resalta el dibujo realizado  en el año de 1974 titulado “Juchiteca en un butaque”. 

Francisco Toledo al ilustrar uno de los cuentos más reconocidos en la historia oral de los pueblos zapotecas, Liebre y Coyote, incluye esta silla como un elemento para ambientar las situaciones que acontecían entre estos dos seres que tanto aprendizaje nos han legado. 

Los antecedentes más antiguos de esta silla pueden ser inciertos, al igual que el lugar de creación de la misma en el país, México. Inclusive, hay cierta discordancia entre las personas que se atribuyen la creación del butaque en la primera mitad del siglo XX. 

No es intención de este texto dilucidar la paternidad del asiento, sino mostrar datos que puedan resultar del interés general para una investigación a mayor profundidad sobre el tema, y que nosotros como istmeños de la planicie costera y la sierra conozcamos un poco más de las cosas que nos han llegado de fuera y que ahora son parte de nuestra identidad.  

De acuerdo a la definición que propone la Real Academia Española (RAE), la palabra Butaque proviene del cumanagoto 'putaca', lengua que hablaba la etnia del mismo nombre, y que habitaron una región de Venezuela. Significa 'asiento', cuya definición es: "Asiento pequeño de madera, forrado de cuero y con el respaldo inclinado hacia atrás." 

En el Istmo de Tehuantepec se le nombra en zapoteco 'butaque' como la zapotequizacion de la palabra 'butaca' en castellano.

De acuerdo a un artículo sobre diseño de mobiliario publicado en la Agencia Noticiosa El País, en el año 2019, el butaque tiene reminiscencias de la silla de caderas de origen español y de la savonarola de origen italiano; pero si retrocedemos un poco más en los años, estas dos sillas tienen referencias a la curul que utilizaron los romanos.

A la llegada de los ibéricos a tierras de lo que hoy se llama México, trajeron mobiliarios propios de la época. Las hábiles y artísticas manos de los habitantes de los pueblos originarios a través del tiempo comenzaron a transformar muebles adaptándolos a las necesidades de la región o indicaciones de los propios usuarios utilizando materiales del lugar. 

Ciudades como Oaxaca, Puebla y Campeche fueron ejemplo de estas transformaciones o, en su defecto, creaciones. Campeche tuvo especial relevancia, dado que de ahí se conoce un asiento llamado 'silla de Campeche' cuyo nombre pudo ser tomado del mismo puerto. El marco de la silla estaba elaborado con maderas de caoba, pino o zapote, por mencionar algunas; el respaldo de piel de vaca o de mula.

De acuerdo a una investigación de la casa de muebles Don S. Shoemaker Furniture se tiene un documento del siglo XVII que inventariaba este tipo de sillas. Esta misma fuente hace mención de un cargamento  que llegó a Estados Unidos a principios del siglo XIX con sillas denominadas spanish chairs, Boutaque chairs procedentes de Campeche, Veracruz y Tabasco. 

Un dato curioso que vale la pena señalar es que el Presidente de los Estados Unidos, Tomas Jefferson, usó un Campeachy durante su periodo presidencial y a su retiro; silla a la que apreciaba por su comodidad.

En algunas entidades de México y países de la región Caribe, existen diferentes versiones de los butaques, con nombres propios de cada lugar como 'silla perezosa', 'silla española', 'silla Havana', etc. 

Ya entrado el siglo XX, 1935 para ser exacto, la arquitecta y diseñadora de muebles cubana, Clara Porset, fija su residencia en México. En 1940 tiene la idea de fabricar de manera industrial, y a bajo costo, mobiliario que se consideraba de clases altas para que las clases populares pudieran tener accesos a ellos. Para lo que se utilizaron materiales comunes como el ixtle y el pino. Con esta idea hizo del butaque el mueble más representativo de su idea, considerado el mueble mestizo por excelencia.

Por la estrecha relación que la diseñadora cubana tiene con el arquitecto Luis Barragán le “crea” un butaque especial para su Casa-Estudio ubicado en Tacubaya, al que nombra "Miguelito". 

A finales de los años veinte se traslada a México el platero estadounidense William Spratling quién funda el taller de platería Las Delicias en la bella población de Taxco, en el Estado de Guerrero. 

Además de sus trabajos en plata, también realizó algunos diseños de mobiliario, entre los que se encuentra una reinterpretación del butaque al cual llamó 'butaquito'. 

En 1935 viene a México el pintor y diseñador alemán Josef Albers, quién conociera a Clara Porset en la facultad de Black Mountain College cuando ella era estudiante. Este diseñador alemán quedó muy impresionado por la arquitectura mexicana. Realizó algunas series de obras pictóricas inspiradas en México. El dato relevante es que la Casa Sotheby´s subastó en el 2017 un diseño del artista, Mexican chair de 1940, en un precio estimado de 4 mil a 6 mil dólares.

Llama mucho la atención una fotografía tomada en Tehuantepec por Manuel Álvarez Bravo a finales de los años veinte, titulada "Fin de mercado". Se puede observar a cuatro mujeres caminado con sus mercancías sobre la cabeza. La mujer que parece de menor edad carga un butaque que le ayuda a cubrir el inclemente sol.

Por los antecedentes ya mencionados, y los años en que se establecen en México Porset y Bratling, es muy probable que el butaque se haya arraigado mucho antes de la llegada de los diseñadores al país, lo que nos llevaría a casi un siglo de tener entre nosotros este asiento.

Seguramente en la memoria oral de nuestros abuelos que ejercieron el oficio de carpintero, que en muchas de las veces es un oficio generacional, nos den algo de luz de cómo el butaque se volvió un mueble típico de la región. 

Hay butaques elaborados con finísimas maderas, con ornamentos casi churriguerescos y respaldos de piel igualmente vistosos, unas verdaderas joyas.

Aunque yo prefiero el 'butaque istmeño', sencillo, regularmente de guanacastle, sin más pretensión que disfrutar de un apacible momento de descanso. Estos butaques son como la felicidad que se encuentra en las cosas elementales.


7 de octubre de 2020.



Quince años. Graciela Iturbide

Butaque. Diseño Clara Porset

Butaquito. Willian Sptratling

Casa de Clara Porset y Xavier Guerrero

Conejo y Coyote. Francisco Toledo

Foto de Alejandro Sibaja

Foto de Tina Modotti

Imagen tomada de una grabación de los años treinta

Juchiteca en un butaque. Francisco Zúñiga

Madre juchiteca. Francisco Zúñiga

Maestro Víctor Cha'ca, en butaque

Silla Campeche

Silla de caderas española. Siglo XV

Silla Savonarola. 1851-1900