DATO.- Herón Ríos Núñez es originario de Asunción Ixtaltepec. Nació el 17 de octubre de 1893, por lo que tuvo oportunidad de escuchar relatos históricos, directamente de viejos guerrilleros, acerca de las andanzas de José Gregorio Meléndez
Escribió un pequeño cuadernillo al que tituló Independencia política de Juchitán Benemérita obra de Gregorio Meléndrez. Datos biográficos del Lic. José F. Gómez. Texto sin fecha de impresión del que extraemos algunos fragmentos para conocimiento de los lectores.
Aclaramos que en la presente transcripción respetamos el lenguaje original y los datos tal como el autor los refiere, destacando que independientemente de la inexactitud de algunos pasajes, son clara muestra de la concepción de Meléndez en el imaginario popular.
Herón Ríos Núñez
Gregorio Meléndrez fue digno hijo de Juchitán, Estado de Oaxaca, cuyas actividades revolucionarias cubrieron un largo período de años, desde las postrimerías de la Guerra de Independencia, hasta el año de 1952.
En un principio se dedicó a la agricultura y a la ganadería, estableciendo su rancho en un punto denominado “La Palma”, de esta jurisdicción.
Al llamado de la lucha por la Independencia del país, Gregorio Meléndrez acudió gustoso, encabezando a un grupo de juchitecos amantes de la libertad, que sostuvieron la causa de la Independencia en esta región del Istmo por los años de 1815 a 1821, hasta que consumara la Independencia se presentó y entregó sus armas, retirándose a la vida privada. Fue entonces cuando se entregó de lleno a la agricultura y a la ganadería, y el pueblo, en recompensa a sus buenos servicios a la misma causa, recibió para explotar, las Salinas de la Laguna Superior.
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En el año de 1849 el pueblo juchiteco elevó una queja al Supremo Gobierno del Estado, por causa de las injusticias que cometían las autoridades municipales del lugar, pues se dijo que habían vendido el mapa y los terrenos de Juchitán a la Hacienda Marquesana, asimismo contra el señor Francisco Echeverría, por la adjudicación de las Salinas, que el Gobierno había hecho al pueblo juchiteco, por sus buenos servicios de Guerra de Independencia.
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En 1850 el pueblo nombró una comisión de ciudadanos interesados por el bienestar de la colectividad, para apersonarse y entrevistar a Gregorio Meléndrez en su rancho “La Palma”, a fin de exponerle las quejas que había contra las autoridades locales. Che Gorio ya era viejo en aquel entonces; sin embargo, cobró valor para empuñar las armas de nuevo. Se resolvió en la junta que tuvieron, que era conveniente atacar primero las garitas de las Salinas, aprehender a los guardias de la sal, y marchar después en son de guerra sobre la Hacienda Marquesana, que se llamaba entonces San Pablo destruyendo todo cuanto encontrasen a su paso y enseguida volver sobre los munícipes de la población, aprehenderlos también y someterlos a juicio sumario. Esos eran, en resumen, los puntos principales del Plan de la Palma.
El pueblo juchiteco cumplió con todos los puntos del Plan de La Palma, y después de haber pasado su tea revolucionaria por todos los lugares citados, regresó en altas horas de la noche al rancho del Jefe, para rendirle parte, y éste, levantándose en el acto de su cama, con toda valentía y arrojo, dijo: “Vamos ahora, muchachos, sobre los hechos, antes de amanecer”. Inmediatamente todos empuñaron sus armas y con la velocidad del rayo entraron en la población aprehendiendo a los munícipes y como no había cárceles, los amarraron en los troncos de los árboles que había frente a las oficinas que servían de Agencia Municipal, siendo custodiados por la fuerza de Meléndrez.
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Gregorio Meléndrez poseía un hermoso caballo, que siempre cabalgaba, de nombre Gavilán. Este animal tenía una gran particularidad, una virtud, que era para el jefe rebelde como una ayuda del cielo. Cuando Meléndrez se acantonaba en algún paraje de la selva o descansaba en algún rancho con su gente, el Gavilán hacía las veces de centinela o vigía, anunciando la aproximación del enemigo, golpeando fuertemente el suelo con sus pezuñas delanteras, y él, Meléndrez, al oír los golpes, daba órdenes a su gente para buscar la salida o refugio, órdenes que ejecutaban tropa y jefe, con el caballo Gavilán a la cabeza, porque el caballo sabía bien qué dirección tomar, para poder escaparse así del enemigo.
Mientras esto acontecía en el Istmo, en la ciudad de Oaxaca la familia Maqueo pedía auxilio al Gobierno del Estado para recuperar sus tierras y tener garantías. Otro tanto hacía Echeverría en la ciudad de México ante el ciudadano Presidente de la República, que lo era entonces Antonio López de Santa Anna. Esos ricachones metieron leña en la hoguera con su dinero, comprando tropas del Gobierno para destruir a Meléndrez con su gente. Pero Meléndrez no moría y su gente aumentaba. Vino un Batallón de Infantería de con el propósito de aniquilar a los juchitecos. Ese batallón no solo fue derrotado, sino desarmado por los hombres de Meléndrez.
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Al cabo de un mes se presentó a la entrada de Juchitán otro batallón al mando de un coronel de apellido Martínez para matarlo en esa entrevista, porque, le decían, que muriendo el jefe, su gente se dispersaría, terminando así con la revuelta. Meléndrez, soldado viejo, supo a tiempo la estratagema del coronel Martínez, y como práctico en su terreno, contestó al jefe federal que no celebraría con él ninguna entrevista y que se preparara para la lucha. A las tres de la mañana del día siguiente de su llegada, los juchitecos cayeron sobre Martínez, derrotándolo completamente y haciéndolo prisionero.
Después de este nuevo triunfo, Meléndrez mandó otra acta al Gobierno del Estado, pidiéndole que no enviase más tropa, pues también fue destruido el batallón que comanda el Coronel Martínez.
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Bien merece Don Gregorio Meléndrez recordarlo, y si no es posible erigir a su memoria un pequeño monumento, siquiera una de las calles de Juchitán llevase su nombre.
*Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 33, Jue 14/Mar/2013. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.