'Contiene material inefable', poemario de Luis Manuel H. Amador

Ilustración: Gregorio Guerrero

Irma Pineda


Conocí a Luis Amador por su obra, aquellos poemas que encontraba publicados en Naderías, Istmo Autónomo, Tiempo del Sur y en internet, pero desconocía su rostro, yo vivía en el Distrito Federal, él en la ciudad de Oaxaca. Algún amigo común, no recuerdo si el buen Gerardo Valdivieso o Gubidxa Guerrero nos ayudaron a intercambiar direcciones y números telefónicos, así comenzó nuestro encuentro, algunos mensajes, algunas llamadas, hasta que las circunstancias nos hicieron coincidir en Juchitán, entonces concertamos una cita para conocernos en vivo y a todo color. 
 
Ninguno quiso repetir el ritual de la cita a ciegas describiendo características físicas o vestuario, tampoco quisimos recurrir al clásico clavel rojo en la mano derecha o cosas por el estilo. No. Ambos fuimos muchísimo menos originales: el poeta llegó acompañado por Gerardo y yo por Elvis Jiménez. Tarde deliciosa  aquella en la que las horas se volvieron agua bajo los pies, y qué decir de la  cerveza en la garganta, mientras hablamos de nuestra profunda y terrible pasión en la vida: la poesía. 
      
Nombres de poetas fueron masticados, fragmentos de poemas fueron recitados y fueron evocados los pasajes de libros que nos robaron el alma, los que han sido escritos y los libros que nadie ha escrito, pero que son porque los ha inventado el poeta Luis. Recuerdo que esa noche le confesé que me encantan los poemas que él escribe porque si algo aprecio del trabajo poético es la metáfora, la posibilidad de construir imágenes, de diseñar paisajes con las palabras, algo no muy lejano a su otro oficio: el de arquitecto.
      
Desde aquel encuentro han ocurrido varias cosas, pero lo más importante es que ahora el oficio poético de Luis Hernández Amador se materializa en Contiene material inefable, el primer libro que este autor publica gracias a la persistencia del joven Gubidxa Guerrero y al auspicio del Comité Che Gorio Melendre y la Regiduría de Cultura del Ayuntamiento juchiteco. Este poemario fue presentado el día 27 de diciembre en la Casa de la Cultura de Juchitán, Lidxi Guendabiaani’ y sobre el cual comenté lo siguiente:
     

Cuando los ojos comienzan a navegar por este río de signos que hoy nos presenta Luis Amador, es inevitable sentirse atrapado en un cauce que nos lleva con suavidad, evitando los rápidos y las violentas cascadas, de la nostalgia por el  mundo primigenio del poeta, el nuestro, el que no será más,  a  la ironía por el mundo tecnologizado en el que ahora transita y en el cual se define  “Soy este loco incurable y canto/ Entre hedores circulares de hule cláxones/ desde el Hades…”, ese infierno del mundo o ese infierno del alma que sólo es posible curar con la poesía.
      
Este libro que contiene material inefable, aquellas ideas, emociones, sentimientos, meditaciones, instantes que las palabras no alcanzan a definir, pero nunca ha sido ésta la función de la poesía. El poeta Luis no busca externar el concepto, sino representarlo por medio de la metáfora, del símil; porque la poesía de Luis Amador es imagen, sobre todo imagen que se traduce en evocación, en sonrisas arrancadas a fuerza de sarcásticas centellas, en reflexiones profundas sobre la gloria que perdimos, que dejamos ir cuando dimos paso “a la barbarie al crimen/ permanente y verdadero que es el olvido” o sobre el futuro en construcción cuando una mujer anuncia al hombre que “alguien como nosotros, alguien/ nuestro, se moverá en la tierra siguiendo a los planetas”.
      
La poesía nace ―dice Cesare Pavese― no de la normalidad de nuestras ocupaciones, sino de los instantes en que levantamos la cabeza y descubrimos con estupor la vida; pero aquí es precisamente la poesía de Luis la que nos toma de los cabellos y nos obliga a levantar la mirada para hacer el descubrimiento del asombro, del cuidado con que el poeta, aprehensivo y riguroso con el lenguaje y el ritmo, nos devela sus preocupaciones y sus querencias, las íntimas, las personales, que después de la lectura de este libro se vuelven colectivas, acaso -y seguramente sin afán del poeta- para sacudir nuestras conciencias y evitar que caiga “en peligro de extinción la memoria”.
      
Por el cauce de sus setenta y tres páginas Contiene material inefable nos deja escuchar la voz del joven poeta con un trabajo maduro, macerado en largas sesiones de biblioteca, nutridas lecturas que se asoman hiladas en los textos, en epígrafes que reflejan los gustos, las influencias literarias que han alimentado el alma de Luis Amador y que hoy reafirman su permanencia en la sustancia poética que ahora tenemos oportunidad de encontrar en este libro.
      
Sin embargo soy otro…” nos revela el poeta, quizá asumiendo las dos formas que le da a su voz, a su poesía, una, en donde encontramos poemas de largo aliento, a través de los cuales nos cuenta una historia, nos otorga memoria, y otra, la de los textos breves, enunciaciones que se asoman como el brillo de una luciérnaga solitaria en medio de la noche, ironía sobre si mismo y sobre el mundo, como “en el umbral del hombre/ Se permite la entrada únicamente/ a personal autobiografiado”.
      
En este sentido cito a G. A. Bécquer cuando nos habla de que “hay una poesía magnifica y sonora; una poesía hija de la meditación y el arte, que se engalana con todas las pompas de la lengua, que se mueve con una cadenciosa majestad, habla a la imaginación, completa sus cuadros y la conduce a su antojo por un sendero desconocido, seduciéndola con su armonía y su hermosura. Hay otra natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica que hiere el sentimiento con una palabra, y huye, desnuda de artificio, desembarazada dentro de una forma libre, despierta, con una que les toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía”.
      
Organizado en tres partes: Río de las Nutrias, La Anunciación, y Palimpsesto de la Urbe, este libro nos deja ver tres fases en la vida del poeta, la primera que nos deja oír una sinfonía poética en ocho movimientos, con poemas que nos recuerdan el origen, el de Luis, el nuestro, en donde cantaban grillos y sapos, saltaban conejos y ranas,  y las nutrias dominaban un río que no existirá ya más que en la memoria de los abuelos. La segunda, la de la anunciación, en donde la modernidad pone su marca y el poeta su preocupación por nuestro destino “Nada se salvará./ en el último día/…/ sólo habrá herrumbre/…nuestro único vestigio:/el anuncio indestructible/ que perdura/ sobre las ruinas”. 
      
En la tercera parte, donde se raspa el pergamino para escribir de nuevo en él historias de la urbe, de su estupor en la ciudad, donde un río de gente hormiguea ante/ el paisaje urbano; donde Luis, al estilo lúdico de Pessoa o Cortázar nos reinventa el lenguaje; pero es quizá esta última parte la que nos dibuja con mayor certeza el corazón del poeta, la que nos revela sus amores, sus desencantos, esa voz íntima que ahora también es nuestra. Acaso por eso la advertencia ante el libro:

Manéjese con cuidado:
Contiene material inefable

Bienvenido pues este primer libro de Luis Amador, que además del placer que nos otorga su lectura, el regalo de metáforas, nos hace sentir profundamente orgullosos de que pertenezca a nuestra tierra, a nuestra estirpe, que sea amado hijo de los binnizá. 

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Texto publicado en Istmo Autónomo (hoy Revista Guidxizá - Nación Zapoteca), Año II, Núm. 8, Enero-Marzo de 2006. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.

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