Gubidxa Guerrero
El Istmo de Tehuantepec es una región pluricultural. En ella conviven un cuarto de millón de habitantes pertenecientes a cinco grupos étnicos distintos: huaves, zoques, chontales, mixes y zapotecas. Los últimos constituyen la etnia más numerosa e importante, desde un punto de vista sociopolítico.
Se suele decir que los binnizá --que es como se autodenominan los zapotecas-- guardan un profundo respeto por sus mayores. Sin embargo la realidad es otra. Tal vez debido al crecimiento desordenado de la población, a la influencia de otros valores culturales, entre otros factores, los abuelos no gozan de la misma consideración de antaño. Hoy en día, el anciano zapoteca comienza a ser sinónimos de estorbo, no merecedor de atención ni de reconocimiento social.
Ante dicho escenario el Comité Melendre, mediante la Comisión de Registro Fotográfico a cargo de Victoria Guzmán Cabrera, emprendió el proyecto denominado Retratos de Nuestra Historia, que consiste en fotografiar a los abuelos en su cotidianeidad, como una manera de homenajear su paso por el mundo. El proyecto tiene tres elementos: la imagen misma, la historia de vida y la ficha técnica.
Ayer viernes, a invitación de Helen Toledo, tuve oportunidad de conocer a un hombre de 107 años de edad, llamado Ta Ciro Calderón Fuentes, originario de El Espinal. Esta persona conserva una lucidez envidiable y tiene “muchas historias qué contar”, como él mismo dice. A sus años, recuerda acontecimientos trascendentales para nuestra región y el país, como por ejemplo las distintas epidemias que cobraron la vida de miles de paisanos, o algunos movimientos armados en el Istmo, como la rebelión de José F. Gómez (Che Gómez) en 1911.
Ta Ciro nació el 31 de enero de 1905, y nos comparte su pesar porque nuestra generación se aleja cada vez más de los valores tradicionales. “Ahora los jóvenes son muy alborotados, muy locos”, comenta. Y no es que anteriormente los muchachos fueran pasivos, sino que su existencia se enmarcaba en normas comunitarias bien definidas: un joven trabajaba y cumplía ciertos deberes colectivos.
Este espinaleño laboró en diferentes plantaciones de caña, como el Ingenio de Santo Domingo o el de la Santa Cruz (cercano a Chihuitán), desde donde semanalmente se enviaban toneladas de azúcar al centro del país; asimismo trabajó en el campo, cuidando el ganado de sus mayores, y en las salinas de Juchitán.
Ta Ciro Calderón Fuentes, como su segundo apellido, es un manantial de saberes que los adultos y jóvenes debemos conocer y revalorar; pues por personas como ésta, quienes habitamos las poblaciones istmeñas y zapotecas, somos lo que somos. Demos en vida un justo reconocimiento a este centenario señor, ejemplo de vida y de trabajo. Honor a quien honor merece.
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Texto publicado en Enfoque Diario, el sábado 10/Mar/2012.