José Génico Martínez
“Dios te salve María llena eres de gracia el señor este contigo…” ¡Mamita! anoche tuve un sueño y las imágenes fueron las mismas de cuando tenia cinco, siete, doce y quince años, después me fui de casa, tal vez… a eso respondo las paginas en blanco en mi memoria pero he regresado, dándome la bienvenida la misma sucesión de imágenes ahora que he cumplido los veintiseis.
Sí madrecita, te he soñado con esos lentes obscuros, tu gorra de beisbolista y el rostro mirando al suelo cuando un vecino preguntó por ti, madre en el sueño te anunciaste con tus cristales de sol que mimetizan esos ojos tuyos con derrames de sangre, obscuros cual noches que confunden tus pómulos que se sucedes en matices, primero son rojos, después morados, algunas veces han llegado a ser verdes y después negros como manchas que asientan el dolor y la ausencia.
Mamá te he soñado con tu brazo roto, y sentada en el catre nos tienes a tu lado mientras nos abrazas y besas diciéndonos que ya se ha ido, aun cuando el piso rojo es un cielo estrellado por infinitos cristales de la media luna ¿Qué nadie te advirtió que la dote trae y después guarda tanto dolor?
Ma, te he soñado y también a él, una vez más lo amarramos de los pies, las manos, mientras le salía espuma por la boca retorciéndose cual verdaderamente es. Mis tímpanos se crisparon cuando nos corrió de su casa llamándonos ¡perros, perros, perros…! ¿Porqué le creíste cuando te prometió que nunca más iba a suceder y llorando te dijo discúlpame?... pero anoche, madre, tuvimos que llamar al señor Ángel para exorcizarlo; hará abandonar al cuerpo para que la borrachera pase cuando amanezca y con ella llegará el arrepentimiento y el “no lo volveré a hacerlo jamás”.
Moon, anoche te he soñado, también al que provocara en mí madrugadas de vigilia, mientras miraba por el entramado de la hamaca para verlo pasar por la puerta hecha con pencas de coco. Después era salir corriendo a llamar a los abuelos y con ellos llegarían mis tías para gritarte: “¡tú tienes la culpa!, ¡tú lo echaste a perder!, ¡ahora aguántalo!”
Tú solo estás sentada en una esquina de la casa resistiendo con estoicismo, dando como única respuesta el silencio: pero yo sé que tu pecho es un torrente de llanto callado, es tu pecho un dolor silencioso y mañana te amargará la boca y tu saliva será verde.
Xhunca, llegaron para enjuiciarte, absolviendo al provocador de noches que se transcurrieron a la par de mis suspiros del llanto encerrado, ahora no he tenido que dormir en catre ajeno, puesto que se apareció en mi litera repitiéndose la temblorina que produce el miedo muy a pesar que la noche ha sido calida.
Mamita, anoche he soñado contigo y al que desgarro tu virginidad a los quince y te llevó a parir a los dieciséis, al que intentó ahorcar a mi hermana pisándole el cuello, el mismo que te levanto el machete por la espalda mientras permanecías junto al metate haciendo las tortillas para el almuerzo, el que te arrastró del pelo y te mordió el pómulo derecho; sí madrecita al que recuerdas cada vez que sales de casa en tu intento por ocultarte la cicatriz pero… hoy te dirá que no recuerda nada, que lo perdones, que no volverá a pasar. Madre han transcurrido 32 años diciendo lo mismo después que amanece. Hoy las cosas están tiradas y algunas rotas y tú de alguna otra tonalidad que no es precisamente tu color de tierra: ¡un favor!, cuando duermas enciérrate, ponle la tranca a la puerta y amarra al perro de una pata del catre.
Te quiere tu hijo.
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Texto publicado en Guidxizá (Nación Zapoteca), Año III, Núm. 11, Enero-Marzo de 2007. Guidxiguie', Guidxizá (Juchitán, Nación Zapoteca). Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.
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