Soledad y silencio

 Aleythia Calvo


La tarde se tornaba oscura, no en mi espacio, ni mi tiempo, 
O la presencia de aquellos que aun no han comprendido todo esto. 
La frialdad recorría las habitaciones contiguas.
Me sumerjo en la ternura de mi cuerpo, la calidez casi perdida de mis brazos, mis palabras susurrantes y ojos casi huecos. 
La sensación de vacío me fue invadiendo 
Minutos en blanco, observando… 
Sin prisa… 
Sin tormentos de mis fracasos, reproches y miedos.

Envidiable calma pigmentada de silencios…

Relajé mi alma y me acurruque entre muros, mire atenta aquel suceso, pareciera que mi 
alma ya no estaba en mi cuerpo, ó si supiera que era mejor salir huyendo. 
Me vi en el rincón de aquel cuarto con creciente olor a incienso. 

Extraña sensación de soledad.

Dibujé mi rostro por última vez en el espejo, un semblante que se tornó extraño 
llenándome de miedo. 
Me miré ahí desnuda, fría… 
Acurrucada entre aquellas paredes.  

Pesadas alas de ángel que me llevarían a lo eterno.
 
Posé mi mirada tratando de encontrar arrepentimiento,
el frío calante llegaba puntual arrastrándose en silencio.
Vi con tristeza aquella escena; neblina blanca, 
Espectros deseosos de tomarme entre sus brazos, 
Voces alentándome a cruzar, 
Pensamientos extraños, 
Hechizos eternos, 

Marcaron mi alma de sufrimientos, 
Aprendo que no se mata por fuera lo que esta vivo por dentro.

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Texto publicado en Istmo Autónomo (hoy Revista Guidxizá - Nación Zapoteca), Año II, Núm. 8, Enero-Marzo de 2006. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.

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