Firma de José Gregorio Meléndez. |
Gubidxa Guerrero
Hasta principios de abril de 1850 las acciones de la comunidad tuvieron como sustento las decisiones de la asamblea municipal. Al contar con el apoyo de sus autoridades libremente elegidas, y reconocidas en un primer momento por el Gobierno del Estado, los juchitecos hicieron valer plenamente sus derechos para usufructuar las salinas y beneficiarse de los terrenos que disputaban con Joaquín Guergué y Esteban Maqueo. Pero ante la desaparición de sus representantes civiles se organizaron una serie de reuniones para definir la postura que el pueblo debía asumir.
Durante esos días, Juchitán se vio nuevamente ocupada militarmente. Los ochenta soldados de la guarnición de Tehuantepec se dieron a la tarea de perseguir al alcalde Simón López. También se estableció un cuartel en el pueblo, y ante la gravedad de los hechos, el común de Juchitán votó por solicitar el apoyo del Coronel José Gregorio Meléndez.
El lunes 8 de abril de 1850 ―seis días después de que a este pueblo le encarcelaran a sus mandos legales― el indiscutible jefe militar de los juchitecos llegó de su rancho. El veterano caudillo, quien entonces tenía 57 años, no venía solo; con él llegaban sus antiguos lugartenientes bien experimentados, tal como lo probaban los hechos de armas que les daban fama. De Che Gorio Melendre se contaba que había combatido bajo las órdenes de Mariano Matamoros durante la guerra de independencia, cuando en las llanuras del Istmo se enfrentaron las tropas españolas provenientes de Guatemala contra las armas insurgentes acantonadas en Tehuantepec. Meléndez rondaría los veinte años, si los datos de su participación son veraces.
El mismo día 8, salieron de la capital del Estado los cien hombres que iban en auxilio del Gobierno del Departamento. Con esta fecha, igualmente, el vicegobernador del Estado de Oaxaca, José María Castellanos, remitió al Secretario de Relaciones Interiores y Exteriores de México un oficio con tres documentos adjuntos donde relataba parte de los sucesos que se habían vivido en Juchitán durante el mes de marzo y principios de abril, y que se reprodujo en dos de los principales diarios nacionales. Lo hacía “para evitar que los hechos lleguen desfigurados al conocimiento del Escmo. Sr. presidente, y tal vez se diera al suceso de que se trata un carácter político que ciertamente no tiene”. Lo peculiar de este comunicado es que se enviaba antes de que la insurrección diera comienzo, quizás con la intención de preparar a la opinión pública nacional para los enfrentamientos que se verificarían algunos días después. En el documento, Castellanos explicaba:
Hace ya algun tiempo que Juchitan, pueblo bastante numeroso de este Estado, y compuesto en su mayoria de hombres tan inmorales como atrevidos, pues su valor personal raya en temeridad, han estado casi en una absoluta independencia de este gobierno y el de Tehuantepec á cuyo departamento pertenece, obsequiando los alcaldes las determinaciones que se les comunican unas veces, y otras las eluden con diversos pretestos, sin que la primera autoridad política del lugar pueda evitarlo por la perniciosa y abusiva costumbre allí establecida de reunir a los vecinos para poner á discusion aquellas.[…] En el año anterior y en el actual, no solo han querido los juchitecos gobernarse conforme á su voluntad, sino que prevalidos de las circunstancias han hecho robos de consideracion en las haciendas Marquesadas [sic] del Sr. D. Joaquin Guergue y en las Salinas de Tehuantepec pertenecientes al Sr. D. Javier Echeverría; y el gobierno no ha podido ser indiferente á los del dueño de las primeras, del administrador de las segundas y á otros de individuos particulares, cuyas propiedades se atacan tanto mas, cuanto la constitucion y las leyes del Estado les imponen el deber de hacer se respeten, y el de protegerlas.
Aunque en los tres documentos que el vicegobernador adjuntó al Ministro, sólo se menciona el problema entre Manuel Niño López y Juchitán, en el oficio, como se ve claramente, haciendas y salinas se presentan como el problema central, evidenciando que el asunto del embargo era apenas el pretexto que el gobierno estatal utilizaba para desconocer a las autoridades legales de Juchitán que defendían los derechos de su comunidad.
En cuando Meléndez arribó a la población, sus paisanos se quejaron con él de la arbitrariedad mostrada por Marcelino Echavarría al llevarse presos a los dirigentes del pueblo. Se quejaron también por la nueva incursión del ejército en búsqueda del alcalde Simón López, a la que consideraron como “invasión”, y le pidieron que mediara entre el Gobierno estatal y el pueblo. Ese mismo día, Meléndez se presentó ante las autoridades departamentales para ofrecerles sus respetos; y al día siguiente, martes 9 de abril, recibió en su casa a una comisión de juchitecos que le hizo entrega del mapa y de los títulos de los terrenos de su pueblo para que los custodiara, puesto que Simón López, quien los había guardado hasta ese momento, había huido para evitar ser detenido por los soldados. Lo que pasó después, fue narrado por Meléndez del siguiente modo:
habiendo sabido dichas autoridades [el gobernador departamental y el juez de primera instancia] que ecsistian en mi poder dicho mapa y títulos, me los mandaron á pedir por medio de un regidor, C. Juan Castillejos; y considerando de que tales documentos son cosas interesantes y de mucha responsiva por pertenecer al comun, me abstuve por el compromiso que me redundaría con el pueblo, no verifiqué la entrega […] pues en mi concepto, los mencionados documentos habian de ser entregados bajo de una formalidad, quiere decir, en presencia de la poblacion y autoridades correspondientes, no profesando de ninguna mala fé sobre estos principios; sino únicamente de querer obviar de algunos males de trascendencia, y al efecto, para salvar mas mi responsabilidad me propuse en el momento dirigirle una comunicación al espresado señor gobernador del departamento, dándole conocimiento de mis disposiciones sobre el particular. Antes de que eso se concluyera, me ví rodeado de una fuerza armada, rompiendo fuego sobre mi persona el viérnes 12 del corriente.
Desde ese día, Meléndez fue considerado amotinado por las autoridades del Departamento, y se le intimó a rendición, pero muy pronto una gran cantidad de gente se le sumó, exigiendo la expulsión de la Guardia Nacional de Juchitán, a lo que Meléndez se opuso.
Decidió entablar comunicación primero con Marcelino Echavarría expresándole seguir dispuesto a entregar los títulos, pero bajo las mismas condiciones; es decir, en presencia de la población. El Gobernador le respondió duramente y, según Meléndez, “en unos términos muy sospechosos”, que simplemente se presentara con los papeles. Ante el temor de una trampa, los habitantes del pueblo lo buscaron para impedirle que fuera con el Gobernador, “no fundando ninguna confianza en las disposiciones del repetido señor”.
De lo que sucedió en las primeras horas del día domingo 14 de abril, hay dos versiones. Las dos fueron relatadas al Gobernador del Estado, Benito Juárez, por medio de comunicaciones escritas. En la primera, Meléndez alega que él envió una comisión de tres personas a Marcelino Echavarría, pretendiendo evitar el enfrentamiento abierto entre el pueblo y la Guardia Nacional. Según José Gregorio Meléndez, Echavarría le solicitó por medio de uno de los comisionados, que el paisanaje que se le había incorporado se desmovilizara de inmediato, comunicándole, asimismo, su aprobación para que la entrega del mapa y los títulos se efectuara en presencia de los principales de la población. Meléndez aceptó el trato por considerarlo adecuado, y se dio a la tarea de convencer a los vecinos del pueblo pidiéndoles marcharse a casa. En ese momento, el ejército rodeó a la asamblea y abrió fuego, “y conociendo estos la desgracia impensada que tenian encima, se defendieron justamente contra la fuerza armada; recayendo, Escmo. Sr., esta responsabilidad en el Sr. Echavarria, llevando al cabo un capricho injustamente; no habiendo un motivo de fundamento para que obrara tan arbitrariamente”.
Para Marcelino Echavarría las cosas fueron de otro modo. Según él, a las 12 horas del día 14 de abril, había mandado una carta al gobierno del Estado informando sobre la actitud hostil en que se encontraba el “faccioso” Meléndez, y a la una de la tarde, éste, en unión de “multitud de vecinos” de Juchitán, resolvió atacarlo sin motivo aparente. En pocos renglones José Marcelino Echavarría relató la primera batalla abierta entre el ejército gobiernista y los sublevados zapotecas:
[Meléndez] cargando con toda resolucion y por todos los flancos, comprometió una funcion de armas que sostuve con mi fuerza mas de dos horas; pero observando que el pueblo cargaba con mucha decision y audacia, y que las tropas que yo mandaba, ya no le era posible resistir, pues se dispersaron escandalosamente, tuve á bien retirarme en completa derrota, habiendo sufrido un descalabro, pues se sabe hasta ahora la muerte de un oficial, un sargento y ocho hombres entre soldados y cabos, y veintidos heridos.
Con esta batalla dio comienzo la gran rebelión de Juchitán contra el gobierno del Estado de Oaxaca encabezado por Benito Juárez García.
______
Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 38, Dom 14/Abr/2013. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.