Más allá del sueño

Tania Irán López Domínguez


Laura Etel Briseño
Estaba en la parada esperando el siguiente autobús pues este se había llenado. Subí y miré que tan sólo quedaban dos lugares, el mío y el de la otra persona que se adelantó para que no se lo ganaran. 
     
El viaje era largo; afortunadamente me tocó ventanilla. Pude recargarme y, cerrando los ojos, me puse a pensar. Me pareció divertido no abrirlos por cinco minutos pasara lo que pasara. Para no estar tensa y se hiciera menos el camino puse atención a todos los sonidos. 
     
Empecé escuchando chismes... que del trabajo... que de la casa... que si la política... esto me aburría; pensé que talvez si dormía sentiría más corto el viaje. Seguí oyendo el ruido de los coches, la música que llevaba el chofer, las personas que la tarareaban y luego... ¡pum!, así de repente, escuche un ruido terrible y casi estuve a punto de abrir los ojos, pero no lo hice,  y continué percibiendo muchas voces... que si está usted bien comadre... que si no le pasó nada señor... que una sirena... otra y otra. Sentí que transcurrieron los cinco minutos deseados y abrí los párpados lentamente. Para sorpresa mía, frente a mis ojos, un hombre morado, otro con orejas muy grandes, un león azul y para colmo, un elefante rosa...
     
Comprendí  que era un sueño, que sí me había dormido. Pensé en lo que haría, sería lo que siempre he deseado pero no he podido. Traspasé gente... robé un pan... me comí una pizza... chupé la paleta de limón de un niño distraído...
     
Horas más tarde dije: es mejor que despierte, no me haya pasado y... y...  ya no pude abrir los ojos…

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Texto publicado en Istmo Autónomo (hoy Revista Guidxizá - Nación Zapoteca), Año II, Núm. 7, Julio-Septiembre de 2005. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.

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